Joe se encaminaba hacia la casa cuando Jed lo llamó desde la
puerta del establo.
—Joe, creo que será mejor que vengas a echar un vistazo a esto.
Hizo una seña para que se acercara y cuando entraron en el
establo le enseñó un trozo de papel sujeto a una de las sillas en el cuarto de
los aperos.
—Lo he encontrado cuando he venido por unas bridas. He pensado
que era mejor dejarlo en el mismo sitio hasta que lo vieras.
Joe miró la nota que se hallaba en el centro del asiento de
cuero. Las palabras habían sido formadas con letras recortadas de alguna
revista.
—Es hora de que pagues por
lo que has hecho —leyó Joe en voz alta. Luego fue hasta el teléfono que
había junto a la puerta—. Antes de tocar nada, quiero que comprueben las
huellas que hay en la silla y en la nota.
Una hora después, Joe y sus hombres observaban a Troy Bartlow,
el sheriff del condado, mientras esparcía un polvillo blanco sobre la silla.
—Aquí hay unas buenas huellas —dijo cuando las imágenes se
hicieron más visibles. Sacó una cámara de su bolsillo, tomó unas fotos y luego
cubrió cada huella con una cinta adhesiva transparente. Después de imprimirlas
en un papel especial, el sheriff se volvió hacia Joe—. Las pasaremos por el
ordenador para ver qué sacamos. Si quien lo ha hecho tiene antecedentes de
cualquier clase, averiguaremos quién es. ¿Sabes si han tomado las huellas de
algunos de tus hombres antes?
—Tomaron las mías cuando estaba en el ejército —dijo Jed.
Cuando Brad y Tom negaron con la cabeza, el sheriff Bartlow sacó
una almohadilla de tinta y unos cartones de su cartera.
—Será mejor que os las tomemos para eliminar cualquier posible
confusión —hizo una pausa para mirar a Joe—. ¿Alguien más tiene acceso al
cuarto de los aperos?
—La señorita Lovato entra a menudo debido a su trabajo —dijo
Jed.
—En ese caso, será mejor que también tome sus huellas.
Demi llamó a la casa. Aquello no le gustaba, pero Jed tenía
razón. Recordaba haber visto a Demi en el cuarto de los aperos poco antes de
que apareciera la nota.
Demi llegó unos minutos después, justo cuando el sheriff acababa
de tomar las huellas a Brad y a Tom.
—Puedo decirle ahora mismo que encontrará mis huellas por toda
la silla —dijo en cuanto le explicaron lo que sucedía—. Es la que he usado para
montar estos días.
Joe estaba a punto de salir para comprobar el estado de los
pastos de la zona norte del rancho cuando el sheriff llamó para comunicarle que
no había ninguna huella en la nota. Pero las de Demi aparecían por toda la
silla, como ella misma había predicho.
Aquello no era ninguna evidencia conclusiva, razonó Joe mientras
ponía su caballo al trote. No quería creer que fuera Demi la que estaba pasando
información a los ladrones de ganado. Pero el número de sospechosos empezaba a
reducirse. Joe confiaba en Whiskers implícitamente. Jim era incapaz de moverse
sin sus muletas, de manera que quedaba descartado. Eso solo dejaba a Jed, Tom y
Brad. Joe los conocía hacía años y los consideraba empleados muy valiosos. No
le hacía ninguna gracia pensar que alguno de ellos pudiera estar implicado con
los cuatreros.
Cuando Demi pasó la mano por el lomo de Black Satin, el
magnífico animal se estremeció de placer. No pensaba trabajar con él aquella
tarde, pero la temperatura había bajado varios grados y aún quedaban varias
horas de luz. Además, cuanto antes terminara de adiestrar al semental, antes
podría dejar el Rocking M y distanciarse de su dueño. Y por mucho que anhelara
sus caricias, no pensaba ceder a la atracción que había entre ellos. Tenía
planes que no incluían implicarse en una relación con un tipo duro como Joe
Jonas.
Era un buen hombre. La clase de hombre que siempre había
esperado encontrar. Honrado y directo. Trabajaba duro para alcanzar las metas
que se proponía, y no le gustaba andarse con zarandajas. Si quería algo, iba
por ello.
Pero, seis años atrás, Demi había prometido no permitir jamás
que nada se interpusiera entre ella y un hogar propio. Y una relación con el
dueño del Rocking M se habría interpuesto en sus planes. Además, estaba segura
de que Joe aún no creía por completo en su inocencia, y no tenía intención de
ofrecerle una relación a largo plazo. Y ella no se conformaría con menos.
—Te hemos echado de menos durante la cena.
Demi alzó la mirada. Joe y Ryan estaban junto a la valla.
—No tenía hambre.
— ¿Cuándo vas a montar a Black Satin? —preguntó el niño,
ilusionado.
Demi miró a Ryan y luego a su padre. Habían llegado a significar
tanto para ella… Nada le habría gustado más que formar parte de su pequeña
familia. Pero cuanto más tardara en irse de allí, más parte de su corazón se
quedaría en el rancho cuando se fuera.
Tomó una decisión inmediata.
—Ahora mismo.
—Un momento —protestó Joe. Cuando Demi fue a salir del corral
para dirigirse al cuarto de los aperos, se interpuso en su camino—. ¿Por qué no
esperas a…?
—Satin está listo y yo también —ella trató de rodearlo—. No hay
motivo para retrasarlo más.
A Joe no le gustaba la idea de que Demi montara el semental.
Satin seguía sin aceptar a nadie cerca que no fuera ella. Para él, eso era
indicio de una posible reacción imprevisible con la que no quería jugar.
—Hay tiempo de sobra —dijo, sujetándola por un brazo—. No hay
motivo para precipitarse.
Demi lo miró un momento antes de dar un suave tirón para
librarse de su mano.
—Yo soy la adiestradora, ¿recuerdas? Yo he organizado el
programa, he controlado los progresos de Satin y soy yo la que decide cuándo
está mentalmente preparado para algo nuevo —apoyó un dedo contra el pecho de Joe—.
Y ahora, apártate y deja que haga mi trabajo.
Con el ceño fruncido, Joe la observó mientras desaparecía en el
establo para tomar una silla del cuarto de los aperos. Enseguida volvió al
corral. Para él era evidente que estaba disgustada por algo más que por su intento
de interferir en el adiestramiento de Satin. Había visto una tristeza en su
mirada que antes no estaba allí, y también había notado que las manos le
temblaban.
Demi palmeó al caballo y luego empezó a hablarle en el tono
ininteligible que Joe había llegado a reconocer como su forma de tranquilizar
al animal.
Permanecer al margen mientras ensillaba a Satin fue una de las
cosas más duras que había hecho en su vida. Sabía que el caballo podía estallar
en cualquier momento. Pero vio con alivio que Demi concluía la tarea y lo
llevaba al centro del corral sin ningún incidente.
Contuvo el aliento cuando Demi introdujo un pie en el estribo.
El apoyó automáticamente un pie en el primer tablón de la valla, dispuesto a
saltar al interior en cuanto el caballo diera el más mínimo indicio de no
querer ser montado.
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