jueves, 2 de agosto de 2012

Unas Locas Vacaciones Cap 1




El asiento era demasiado pequeño para su enorme estatura. Casi no tenía espacio y  eso sin contar con los bultos de la muchacha que ocupaba el asiento de al lado. La miró con aire irritado y ella se sonrojó. Con los ojos bajos, cambió inmediatamente su bolso de sitio y se abrochó nerviosamente el cinturón de seguridad.

Él la observó y lanzó un suspiro. Una solterona, pensó con disgusto, al fijarse en las gafas de montura metálica, el jersey  blanco, tan holgado, y aquella púdica falda gris. Evidentemente concluyó, se trataba de un tesoro que nadie se molestaría en reclamar. Volvió la mirada al estrecho pasillo del avión. Malditos vuelos baratos, pensó malhumorado. Si no hubiera perdido el avión en el que había hecho la reserva, no se vería ahora intentando acomodarse en aquella lata de sardinas que le habían dado por asiento. Ni estaría al lado de aquel espantajo.

Nunca había aguantado a las mujeres. Y menos todavía ahora que se veía obligado a soportar precisamente la compañía de aquella mujer durante los varios cientos de kilómetros que había de San Antonio a Veracruz, México. La miró de reojo y vio que estaba ocupada con un montón de libros. ¡Libros, cielo santo! ¿Es que no sabía que -el equipaje se llevaba en un compartimiento aparte?

-Debería haber reservado un asiento para los libros _murmuró, echando una ojeada a lo que tenía todo el aspecto de ser un montón de novelas rosas.

Ella tragó saliva, un tanto intimidada, mientras observaba a aquel hombre alto y rubio, de aspecto atlético, y que la miraba con una expresión francamente hostil. Las manos las tenía bonitas, y eran fuertes y bronceadas. En el dorso de una de ellas había varias cicatrices...

-Perdone -le dijo, rehuyendo sus ojos-. Es que acabo de estar en San Antonio, en donde una autora de novelas románticas me ha dedicado todos estos libros suyos. Cuando acabe mis vacaciones en Méjico, les llevaré todos estos ejemplares a mis amigas. Me ha dado miedo facturarlos.
-¿Son joyas de valor incalculable? -preguntó él sarcásticamente mientras la muchacha colocaba la bolsa de libros debajo de su asiento.
-Para algunas personas sí -repuso ella.
Miró nerviosamente por la ventanilla al notar que el avión se ponía en movimiento.

La azafata empezó a hacer una vez más la aburrida demostración de cómo debía utilizarse el equipo de salvamento. Suspirando con aire impaciente, el hombre se cruzó de brazos y se quedó mirando a la azafata. Era una belleza, pero no le interesaba. Llevaba bastantes años sin interesarse por las mujeres, salvo para satisfacer una necesidad no muy frecuente en él. Se rió para sus adentros al fijarse mejor en la pudorosa muchacha que estaba sentada junto a él. Se preguntó si sabría algo de aquella necesidad infrecuente y decidió que no, Parecía tan casta como una monja, con aquella mirada asustadiza y aquellas manos temblorosas. Y, sin embargo, las manos las tenía bonitas, se dijo, frunciendo los labios mientras las examinaba. Dedos largos y gráciles, con las uñas sin pintar. Eran manos de señora.
Le irritó el" haberse fijado en aquel detalle. Se quedó mirando a la chica con una expresión más adusta todavía.

A la muchacha le llamó la atención aquel gesto. Una cosa era que a uno lo tolerasen con más o menos impaciencia, pero otra muy distinta, y que no le gustaba nada, era aquella mirada de superioridad. Le sostuvo la mirada y vio que algo brillaba en sus ojos oscuros antes de que se volviese otra vez hacia la azafata.

Así que tenía coraje, pensó él. Aquello era algo sorprendente en una monjita remilgada. Se preguntó si .sería bibliotecaria. Sí, aquello explicaría su fascinación por los libros. Y las historias de amor... seguramente estaba ansiosa por vivir una. Qué tontos eran los hombres, se dijo, al no hacer caso de una pobrecilla como aquélla por correr tras otras más exuberantes y liberadas. De pronto, oyó un fervoroso murmullo. -Santa María, madre de...      
 ¡No podía ser! Se volvió para mirarla con los ojos dilatados de asombro. ¿Sería de veras una monja?

Ella le vio mirarla y se' mordió los labios tímidamente. -Es una costumbre -musitó-. Mi mejor amiga era católica. Ella me enseñó el rosario y siempre lo rezábamos juntas cuando íbamos en avión. Personalmente -"-añadió con los ojos muy abiertos-, creo que en esa cabina de ahí delante no hay nadie pilotando el avión.

-¿En serio cree eso? -preguntó él, arqueando las cejas. -¿Alguna vez ha visto a alguien ahí dentro? -explicó la muchacha, inclinándose hacia él-. La puerta está siempre  cerrada. Y, si no hay nada que esconder, ¿por qué la. Cierran? Él no pudo reprimir una sonrisa. -¿Tal vez es que quieren ocultamos el autómata que pilota el avión.

1 comentario:

  1. ahhaahha me encanto vane♥ por favor no tardes en subir me muero por saber como se llegan a casar!

    sigelaaaaaaaaaa plissssssss

    me encanto :D♥-♥

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