Alguien que estaba sentado
delante de ellos llamó a la azafata. Miley decidió dormir un poco, ya que aquél
iba a ser un viaje muy largo. Habían acordado ir a Greenville unos días y luego
decidir quién se cambiaba de casa de los dos. Nick quería ver el sitio donde
ella vivía, conocer a su amiga Demi y echarle un vistazo a la librería. A Miley
le había halagado su interés.
De pronto oyó gritar a
alguien. Abrió los ojos y vio que un hombre de aspecto extranjero tenía sujeta
a la azafata y sostenía junto a su cuello una jeringa. Otro hombre, que había
estado sentado junto a él, se dirigió a la cabina del piloto.
-. Se oyó un grito y salió
el copiloto. Al ver lo que sucedía, palideció.
-Sí; por lo que veo, dice
la verdad -gritó por la puerta de la cabina.
De pronto oyeron por el
altavoz que hablaba el capitán del
avión.
"'-Señoras y señores,
les habla el capitán Hall -les dijo en un tono engañosamente tranquilo--: El
avión va a desviarse a Cuba: Por favor, permanezcan tranquilos y hagan
exactamente lo que se les diga. Gracias.
El hombre que había
entrado en la cabina, salió otra vez al pasillo y dijo por el micrófono:
-No queremos hacer daño a nadie. La jeringa
que mi amigo tiene en la mano está llena de ácido Clorhídrico. .
Se oyeron murmullos de
inquietud entre los pasajeros, sobre todo cuando el hombre que sujetaba a la
azafata dejó caer una gota de la jeringa en un asiento. En el sitio donde había
caído la tela pareció arder.
-Así que, por el bien de
esta señorita: -continuó el hombre-, por favor, permanezcan tranquilos. Nadie
sufrirá daño alguno a menos que sea necesario.
Volvió a colocar el
micrófono en su sitio y entró en la cabina. El hombre de la jeringa se llevó a
la azafata con él. Los pasajeros hablaban entre ellos, llenos de inquietud.
-Son profesionales -dijo Nick-. Deben necesitar salir del país a toda prisa.
-¿y quiénes serán?
-preguntó Miley.
-Ni idea.
-Pero no se atreverán a
utilizar el ácido, ¿verdad?
-¡Por supuesto que sí!
Miley palideció. Volvió la
cabeza y vio que la azafata seguía en manos de aquel hombre.
-¿y no puede hacer algo el
capitán?
-Claro -repuso Nick,
arrellanándose en el asiento y cerrando los ojos-. Puede hacer exactamente lo
que le digan esos hombres hasta que se bajen del avión. Lo único que quieren es
un viaje gratis. En cuanto lo hayan conseguido, se marcharán.
-¿No estás preocupado?
-La jeringa no está junto
a mi cuello.
Su indiferencia la tenía
perpleja.. Ella estaba horrorizada de pensar en lo que podía sucederle a la
azafata. ¿Pero con qué clase de hombre se había casado?.
Nick sentía dejarla tan
desconcertada, pero necesitaba tiempo para pensar; y no podía hacerlo si estaba
hablando. Tenía que' trazar un plan. Aquellos hombres no harían daño a la
azafata si veían cumplidas sus exigencias. Pero a veces surgían imprevistos. Y,
si por casualidad surgía uno, tenía que idear una forma de salir del paso. Eran
dos hombres, pero sólo uno iba armado.
Y desde luego no habrían podido pasar
algo metálico por los detectores del aeropuerto. Eso estaba bien. Podía ser que
tuviesen uno o dos cuchillos de plástico, o una navaja como la que llevaba
él... una navaja que tenía usos muy especiales. La suya era excelente para
lanzarla. Y había pocos que le igualaban en el manejo del cuchillo. Sonrió para
sí. .
Miley le miró con una
mezcla de curiosidad e irritación.
¡Cómo podía dormir!
¡Dormirse en medio, del secuestro de un avión! Suspiró resignadamente. Bueno,
¿pero qué esperaba que hiciera? ¿Que se levantara de un salto del asiento, como
los héroes dé las novelas que ella leía, y que les librara a todos de los
terroristas? ¡Ni soñarlo!
Se preguntó cómo se
sentiría la pobre azafata. La chica estaba haciendo todo lo que podía por
permanecer tranquila, pero tenía que resultarle muy difícil. Sabiendo lo que
contenía la jeringa y el efecto tan fulminante que tendría si se lo inyectaban...
Miley, se estremeció sólo
de pensarlo. Nunca hubiera imaginado que una gente tan diabólica viviera en el
mismo mundo que ella. Nick abrió los ojos y los volvió a cerrar. Miley le lanzó
una mirada de exasperación. El más alto de los dos hombres tenía en la mano
algo que se parecía terriblemente a una granada, y mientras el avión se iba
acercando más y más a Cuba, él iba y venía nerviosamente por el pasillo.
El otro hombre, el calvo
que sujetaba a la azafata, obligó a la chica a ir hasta los asientos
delanteros, justo los que estaban delante de Nick y Miley, y se sentó junto a
ella sin dejar de sostener la jeringa junto a su cuello.
Estaba cansado, pensó Nick.
Y el otro se estaba empezando a poner nervioso. Nick estaba casi seguro de que
la granada era de plástico. ¿Cómo iban' a haber pasado, si no, los controles de
seguridad del aeropuerto?
Una de las revistas sobre
misiones secretas traía anuncios sobre aquellas imitaciones, que eran lo
bastante perfectas como para engañar a un civil. Pero Nick no era un civil.
Esperaría a que el avión
aterrizara en Cuba. Si les concedían asilo político, bien. Si no tendría que
intervenir él y desbaratar sus planes. Le debía aquello a Miley. Ella aún creía
en los héroes, aunque a saber qué
pensaría de, él ahora.
Cuando el avión aterrizó
en La Habana, el más bajo se quedó junto a la azafata y el otro entró en la
cabina. Volvió a salir a los pocos minutos, maldiciendo airadamente.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? -le
preguntó el otro.
-¡Que no nos dejan bajar
del avión! ¡Que no nos conceden asilo político!
Miró a su alrededor
rabiosamente apretando la granada en la mano Y sin hacer caso de los gritos y
miradas de horror de los pasajeros. ,
-¿Qué vamos a hacer?
-continuó--. Nos dan combustible,
Pero no asilo. ¿Qué vamos
a hacer? ¡No podemos volver a Méjico!
-¡Cuidado! -le advirtió el
otro hombre-. iremos a Miami. Después buscaremos asilo al otro lado del océano.
Diles que pongan rumbo a Miami.
Aquello se estaba poniendo
interesante, pensó Nick. Tenía la corazonada de que aquellos dos hombres eran
de América central. Pero estaba claro que no tenían ninguna gana de que se les
relacionase con ningún país centroamericano.
El hombre más alto salió
de la cabina y dijo: -Ya está, vamos hacia Miami.
-Vale -repuso el otro-.
Vamos -añadió, obligando ala azafata a ponerse de pie y seguirle-. Tenemos que
explicarle al piloto qué es lo que queremos conseguir del gobierno'
estadounidense. .
-¿Cuánto valor tiene,
señora van Meer? -susurró Nick sin volver la cabeza hacia ella.
Ella se puso tensa. ¿Qué
quería decir con aquello?
-No soy una cobarde -dijo
por fin. "
-Lo que se me ha ocurrido
podría hacer que te mataran. . -¡La azafata!
-Eso depende de ti -repuso
Nick fríamente-. Cuando nos aproximemos al aeropuerto quiero que distraigas al
hombre de la jeringa. Sólo distraerle. Oblígale a apartar esa jeringa
únicamente una fracción de segundo.
-¿Y por. Qué hacer algo?
-preguntó ella-. Dijiste que se marcharían...
-Porque ahora están
desesperados. Y no me cabe duda de que-entre sus exigencias estará la de que
les proporcionen armas. Una vez que las tengan, habremos perdido nuestra
'oportunidad de escapar.
-Las autoridades no les
darán armas -replicó Miley. -Una vez que hayan utilizado el ácido con un par de
personas, lo harán.
Ella volvió a
estremecerse. Estaba muy asustada, pero sin embargo Miley parecía extrañamente
confiado. Daba la impresión de saber muy bien lo que estaba haciendo. Le miró a
los ojos y se dijo que le había juzgado mal. En todo aquel rato que llevaba
callado había estado pensando. Miley sintió que renacía su confianza en él.
-Podrían matarte -repitió
él, odiando aquellas palabras-. Hay un riesgo, no quiero engañarte.
-Nadie me vas a' echar de
menos -replicó" ella-, excepto quizá Demi y tú.
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