La capital del país, Jabil, resultó ser una ciudad de amplias
avenidas con árboles y edificios modernos situados junto a preciosas mezquitas
y a maravillosas casas con jardín, tiendas estupendas y hoteles de nivel
internacional.
-Nuestra boda será tradicional -le explicó Joe, temiendo que su
novia europea sufriera un choque cultural -. Los festejos empiezan esta noche y
terminarán mañana por la tarde. No volveremos a vernos hasta que comience la
ceremonia.
A Demi no le hizo ninguna gracia que la separaran de él tan
pronto.
-¿Y tiene que ser así? ¿Por qué no podemos estar juntos?
Al detectar el pánico de su voz, Joe la miró los ojos y la tomó
de la mano.
-Es la tradición y me parece que nosotros ya nos hemos saltado
unas cuantas reglas, ¿no te parece? Normalmente, los festejos duran tres días y
nosotros los hemos reducido a uno y medio por la apretada agenda de mi padre.
-Pero yo aquí no conozco a nadie... -se lamentó Demi con
lágrimas en los ojos.
-Todos en mi familia hablan inglés y se van a portar de maravilla
contigo -le prometió joe-. Mi familia está muy aliviada porque, por fin, he
encontrado esposa.
-¿Aliviada? -preguntó Demi confusa.
-Por lo visto, mi padre nunca me ha presionado para que me
casara porque creía que era la mejor manera de que, algún día, eligiera una
mujer de mi gusto. Sin embargo, al ver que no tenía ninguna prisa por contraer
matrimonio, había comenzado a preocuparse.
En aquel momento, Demi se acordó de Camila y se preguntó cuántas
personas sabrían que Joe estaba enamorado de ella.
-¿Qué era lo que tanto preocupaba al rey?
-Como ya te darás cuenta, mi padre es bastante pesimista y creía
que, aunque me casara, tardaría años en tener un heredero. Por eso, al decirle
que me había casado y que estaba esperando un hijo se ha mostrado encantado.
Demi sonrió mortificada.
-¿Qué le has contado a tu padre?
-La verdad.
Demi lo miró consternada.
-Entonces, le has contado que... ¿qué le has contado
exactamente?
-Que me acosté con una virgen -contestó Joe-. ¿Qué querías que
le contara? -añadió como si aquella pregunta le pareciera de lo más extraña.
-¡Pero esa información era entre tú y yo, no para que la fueras
contando por ahí! -se sonrojó Demi.
-Quería asegurarme de que mi padre no te echara a ti la culpa de
nada, de que entendiera que el único responsable de esta situación era yo y así
ha sido.
Demi tomó aire e intentó disimular su vergüenza.
La limusina y el resto de vehículos que la acompañaban enfilaron
la autopista en dirección al palacio Ahmet, domicilio de la familia real
Dhemení desde el siglo VIL Mientras admiraba las dunas de arena que los
rodeaban, a Demi se le ocurrió algo muy desagradable.
-No le habrás contado a tu padre lo del robo, ¿verdad?
-¿Estás de broma? -contestó Joe con frialdad-. Mi padre te tiene
por una mujer sin tacha.
-Joe, no he vuelto a hablar de este tema contigo en mucho tiempo
con la esperanza de que, a medida que me fueras conociendo, te dieras cuenta de
que soy incapaz de robar nada. Por Dios, ¿es que todavía no me conoces? ¡Yo no
robé aquella joya ni jamás toqué aquel estúpido broche!
-¡Por favor, no me grites!
-¡Te grito porque eres un cabezota que se niega a oír otra
versión de los hechos! -exclamó Demi indignada-. Es mi reputación lo que está
en juego en estos momentos y tengo derecho a defenderme. Yo no he robado nada
en mi vida
-No creo que sea este el momento de hablar de este tema.
-Pues yo, sí -insistió Demi-. Por lo visto, en Strathcraig están
convencidos de que lady Selena me tendió una encerrona porque se había dado
cuenta de que te sentías atraído por mí. Por desgracia, no tengo ni idea de por
qué la testigo mintió y dijo que me había visto meter el diamante en mi
taquilla, pero ahora lo importante es que eres mi marido y... ¡en lugar de
repetirme hasta la saciedad que me respetas y que me protegerás toda la vida,
deberías hacer algo útil y limpiar mi nombre!
Joe] se quedó mirándola lívido.
¿Cómo era posible que Demi creyera que estaba dispuesto a
aceptar la versión de que era una ladrona como si tal cosa? Claro que no, le
habría encantado poder defenderla, pero, tal y como habían ocurrido las cosas,
parecía bastante evidente que Demi había robado aquel diamante.
Sin embargo, por primera vez desde que había ocurrido el
incidente, se le presentaba la posibilidad de que las cosas hubieran sucedido
de otra manera, de que el robo hubiera sido falso y se hubiera montado con el
único propósito de desacreditarla.
Tendría que reflexionar sobre aquella posibilidad.
En aquel momento, un lacayo abrió la puerta del coche y Joe
bajó. Se encontró con el primer ministro, que le hizo una profunda reverencia.
A continuación, la niñera le entregó a Joe a su hijo y éste esperó con el niño
en brazos a que Demi saliera de la limusina.
Demi todavía estaba temblando de pies a cabeza después del
arrebato de cólera que se había apoderado de ella cuando una mujer de casi
treinta años se acercó a ellos y Joe se la presentó como su hermana Jahan.
-Bienvenida a tu nuevo hogar -la saludó Jahan con una gran
sonrisa-. Quiero que sepas que estamos encantados ante la inminencia de vuestra
boda.
A continuación, se formó un corro de personas que querían ver a
Tazeem, que dormitaba en brazos de su padre.
-Mi hermano procederá ahora a llevar a vuestro hijo a conocer al
rey. Tú conocerás a mi padre en la boda -les explicó Jahan-. Ahora debes venir
conmigo.
Demi miró de soslayo a su marido, deseando poder tener cinco
minutos a solas con él para hablar tranquilamente del desagradable incidente
del robo, pero era consciente de que era imposible.
-Tienes una sorpresa -le anunció Jahan encantada mientras cruzaban
un inmenso vestíbulo de suelos de mármol y entraban en un pasaje que parecía
conducir a una zona moderna del palacio-. Espero que te guste porque Joe se ha
tomado todo tipo de molestias.
-¿Una sorpresa? -preguntó Demi confusa, con la mente todavía en
la discusión que acababa de tener con Joe.
-No te puedo contar nada más para no estropearla -sonrió su
cuñada- Debes esperar aquí a que te traigan a Tazeem.
-¿Van a tardar mucho?
-Una media hora como mucho -contestó Jahan abriendo la puerta de
una estancia con expresión expectativa en el rostro.
Al entrar en la habitación, preguntándose cuál sería la
sorpresa, Demi vio a un hombre junto a la ventana y lo reconoció al instante.
-¿Daniel?
-Sí, soy yo... -contestó su hermano con la voz tomada por la
emoción.
Demi, con lágrimas en los ojos, cruzó la habitación corriendo y
lo abrazó, llena de dicha y felicidad.
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