viernes, 17 de agosto de 2012

Unas Locas Vacaciones Cap 20




-Realmente te encanta estar embarazada, ¿verdad? '-le preguntó cuando Miley fue a que le hiciese la tercera' revisión, estando de poco más de cuatro meses y medio.
-¡Cada segundo que pasa! -'-contestó ella, .acariciándose el abultado vientre-. Creo que esta mañana se ha movido. Era como si un pájaro  intentara escapar.
-Sí -dijo el médico, sonriendo--. Eso es lo que me dicen siempre que se siente. La primera señal de un niño sano. Las ex­ploraciones que hemos hecho nos lo aseguran. ¿Ha sabido algo de su marido?,

-No -repuso ella, bajando los ojos-. Puede ser que... no vuelva nunca.
-Lo siento. La razón por la que se lo he preguntado es por­  que me gustaría que se apuntase usted a unas clases para dar a luz de manera natural. Incluso aunque usted no quisiera  tener un alumbramiento natural, le ayudar n a la hora del parto. Se trata de ejercicios preparatorios que, desgraciadamente, exigen la colaboración de otra persona.
_¿No... No podría hacerla Demi?
El médico, que conocía a Demi, sonrió.
-Es la persona que conozco que mejor serviría para entrenar a alguien. Lo único que tiene que hacer es estar junto a us­ted y decirle cuándo debe respirar.
-Ya lo hace muy bien -le explicó Miley.
-De acuerdo; El mes que viene la inscribiré a usted. Y aho­ra fuera de aquí. Y no haga muchos esfuerzos. Hace un calor terrible este verano.
-Dígamelo a mí -replicó ella, que sudaba incluso con la blusa sin mangas que llevaba-. Bueno, hasta la próxima.

Decidió dar un corto paseo antes de volver al trabajo. Hacía una deliciosa tarde de verano, de esas que atraen a los soñado­res a la orilla de los estanques y a los prados salpicados de flo­res. Cantó un poco mientras caminaba, sonriendo al sentir la gra­videz de su vientre. Qué mundo tan hermoso. Qué maravilla es­tar embarazada y gozar de buena salud.
Finalmente, echó a andar hacia la librería porque sabía que Demi se preocuparía si estaba fuera mucho rato. Anduvo perezosamente por la pequeña zona comercial del centro de Green­ville, ajena a los compradores y a los gritos de los niños que jugaban en la acera.      

Abrió la puerta de la librería, entró y se encontró cara a cara con Nick. Llevaba una camisa y unos pantalones de color ca­qui y tenía una nueva cicatriz en la mejilla. Parecía haber adelgazado un poco, aunque seguía tan guapo y tan atractivo como siempre. Demi debía pensar lo mismo, porque le miraba con los ojos muy abiertos.   
   
-No -murmuró  con voz ronca, abriendo los ojos y viéndolos el uno en frente del otro, mirándose furiosos. Los dos se volvieron a la vez.
-No -"-repitió Miley con todas fuerza-. Si queréis discutir, salid a la calle. Pero aquí no, no puedo soportarlo.
-Perdona -le dijo Demi suavemente-. ¿Estás bien?
-Sí, gracias-contestó Miley, incorporándose.
Nick la miró con gesto de enfado.
-Bueno, no tienes por, qué mirarme así -añadió-. ¡No me he quedado embarazada sola, acuérdate!
Demi tuvo que reprimir una" sonrisa.
-Os dejaré solos para que habléis,-dijo.
Podemos hablar en casa –replicó Miley mirando airadamente a Nick allí podré tirar cosas y gritar.
Al verla levantarse con aire decidido, Nick pensó que era todo un carácter.
.No vayas tan deprisa, no te conviene -le dijo, cogiéndola de la mano. .
Volviéndose hacia Demi, añadió:
-¿Podrás arreglártelas sola durante una hora o así?
-Claro que sí. ¿Y tú?
-Sí,  mamá -contestó Nick en tono burlón.
Luego salió a, la calle con Miley, que le guió a su casa. Estaba al lado de la tienda y para llegar a ella había un tramo de escaleras. Nick frunció el ceño al verlas. No le gustaban las escaleras.
-Tienes que cambiarte de casa -le dijo cuando entraron en el apartamento.
 -¿Qué? -preguntó ella.
-Que tienes que mudarte. No puedes andar subiendo y bajando escaleras estando... así.
-Eso que tú llamas «así» es un niño y le voy a llamar Joshua Nick replicó Miley en tono desafiante.

Nick la observó atentamente y por primera vez en muchos meses, se volvió a sentir un hombre completo. Dejarla a ella había sido lo más difícil que había hecho en su vida. Todo el tiempo que había estado fuera, había estado pensando en ella, añorándola deseándola. Todavía la deseaba, pero ahora estaba embarazada. Él no quería un hijo. Aquello le traía recuerdos insoportables.

Ni siquiera había querido volver, no había querido que su vida cambiase. Y sus peores presentimientos habían resultado ciertos al verla.
-¿Has traído los papeles del divorcio? -preguntó ella en tono calmado.        .
Nick puso cara de irritación y encendió un cigarro sin siquiera preguntarle si le molestaba.
-¿Cómo voy a divorciarme de ti estando, en el estado en que estás? -replicó fríamente-. Necesitarás ayuda para mantener al niño, supongo.
No habría podido hacerle más daño si le hubiese dado un puñetazo.
Le miró  rabiosamente, con los ojos llenos de lágrimas.
-¡Vete! -gritó,
-¿Es que ni siquiera es mío?
Cogió lo primero que tenía a mano, una estatuilla, y se la lanzó. .
-¡Maldito seas!
Nick se agachó y la estatuilla se estrelló contra la puerta rompiéndose en mil pedazos.
-¡Sal de' mi apartamento! ¡Sal de mi vida! ¡Te odio, te odio..,!
De pronto le entraron unas horribles náuseas. Se dio la vuelta, echó a correr al cuarto de baño y allí vomitó. Lloró desconsoladamente, sin preocuparse de que Nick estuviera delante, sujetándola la cabeza,
-Te Odio -le dijo cuando por fin pudo hablar.
Estaba apoyada contra el lavabo. Casi no podía moverse.
-Sí murmuró él, lavándole la cara y las manos.
Después la llevó al dormitorio, la ayudó a tumbarse en la cama y encendió el ventilador, colocándolo de forma que le die­se directamente.
'-Duérmete -le dijo en voz baja-. Luego hablaremos. _No quiero hablar _murmuró ella con voz somnolienta. Pero estaba agotada. Cerró los ojos y segundos después se quedó dormida.  

Nick se sentó en la cama junto a ella, asustado al ver lo que le había hecho. La miró cariñosamente y luego le subió la blusa, le aflojó el elástico de la falda y contempló su vientre, li­geramente abultado. Hizo una mueca de dolor al acordarse de otro tiempo y de otra mujer embarazada. Pero Miley no era como aquella, se dijo. Acarició aquella piel tan suave con aire indeci­so. Sí, su, hijo estaba allí. Un niño, había dicho ella. ¿Podría es­tar tan segura? Claro, ahora se podía hacer análisis y explora­ciones. Posó la mano sobre e! vientre y de pronto notó que algo se movía. Apartó la mano como movido por un resorte.
Miley se había despertado al sentir e! primer roce de sus de­dos, quedándose fascinada al ver la expresión de su cara. Pero aquella última reacción la hizo reír:        '
-¿Qué ha pasado? -preguntó Nick.
-Que e! niño se ha movido.
-¿Movido? -repitió él, posando la mano en e! vientre otra vez.
Apretó un poco y volvió a suceder. Se echó a reír. Suavemente. Alegremente.

-Cuando crecen más, dan patadas -le explicó Miley-, El médico dice que cuanto más activos son, es que están más sa­nos. Y este se mueve mucho.
-No había visto nunca a una mujer embarazada de esta forma.
-No me molesta que me mires -murmuró ella, encantada de ver cómo estaba reaccionando.

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