sábado, 25 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 19



Demi tomó impulso, montó al caballo y palmeó su cuello sin dejar de hablarle. En lugar de ponerse tenso, Satin parecía interesado en lo que le decía. Golpeándolo suavemente con los talones, lo puso al paso y luego al trote. Confiada ante la reacción del caballo, alabó su buen comportamiento para estimularlo.

De pronto, totalmente concentrada en su tarea, supo que algo iba mal. La silla empezó a deslizarse hacia un costado, haciendo perder al caballo las sensaciones de la presión de sus piernas. Todo sucedió en un instante. Demi y la silla acabaron en tierra mientras, asustado, Black Satin se encabritaba y pateaba el aire con los cascos delanteros.
Mientras se ponía en pie, Demi vio que Joe estaba a punto de saltar la valla.
—Limítate a mantener a Ryan alejado de la valla —dijo en tono imperativo mientras se acercaba al asustado semental—. Deja que trate de calmar a Satin.

Una combinación de adrenalina y miedo recorrió el cuerpo de Joe mientras agarraba con todas sus fuerzas la parte alta de la valla. Si el caballo trataba de cargar contra Demi, ¿podría sacarla a tiempo de allí?
Asombrado, vio que Satin dejaba sus agitados movimientos y movía la cabeza de un lado a otro mientras escuchaba el murmullo de la voz de Demi. Cuando lo tomó por la brida, se tensó un momento, pero enseguida se relajó, como si entendiera lo que le estaba diciendo.

—Ve por otra silla, Joe —dijo Demi mientras acariciaba el cuello del caballo.
—No —el corazón de Joe aún latía con fuerza contra sus costillas, y no creía que pudiera sobrevivir a otro episodio como aquel—. Espera hasta mañana, cuando esté más calmado.
—Tiene que comprender enseguida que no hay nada que temer. Ve por la silla.
Contra su voluntad, Joe hizo lo que le pedía.
—No tienes por qué hacer esto —dijo mientras se la entregaba.
—Sí tengo que hacerlo —sus manos se tocaron y se miraron unos segundos—. No va a pasarme nada. Te lo prometo.
Joe no creía haber hecho nunca nada tan difícil como permanecer al margen mientras Demi volvía a pasar por el mismo proceso con el caballo. Contuvo el aliento cuando este irguió las orejas y giró los ojos mientras Demi lo montaba. Pero una vez que Satin comprendió que no iba a suceder nada más, se relajó.

Para cuando Demi devolvió al semental a su casilla en el establo, Joe se sentía agotado. Nunca había experimentado tanto miedo como cuando la había visto caer. Y nunca se había sentido tan impotente. Si Demi no hubiera podido levantarse rápidamente, sabía que no habría podido llegar a tiempo de sacarla de debajo de los cascos del caballo.

Cuando Demi volvió al corral, la recibió con los brazos abiertos y ella se refugió en ellos de inmediato. El incidente la había alterado más de lo que habría querido reconocer. Su pequeño cuerpo temblaba, y se aferró a él como si las piernas no la sostuvieran.
Joe la estrechó con fuerza entre sus brazos.

—Me has dado un susto de muerte. ¿Qué ha pasado?
Antes de que ella pudiera responder, Ryan corrió hasta ellos.
— ¿Estás bien? —preguntó, preocupado.
Demi acarició la mejilla del niño.
—Estoy perfectamente, cariño.
Joe pasó un brazo por sus hombros y tomó a Ryan en el otro. Permanecieron en silencio unos momentos, abrazados.
—Vamos a ver esa silla —dijo Joe finalmente, y dejó al niño en el suelo.
—Se ha roto la cincha —explicó Demi.
Entraron al corral, donde la silla aún yacía en el polvoriento suelo. Joe la colocó sobre lo alto de la valla y examinó la cincha.
—No se ha roto sola —miró a su alrededor al notar una vez más que alguien los observaba. Casi pudo oler el odio—. La han cortado.

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