En un patio en el que había una fuente en el centro, Joe la tomó
entre sus brazos y la besó lentamente, hasta hacerla sentir mareada y excitada.
Agarrados de la mano, subieron por una escalera de mármol blanco
y, al llegar ante una enorme puerta, Joe tomó a Demi en brazos.
-Estás preciosa con ese vestido... pareces recién salida de un
cuento de hadas -le dijo entrando en la habitación y depositándola en una cama
con dosel.
Al tumbarse y mirar hacia arriba, Demi vio que el techo estaba
pintado con todas las estrellas del universo.
-Qué bonito -suspiró.
-Sí, desde esa cama se ve el mundo entero -contestó Joe
desprendiéndose de la casaca militar-. Sin embargo, me temo que tú no vas a
tener tiempo de fijarte mucho en el mapa de las estrellas hasta mañana por la
mañana -sonrió volviéndola a besar.
-¿Es una promesa? -dijo Demi completamente excitada.
-Ven aquí...
Demi se levantó de la cama y fue hacia él, que le quitó
delicadamente la tiara de perlas, le bajó la cremallera del vestido, que cayó
al suelo, y la abrazó por detrás.
-Es usted perfecta, alteza -suspiró acariciándole los pezones y
haciéndola estremecerse de placer.
Demi dejó caer la cabeza hacia atrás y la apoyó en su hombro,
momento que Joe aprovechó para besarla en el cuello.
-¿Alteza? -repitió Demi algo confusa.
-Princesa, mi princesa, mi preciosa princesa -contestó Joe-. El
título es regalo de mi padre.
Joe le estaba quitando la camisola de seda, que al deslizarse
por su piel iba dejando un reguero de pasión sin límites y Demi sintió una
punzada de deseo en la entrepierna que la hizo estremecerse pues nunca había
sentido nada tan fuerte.
-No me lo esperaba.
-Te lo mereces, tú te lo mereces todo eso y mucho más -contestó
Joe con voz ronca-. Has pasado mucho desde que yo entré en tu vida, aziz.
-No todo ha sido malo -admitió Demi.
-Todo debería haber sido bueno -dijo Joe
quitándose la camisa.
Demi no se podía concentrar en la conversación porque Joe la
había vuelto a depositar en la cama y la estaba acariciando con tanto cariño,
como si fuera una diosa, que la cota de placer era increíble.
-Esta noche es para ti, para que disfrutes -dijo Joe lamiéndole
los pechos-. Estoy a tu servicio.
Demi sintió que se derretía y, al mirarlo a los ojos, el corazón
comenzó a latirle aceleradamente. Le vibraba todo el cuerpo y, cuando Joe
volvió a apoderarse de su boca y comenzó a recorrer toda su anatomía con absoluta
devoción, Demi comprendió lo que era hacer el amor de verdad.
Joe deslizó su lengua por su abdomen y sus caderas, le separó las piernas y se
concentró en el centro de su feminidad, haciendo que Demi disfrutara más allá
de lo que jamás habría imaginado posible.
-Ahora... -le dijo tomándola de las caderas e introduciéndose en
su cuerpo-. Jamás había sentido algo tan intenso...
-Oh, Joe... -murmuró Demi con la respiración entrecortada.
Sorprendiéndola, Joe le dio la vuelta, la colocó de rodillas y
volvió a penetrarla por detrás. Aquello desconcertó a Demi, que, sin embargo,
pronto se dejó llevar por la maravillosa sensación de sentirlo dentro y se
dedicó a gozar.
Juntos alcanzaron un climax explosivo y, cuando Demi abrió los
ojos, se encontró entre los brazos de Joe, que la abrazaba con fuerza.
-No quiero separarme nunca de ti. Qué suerte hemos tenido de
encontrarnos, aziz-
Saciada y encantada, llena de amor y de gozo, sin embargo Demi
estaba perpleja ante un hecho que había tenido lugar mientras hacían el amor.
-¿Te has puesto preservativo? -le preguntó a Joe.
-Sí, no quiero volver a dejarte embarazada.
-¿Y eso? Yo creía que aquí os gustaba tener muchos hijos.
-No podría volver a soportar verte dar a luz. Me da mucho miedo
que te ocurra algo -confesó Joe.
Demi sonrió encantada, pues durante semanas había creído que Joe
la valoraba, sobre todo, por su capacidad de darle hijos y ahora le acababa de
demostrar que no era así.
-¿Eso es por lo que le ocurrió a tu madre? Jahan me lo ha
contado.
-Sí, yo no te quise contar nada mientras estabas embarazada
porque me pareció de mal gusto.
A pesar de que lo estaba pasando fatal, había conseguido
guardarse sus miedos para él, no los había descargado sobre ella.
Aquella prudencia y aquel tacto emocionaron sinceramente a Demi,
que ahora que había comprendido que Joe se había preocupado seriamente por su
salud había decidido que quería tener, por lo menos, dos hijos más.
-Ésta es nuestra noche de bodas y la conversación se está
poniendo demasiado seria, ¿no? -dijo Joe besándola de nuevo.
-Tú siempre eres serio -contestó Demi.
-Durante estas semanas que vamos a estar juntos, te darás cuenta
de que hay otros aspectos de mi personalidad que no conoces.
-¿Semanas? ¿Vamos a estar juntos unas cuantas semanas?
-Sí, seis para ser exactos -sonrió Joe.
-¿Y eso? -preguntó Demi encantada.
-Bueno, me parece obvio que tienes que aprender muchas cosas de
protocolo y de historia de mi país y, ¿qué mejor profesor que yo? Tampoco
estaría mal que aprendieras un poco más de árabe, ¿no? También te puedo enseñar
a bailar y a montar a caballo...
-Y yo seré una alumna ejemplar...
-¡Pues todavía queda lo mejor! Por las noches, me enseñarás tú a
mí lo que te gusta y yo te enseñaré lo que me gusta a mí -añadió Joe
acariciándole de manera inequívoca la cadera.
-No sé si con todas esas actividades que me tienes preparadas
voy a tener fuerzas... -bromeó Demi.
-¡Ya sacaremos tiempo, aziz¡ Aunque nos tengamos que quedar aquí
para siempre
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