Nick estaba a su
lado. Los libros de contabilidad cayeron al suelo cuando la cogió de las muñecas
y la obligó a tumbarse.
-Nunca te haría
eso -le dijo bruscamente-. ¡Nunca! ¡Qué clase de hombre te crees que soy! .
A Miley se le
llenaron los ojos de lágrimas.
-Me haces daño
-murmuró con voz entrecortada. Aflojó la presión, pero no le soltó las muñecas.
-Perdona. No he hecho nada bien, ¿verdad? Te he dejado embarazada, te obligué a
casarte sin decirte la verdad sobre mi...
además te echo la culpa a ti.
Miley cerró los
ojos. Las lágrimas rodaron por sus mejillas. No llores-murmuró él-. Perdóname,
lieveling perdóname...
Se lo repitió
una y otra vez, acariciándole las húmedas mejillas con los labios. Le abrió la
boca dulcemente y tomó posesión de, ella mientras le cogía la cara entre las
manos. Se echó sobre ella, apoyándose en los antebrazos 'para no lastimada con
su peso. El corazón le latía muy deprisa, y respiraba agitadamente. ¡La deseaba!
.
Miley le notó
temblar contra sus caderas. Ella no había querido que aquello ocurriera; no
había querido acceder a algo puramente físico. Pero hacía meses que no conocía
la posesión de aquel cuerpo fuerte y experto; y sus labios la estaban volviendo
loca con' aquella ansia. Le rodeó el cuello con los... brazos.
-Déjame hacerte el amor, Miley -susurró
él, quitándole el vestido.
Ella quería
parar. Pero Nick la acariciaba, la besaba, haciendo que los besos fuesen más y
más profundos. Se estremeció y apretándose más contra él, se aferró a sus
hombros gimiendo.
-Sí --dijo él
con voz temblorosa-. Sí.
-¿Aquí?
_preguntó Miley con un último resto de cordura. -¡Aquí! exclamó Nick.
Fue como aquella
mañana en México. Los movimientos de Nick eran muy lentos, llenos de ternura y
delicadeza. La acarició con manos temblorosas, guiándola.
Cuando empezó a
poseerla, Miley abrió mucho los ojos y exclamó alarmada:
-¡Nick!
-Suhh -murmuró
él.
Sus movimientos
eran tan cuidadosos que no podía perjudicar al niño.
-¡Oh! -exclamó. Miley.
-Muévete conmigo
-le dijo él-. Toma mi cuerpo y dame el tuyo. Sé mi amante. .
-¡Te... quiero!
-gimió Miley-. ¡Te quiero!
Aquellas
palabras hicieron que Nick perdiera totalmente el dominio de sí. Al ver la
expresión con que le miraba' se derribaron las últimas barreras. Oyó sus
gemidos, sintió cómo su cuerpo ardía. Las dulces explosiones que estremecían su
interior eran mucho más intensas que toda la pasión que había conocido hasta
entonces con las' mujeres.
Después se
quedaron tumbados el uno al lado del otro.
Nick le
acariciaba el cuerpo muy despacio.
-¿Dani? murmuró.
-¿Sí?
-No... tenía
intención de hacerla dijo él tras un titubeo-.
No lo había
planeado.
-Ya lo sé
-replicó Miley.
Le besó en los
párpados, en las cejas, en la nariz, en las mejillas, en la boca, en la
barbilla...
A Nick le
encantó sentir sus labios suaves en la piel. Sonrió, sintiéndose saciado,
querido. Eso era, mucho más profundo que la simple y breve unión de dos
cuerpos. Le acarició el vientre y notó cómo se movía el niño.
Da patadas
-dijo, riéndose-. Ya no es como el aleteo
de un pájaro.' .
-El médico dice
que es muy fuerte replicó ella.
Nick levantó la
cabeza y se le quedó mirando la nariz. En algún momento de los últimos
ardientes minutos le había quitado las gafas. Miró a su alrededor y las vio
encima de una mesita de café.
-No me acordaba
de en dónde las había puesto -le explicó, dándole un beso.
Le acarició los
pechos y añadió
-¿Me vas a dejar
ver cómo alimentas al niño? ¿Eh? -Sí -repuso Miley, sonrojándose.
-Miley, tú
también sientes como una especie de suaves explosiones en tu interior!
-Sí. -murmuró
ella, aferrándose a él-. No sabía que...
-Nunca había
sido así para mí. Nunca como contigo.
Sí; pero en algo únicamente físico, pensó Miley
tristemente. Sin embargo, era mejor que nada. Al menos era -un comienzo.
Fueron a Chicago
el lunes, después de que Nick hablara por teléfono con el doctor Carter para
asegurarse de que no era peligroso para Miley hacer el viaje. Estaba atento a
cada paso que daba. Era casi divertido lo preocupado que estaba, por ella.
Divertido... y muy halagador; Quizá le estaba cogiendo cariño, al menos.
No había vuelto
a hacer el amor; Adoptaba una actitud protectora y tierna, pero no había vuelto
a acariciarla como un amante. Miley se preguntaba por qué, pero prefería no
preguntárselo. Hacía tiempo que había decidido aceptar lo que él pudiera darle
sin pedir nada más, Había aprendido a vivir con él. . Y ahora ya no podía
dejarle marchar.
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