martes, 7 de agosto de 2012

Unas Locas Vacaciones Cap 5




Miley apartó la cabeza. Prefería no verle. Era un hombre muy sensual, demasiado para una mujer que casi no sabía nada del sexo opuesto. Tenía que darse cuenta de su ingenuidad, y seguramente era algo que le divertía; pensó amargamente.

Al ver su expresión, Nick hizo un gesto de disgusto. ¿Por qué tenía que mirarle siempre con aquella cara de niña desvalida? Le molestaba. Se había cortado el pelo, ¿no? Estaba favorecida, pero ¿por qué demonios estaba envuelta en aquel chal? Todavía no había conseguido verla sin algo 'que no la cubriese desde el cuello hasta los pies. Frunció el ceño. Seguro que tenía el pecho plano y no quería que nadie se fijase. ¿Por qué no se daba  cuenta de que con sus intentos de disimularlo, sólo conseguía atraer más la atención sobre ello?

Se la quedó mirando con los ojos entrecerrados. Bonitas piernas y bonitas caderas también. Cintura de avispa. Y el chal. Había dicho que le hacía falta adelgazar, pero Nick no conseguía saber de dónde. A él le parecía perfecta.
Era sólo una mujer, pensó. Únicamente una aventura más. ¿Es que no iba a aprender nunca? ¿Acaso no había pagado ya por un gran amor? Un gran amor, pensó amargamente. Un capricho que le había costado todo lo que le importaba en la vida. Su casa, su porvenir, los ahorros que sus padres habían sacrificado para darle...

Apartó los ojos y contempló el mar. 'Después se volvió de nuevo a mirarla, esbozando una sonrisa. Aquella era una clase de mujer que no le resultaba familiar. Se dio cuenta de que le inspiraba curiosidad.

Avanzó hacia ella y Miley le vio por el rabillo del ojo. Sintió que el pulso le estallaba. No, rogó mentalmente, cerrando los ojos. «Vete, por favor. No me des esperanzas. No te acerques a mí. Me haces sentirme vulnerable, yeso es justamente lo que no quiero ser».
 -No te va a dar mucho el sol con eso puesto --':'le dijo Nick, tumbándose a su lado.
-No quiero quemarme -repuso ella con voz ahogada.
-¿Sigues enfadada par lo que te dije anoche? -preguntó él con una sonrisa.
-Un poco.  , Nick le quitó las gafas de sol para poder apreciar la expresión de sus ojos. Era un hombre muy seguro de sí yeso se veía. Precisamente por esa razón Miley le tenía miedo.

-No pretendía burlarme de ti -dijo bruscamente-. No estoy acostumbrado a las mujeres. He vivido mucho' tiempo sin ellas.
-y no te caen bien -replicó Miley.
-De vez en cuando. En la cama -le espetó él. Soltó una risita al verla sonrojarse.
-¿No me digas que te da vergüenza lo que te digo? -continuó en tono' irónico--. Estoy seguro de que el tipo de libros que has traído cuentan los detalles con toda crudeza.
-No es lo que estás pensando -protestó ella.
Tenía una vulnerabilidad a la' que Nick no estaba acostumbrado. Pero debajo había acero. Le daba la impresión de que bajo aquella timidez escondía un carácter tan decidido como el suyo.
-¿Te doy miedo?
-Sí... No he tenido mucho trato con hombres. No soy una mujer muy experimentada.
-¿Efes siempre tan sincera?
-no me gusta que me mientan, así que trato de no decirle mentiras a nadie. '

-¿Es tu regla de oro? -preguntó Nick, acariciándole suavemente el' pelo.
Se dio cuenta de que brillaba como Una piel de visón.
-Me gusta tu corte de pelo -añadió.

-Me daba mucho calor llevarlo largo -balbuceó ella.
No estaba acostumbrada a que la acariciasen, y aquel hombre tenía algo magnético. Le resultaba tremendamente inquietante tenerle tan cerca. La hacía experimentar sensaciones que no sentía desde la adolescencia, una ansiedad mezclada con miedo y con deseo.
-¿Por qué te has puesto eso? -preguntó él, señalando el chal.
Miley tragó saliva.

,.-Yo... no... Pero... -tartamudeó.
-Anda, quítatelo -dijo Nick-. Quiero ver cómo eres.
Había un pasaje parecido en la última novela de su autora preferida. Se había quedado sin aliento al leerlo. Pero esto era real, y el brillo de aquellos ojos negros la hizo estremecerse. Olvidó, por qué se había puesto el chal y dejó que Nick se lo quitara.

-Dios mío -exclamó, él al descubrir qué era" lo que ocultaba. Miley volvió a sonrojarse, sintiéndose como una adolescente azorada.
-¿Pero por qué? -preguntó Nick.
Ella se movió nerviosamente.
-Es que... los hombres se me quedan mirando...
-¡No me extraña! ¡Eres maravillosa!
Nadie la había dicho nunca una cosa así. Le miró fijamente a los ojos, pero no vio ninguna burla en ellos.
-¿Por eso llevas siempre esas blusas tan holgadas?
Ella asintió con un suspiro.

-Los hombres parecen creer que las mujeres que están... bien dotadas tienen todas unas costumbres muy relajadas. Me da vergüenza que se me queden mirando. .
-y yo que 'pensaba que tenías el pecho plano -dijo Nick, sonriendo.
-Pues ya ves que no.
-No hace falta que te cubras otra vez -le dijo él, tumbándose:--. Yo me encargo de alejar a tus admiradores.
Miley se sintió halagada. Y asustada. ¿Esperaría algún privilegio por aquella protección?
-Sin condiciones -murmuró él con los ojos cerrados-.
Quiero descansar, no tener un apasionado idilio.
-Lo mismo que yo -replicó Miley con aire apesadumbrado--. No sabría cómo tenerlo.
-¿Eres virgen?
-Sí.
-Cosa rara en estos días
-Es que creo en el príncipe azul. .

-No lo dudo, teniendo en cuenta lo que lees –repuso Nick, estirándose.
Miley se quedó extasiada al ver cómo se le marcaban todos los músculos.
Nick abrió los ojos y se sintió extrañamente conmovido al ver su expresión de arrobamiento.' Apostaría el sueldo de todo un año a que nadie la había acariciado ni siquiera del modo más inocente, pensó. Se preguntó cómo sería cuando la dominase la pasión, si los ojos le brillarían, si se relajaría y confiaría en él. Frunció el ceño ligeramente. Sólo una vez le había dedicado tiempo a una mujer, pero aquellos días ya los había olvidado. Sin embargo, sintió de pronto un ansia de acariciar a aquella criatura que estaba a su lado y enseñarle cómo se hacía el amor. Cómo se acariciaba.

Aquel pensamiento hizo que su cuerpo sufriera una súbita reacción.
Se dio la vuelta y. se apoyó sobre el estómago; asombrado por aquella inesperada ansiedad. ¿Sería una bruja? ¿Sabría lo que le estaba ocurriendo? No, decidió. De haberlo sabido, sus mejillas virginales lo habrían hecho bien patente. Seguro que no tenía ni idea de lo que les sucedía a los hombres. Sonrió para sí al pensarlo.

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