Demi suspiró satisfecha mientras, apoyada en la valla,
contemplaba a Black Satin corriendo por el pasto con la cola alta, amo y señor
de sus dominios. Pero se sobresaltó cuando un par de musculosos brazos la
rodearon por la cintura. Estaba tan concentrada observando al caballo que no
había oído a nadie acercándose.
—Será mejor que te apartes —advirtió—. Guardo una escopeta en
Daisy que puede transformarte de semental en percherón en un abrir y cerrar de
ojos. Y sé cómo usarla.
—No serías capaz de hacerle eso al tipo que te regaló esa
escopeta y te enseñó a usarla, ¿verdad? —susurró el hombre junto a su oído.
— ¡Cooper! —Demi se volvió entre sus brazos. Alborozada al ver a
su hermano, lo abrazó estrechamente—. ¿Cuándo…? ¿Cómo…?
—Frena el carro, hermanita —dijo él, riendo—. Pasé por la casa
de Cal Reynolds en Houston y me dijo dónde encontrarte.
Demi volvió a abrazarlo.
—Me alegro tanto de verte. ¿Cuánto tiempo puedes quedarte?
Cooper se encogió de hombros y miró a lo lejos.
—Ya me conoces. Siempre en pos del próximo rodeo.
Feliz por ver a su hermano por primera vez en varios meses, Demi
no dejó que nada ensombreciera su ánimo.
—No quiero pensar en eso ahora. Estás aquí y eso es todo lo que
importa.
Cuando se encaminaron hacia la casa, Cooper preguntó.
— ¿Crees que al capataz le importará que me aloje en los
barracones un par de días?
Demi dudó. Brad no pondría objeciones, pero por el modo en que Joe
la había evitado desde el viaje que hicieron a Amarillo la semana anterior, no
estaba segura de cómo reaccionaría.
—No creo que haya problema.
Cooper se detuvo y la miró con el ceño fruncido.
— ¿Te ha estado dando la lata alguien últimamente?
—Nada que no pueda manejar por mi cuenta.
—Sólo tienes que decírmelo, hermanita —Cooper simuló golpearla
en la barbilla—. Ya sabes que soy muy capaz de poner en su sitio a quien haga
falta.
Demi sonrió mientras simulaba tambalearse hacia atrás. En ese
momento oyó que la puerta de la casa se cerraba de golpe. Al volverse, vio que Joe
se acercaba a ellos como si fuera un toro embistiendo.
— ¿Es ése el que te está dando la lata? —preguntó Cooper.
—No exactamente…
Inmediatamente dispuesto para la lucha, Cooper la tomó por un
brazo y la colocó a sus espaldas.
—Deja que yo me ocupe de esto.
— ¿Tienes algún asunto pendiente por aquí? —preguntó Joe en tono
claramente amenazador cuando los alcanzó.
—Puede que sí —replicó Cooper—. Pero eso no es asunto tuyo.
—En este lugar no pegamos a las mujeres.
Cooper se encogió de hombros.
—Donde yo vivo tampoco.
Demi miró de un hombre al otro. La situación era explosiva. Joe
estaba tan enfurecido como un oso con el trasero lleno de perdigones y Cooper
había adoptado la actitud de Rambo. Si no hacía algo pronto, se iba a armar una
gorda.
—Relajaos…
—Mantente al margen —dijeron ambos hombres al mismo tiempo.
Demi se situó entre ellos.
— ¡Basta ya! ¡Los dos! —apoyó una mano en el pecho de cada uno
para mantenerlos separados—. ¿Sabe alguno de los dos con quién está a punto de
pelear? ¿O por qué?
Ninguno de los dos contestó mientras se fulminaban con la mirada
por encima de su cabeza.
—Lo suponía —Demi se volvió hacia Cooper—. Por si te interesa
saberlo, este es mi jefe, Joe Jonas —dedicó a Joe la misma mirada mordaz—. Y me
gustaría presentarte a mi hermano, Cooper Lovato —se apartó de en medio y alzó
los brazos en el aire—. Y ahora, por mí podéis pegaros hasta caer sin sentido.
Ambos hombres la observaron mientras se alejaba hacia la casa
como si fuera un general en un campo de maniobras. Luego se miraron con
cautela.
Demi fue el primero en hablar.
—No te había reconocido. Desde los asientos no se distingue
demasiado bien el rostro de los participantes en un rodeo, y cuando te he visto
golpear a Demi en la barbilla…
—No te preocupes por eso —Cooper sonrió—. Es agradable saber que
alguien cuida de mi hermanita cuando no estoy cerca.
Joe sonrió y le ofreció su mano.
—Bienvenido al Rocking M.
— ¿Aún disgustada, hermanita? —preguntó Cooper desde la valla
del corral en el que estaba Demi.
Ella terminó de cepillar a Satin antes de volverse.
—Sí y no.
Cooper se echó atrás el sombrero con el pulgar.
—Aún estás enfadada conmigo. Pero me perdonas porque soy tu
hermano y soy tan adorable como un osito de peluche, ¿verdad?
— ¡Ja!
Demi abrió la puerta del pasto y palmeó la grupa de Satin para
que pasara. Luego se acercó a su hermano y lo miró atentamente. Su voz había
sonado demasiado despreocupada, y su sonrisa resultaba un tanto forzada.
— ¿Por qué has venido realmente, Cooper?
Él dejó de sonreír y apartó la mirada.
—Tal vez solo porque quería ver a mi hermanita.
—Sí, claro. ¿Por qué no te pones un tutú, sacas la varita mágica y me cuentas un cuento de hadas?
Cuando Cooper se decidió a mirarla, sus ojos azules habían
adquirido una expresión sombría. Demi solo lo había visto así una vez: la
mañana en que le dijo que su madre se había ido.
— ¿Cooper?
— ¿Hay algún lugar en el que podamos hablar?
Un cuarto de hora después estaban sentados junto al riachuelo.
Cooper permaneció unos minutos pensativo antes de animarse a hablar. Demi se
limitó a esperar. Las cosas siempre habían sido así entre ellos.
— ¿Te has preguntado alguna vez qué harías si tuvieras que dejar
de adiestrar caballos? —preguntó finalmente.
—Lo cierto es que no lo he pensado mucho —contestó Demi—. Pero
supongo que trataría se seguir de algún modo en el mundo de los caballos.
Sus esperanzas aumentaron al anticipar lo que su hermano estaba
a punto de decirle. Llevaba años rogando para que llegara el día en que dejara
de competir, de apostar con el destino.
—Nunca he pensado mucho más allá del siguiente rodeo, pagar la
inscripción y superar mi tiempo anterior —continuó Cooper—. Montar toros y
caballos ha sido mi vida durante los últimos doce años. Es todo lo que sé hacer
—cuando miró a Demi, sus ojos reflejaron la angustia que sentía—. Voy a tener
que dejarlo, hermanita.
— ¿Cómo has llegado a tomar esa decisión? —pregunto ella,
sabiendo que tenía que haber sido devastador hacerlo.
—He perdido el nervio —Cooper miró a lo lejos—. Últimamente he
estado cerca varias veces.
— ¡Oh, Dios mío!
Cooper pasó un brazo por los hombros de Demi.
—Tranquila, cariño. No debería haberte dicho nada. Aún te altera
hablar de eso, ¿verdad?
—Siempre me alterará —Demi se apartó de él y lo miró con
ansiedad—. ¿Cuándo piensas dejarlo?
—La próxima semana, en el rodeo de Amarillo.
— ¿No vas a esperar hasta el final de la temporada?
—Estoy demasiado abajo en las listas como para acceder a la
final de este año, y cada vez cuesta más conseguir el dinero para la
inscripción —Cooper trató de sonreír—. No tiene sentido invertir el dinero en
una causa perdida.
Todos los vaqueros que se dedicaban al rodeo tenían un espíritu
competitivo elevadísimo, y Demi sabía cuánto debía haberle costado a su hermano
hacer aquella confesión.
—Creo que has tomado la decisión correcta. Solo un tonto sigue
jugando cuando sabe que la partida ha terminado.
—Eso pienso —Cooper tomó una hoja de hierba y mordisqueó un
extremo pensativamente—. ¿Vas a venir a ver mi última participación?
Fue el turno de Demi de mirar a lo lejos.
—Sabes que no puedo hacerlo.
Permanecieron en silencio varios minutos antes de que Cooper
volviera a hablar.
—No puedes seguir culpando al rodeo por todas las cosas que te
han ido mal en la vida. Mamá nos dejó porque siempre quería algo más y mejor.
Habría dado lo mismo dónde hubiéramos vivido o lo que papá hubiera hecho para ganarse
la vida. Nunca se habría sentido satisfecha —arrojó la hoja de hierba al arroyo—.
Creo que papá siempre supo que un día se iría. Simplemente no sabía cuándo.
—Pero de no ser por el rodeo, él y Dan seguirían vivos —dijo Demi,
enfadada.
Cooper movió la cabeza.
vanne estuvo super interesante... diga lo que diga joe el se muere por demi ojalá que ryan los una oque ellos se den cuenta de una vez lo uqe sienten el uno por el otro.
ResponderEliminarsigue subiendo capis de esta nove, y sigue subiendo mas noves JEMI... bye besitos y cuidate...!!!