-¡He sido tan boba! Si me hubieras dicho que me querías, yo te
habría dicho que te quería también -añadió Demi desabrochándole la corbata.
-¿Entonces solamente tengo que decirte que te quiero? -contestó
Joe con la respiración entrecortada.
-Sí, y yo te digo que yo también te quiero, ¿Qué te parece? Te
he querido desde la primera vez que te vi en aquella moto cuando casi te
llevaste a Squeak por delante.
A continuación, mirándose a los ojos, Joe se dio cuenta de que
Demi sonreía encantada y ella se dio cuenca de que Joe estaba exultante de
felicidad.
-Yo creo que yo también me enamoré de ti en aquel mismo
instante. De verdad que no entiendo cómo puedes quererme cuando he cometido tantos
errores -se lamentó Joe.
-Te quiero y punto.
-Yo creía que te habías casado conmigo solamente porque te
habías quedado embarazada.
-Yo también creía que tú te habías casado conmigo por lo mismo.
-Pero la primera vez que te lo pedí, en el castillo, todavía no
estabas embarazada -le recordó él.
-No, pero entonces creí que lo hacías porque te sentías culpable.
Joe la abrazó con fuerza.
-Admito que me sentía culpable, pero aquella propuesta nació del
amor y del deseo. Desgraciadamente, aquel día no entendí a mi propio corazón y,
cuando te acusaron de robo, me dejé llevar y eso me alejó de ti. Si eso no
hubiera ocurrido, al cabo de unos días me habría dado cuenta de que eras la
mujer con la que quería pasar el resto de mi vida, pero te decepcioné...
-No insistas en eso -lo reprendió Demi poniéndole un dedo sobre
los labios.
-Te quiero tanto -dijo Joe besándola.
Dieciocho meses después, Demi estaba en la habitación de Tazeem,
que por fin se había quedado dormido.
Aquel día, los príncipes habían dado una gran fiesta para el
personal de servicio y sus vecinos y todos lo habían pasado en grande. El rey
Hafiz, que últimamente iba mucho por el castillo escocés en el que vivían su
hijo y su nuera, se había reído de lo lindo con los payasos que habían
contratado para entretener a los más pequeños.
Incluso los mellizos, Amir y Bisma, que dormían apaciblemente en
la habitación de al lado, había aguantado toda la fiesta.
Su llegada había sido una completa sorpresa y ahora los niños
tenían dos meses y hacían las delicias de sus padres. Joe lo había pasado un
poco mal durante el parto, pero pronto se había repuesto.
El último año y medio de casados había sido la gloria para Demi
pues estaba segura de contar con el amor y la admiración de su marido y ahora
ya no tenía que preocuparse constantemente por ser la esposa perfecta.
Su hermano Daniel había terminado el doctorado y estaba
trabajando en un proyecto de conservación en el Golfo Pérsico, lo que le
permitía ir a Dhemen a visitarla cuando quería.
Lo único que había empañado momentáneamente su felicidad había
sido que no había podido hacer las paces con su padre. Angus Ross le había
devuelto sin abrir todas las cartas que le había enviado y había muerto
repentinamente de un infarto seis meses atrás.
Daniel y ella habían ido a su entierro con la conciencia bien
tranquila porque habían intentado hacer las paces con su progenitor
Ahora, Demi disfrutaba y valoraba más que nunca del amor, la
bondad y el apoyo que había encontrado en la familia de Joe.
-Tenemos dos niñeras y un montón de personal de servicio, pero,
¿por qué sabía yo que te iba a encontrar aquí? -sonrió Joe desde la puerta.
-Exactamente en el mismo lugar donde te encuentro yo a ti muchas
veces —sonrió Demi-. ¿Se ha acostado ya tu padre? -añadió abrazándolo de la
cintura y caminando a su lado hacia su dormitorio.
-Sí -contestó Demi-. Les he dicho a los payasos que tienen que
volver para su cumpleaños porque hacía años que no veía reírse tanto mi padre.
Muchas gracias -añadió mirándola con cariño-. A mi padre nunca le ha gustado
viajar, pero tú le haces sentir tan a gusto en esta casa, que por eso viene tan
a menudo.
-Me alegro.
-Me encanta estar casado contigo -sonrió Joe con voz ronca
mientras la agarraba de la cintura.
-¿De verdad? -contestó Demi con una sonrisa provocadora y
femenina.
-Me vuelves loco -le aseguró Joe acariciándole las caderas.
-Yo también te quiero mucho -contestó Demi pasándole los brazos
por el cuello.
Joe se inclinó sobre ella y la besó y Demi se estremeció de
deseo. A continuación, Joe le dijo lo feliz que era a su lado y cómo su vida no
tendría sentido sin ella y sin los niños.
Demi lo escuchó mientras Squeak bostezaba sin parar pues ya
había visto aquella escena muchas veces, así que se fue a dormir a su cesta,
situada en la habitación de al lado.
Fin
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