Demi trató de fijar la mirada en algo… en cualquier cosa por
encima de su cintura. Sus oscuros ojos marrones la retenían cautiva y, como si
fuera una criatura nocturna atrapada por una luz, no tuvo voluntad para volar y
alejarse.
Se humedeció los labios.
—Deberíamos irnos.
—Desde luego —dijo él, y a continuación alzó una mano para
frotar con el pulgar una gota de agua de la comisura de los labios de Demi.
Ella se estremeció cuando vio que inclinaba la cabeza para
besarla. Acarició con lentitud y a conciencia sus labios antes de hacerle
entreabrirlos para penetrar en el interior de su boca con la lengua.
Cuando la moldeó contra sí, Demi sintió que en su alma
estallaban fuegos artificiales. La sensación de sus pechos presionados contra
él y la firmeza de la evidente excitación de Joe, hicieron que una oleada de
deseo recorriera sus venas. Apartó a un lado todo pensamiento y dejó que sus
sentimientos tomaran el control.
Joe alzó una mano y tomó en ella la sensible carne de uno de sus
pechos. Le acarició el pezón con el pulgar mientras dejaba un rastro de
ardientes besos en su garganta.
—Será mejor que nos vayamos —murmuró—. Ryan se disgustará si no
consigue hoy su cachorro.
Demi recuperó la cordura con lentitud, hipnotizada por el sonido
de su ronca voz de barítono. Permitió que Joe la llevara junto a su caballo.
— ¿No vamos a caminar? —preguntó, sin aliento.
—No —él la tomó por la cintura y la subió a la silla sin ningún
esfuerzo. Luego se montó tras ella y la colocó sobre sus musculosos muslos.
El cuerpo de Demi se acaloró al sentir el íntimo contacto.
—Puedo ir andando —susurró.
—Ni hablar, cariño —Joe la sujetó con un brazo y puso el caballo
en marcha—. ¿Qué clase de caballero sería si te dejara caminar mientras yo
cabalgo?
El cálido aliento de Joe junto a su oído hizo que Demi se estremeciera.
Maldijo interiormente su debilidad.
—No sé qué te traes entre manos, Jonas, pero…
—Sólo te estoy dando una vuelta a caballo, querida.
—…ni siquiera nos gustamos.
—Tú sí me gustas a mí. Lo único que sucede es que no me fío de
ti —Joe le mordisqueó la parte trasera del cuello—. Pero eso no significa que
no podamos disfrutar el uno del otro mientras estás en el Rocking M.
Demi se mordió el labio inferior para no gemir, pero cuando las
palabras de Joe penetraron su aturdido cerebro, se puso rígida. Pasó una pierna
por encima del pomo de la silla y trató de librase de su brazo.
— ¡Suéltame, miserable reptil!
Sorprendido por su exabrupto, Joe tuvo que hacer malabarismos
para no caer con ella de la silla.
Frenó al caballo.
—No hasta que te calmes.
Demi dejó de luchar y le dedicó una mirada iracunda.
— ¿Cómo quieres que me calme si acabas de dudar de mi honradez?
Ponte en mi lugar, Jonas. ¿Cómo habrías reaccionado?
Joe sabía que habría tumbado de un golpe a cualquiera que
hubiera dudado. Pero no era su honradez la que estaba en cuestión.
—Utilizaste tus iniciales en nuestro contrato sabiendo que
pensaría que eras un hombre. Eso es lo mismo que un fraude, cariño.
— ¿Me habrías contratado si no lo hubiera hecho así?
—No.
—Son los hombres como tú los que me obligan a utilizar mis
iniciales en lugar de mi nombre completo.
Y eso no es ningún fraude. Son mis iniciales —Demi apoyó un dedo
con firmeza contra el pecho de Joe—.
Y deja que te aclare algo, vaquero. Pienses lo que pienses de
mí, no soy una mujer que tenga aventuras.
—El hecho de que la integridad de una bella mujer esté en duda
no es obstáculo para que un hombre la desee.
—Ya me he calmado —dijo Demi de repente—. Puedes soltarme.
Reacio, Joe dejó que bajara del caballo. Una vez en el suelo, ella se volvió a mirarlo.
—Me halaga que me encuentres atractiva, Jonas, pero resulta que
no creo en las relaciones sexuales separadas del amor —dijo, y a continuación
se encaminó hacia la casa.
Demi acababa de cepillarse el pelo cuando Ryan entró corriendo
en la habitación.
— ¿Vas a venir con nosotros? Te dejaré sostener a mi perrito.
Ella dudó.
— ¿Sabe tu padre que has venido a pedirme que os acompañe?
—Oh, sí. Ha dicho que podía hacerlo. ¿Estás lista?
—Supongo que sí —dijo ella, no queriendo decepcionar al niño.
Ryan la tomó de la mano y salieron juntos de la casa. Joe los
esperaba en el porche. Por la expresión del rostro de Demi dedujo que no estaba
muy convencida de acompañarlo a ningún lado después de su conversación de esa
tarde. Se inclinó hacia ella.
—Nunca habría pensado que fueras una cobarde —susurró, y rio
abiertamente cuando ella frunció el ceño y se encaminó con paso firme hacia el
todo terreno.
Unas horas más tarde, Joe no pudo evitar sentirse aturdido
mientras conducía desde la perrera municipal hacia el rancho. Whiskers había
accedido a tener un perro en la casa. ¿Qué haría cuando se enterara de que
había adoptado tres?
En algún momento de la tarde, y no sabía exactamente cómo, había
perdido el control de la situación. Entre los ruegos de Ryan y las caras de
pena de Demi, se había ablandado como una lata de aluminio en un torno.
Movió la cabeza. Debía estar suavizándose mucho con los años. Si
se lo hubieran pedido, habría sido capaz de adoptar todos los perros de Texas
para no decepcionarlos.
— ¿Me tomas en brazos, Demi? —Preguntó Ryan—. Betsy solía
hacerlo cuando me iba a quedar dormido.
Demi miró a Joe.
Él asintió.
—Ya estamos en los terrenos del Rocking M. No habrá mucho
tráfico.
Demi soltó el cinturón de seguridad de Ryan y lo tomó en brazos.
—Me gustas mucho —dijo el niño, acurrucándose contra ella—. Eres
muy suave.
Demi dedicó una mirada fulminante a Joe cuando este soltó una
risita irónica. Luego miró a Ryan, que se había quedado instantáneamente
dormido y lo besó en la frente.
— ¿Betsy era su niñera?
Joe negó con la cabeza.
—Betsy era la doncella de Nicole. Era una mujer decente, pero
apenas tenía tiempo para Ryan —toda traza de diversión desapareció de su rostro
cuando añadió—. Dudo que Nicole lo sostuviera más de una docena de veces en
brazos durante los cuatro años que lo tuvo.
—Pero era su madre.
Joe alzó una ceja.
—Conoces lo suficiente el ganado como para saber que solo por
dar a luz las vacas no crían a sus terneros. He visto a más de una rechazarlos.
—Sí, pero se supone que las personas somos diferentes al ganado.
La expresión de Joe se endureció.
—Si el instinto de criar no existe, poco se puede hacer al
respecto.
Demi tragó saliva. Aquello era algo que conocía muy bien por
propia experiencia.
— ¿Entonces por qué no…?
— ¿Traté de obtener la custodia de Ryan antes de la muerte de
Nicole?
Ella asintió.
—Hasta que mi esposa murió, yo ni siquiera sabía que tenía un
hijo —respondió Joe con amargura.
Demi lo miró, pero él siguió con la vista fija en la carretera,
tenso. No era de extrañar que desconfiara profundamente de las mujeres.
— ¿Y cómo pudo hacer eso?
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