martes, 7 de agosto de 2012

Errores Del Ayer Cap 5



Demi terminó de guardar su ropa en el armario y se volvió a contemplar su habitación. Unas cortinas indias a juego con la colcha de la cama enmarcaban las altas y antiguas ventanas. Sobre la cabecera había un «atrapa sueños» adornado con tiras de cuero y plumas de halcón para asegurar un plácido sueño al ocupante de la cama.

Sonrió. No era en absoluto una habitación femenina, pero el contraste de los brillantes colores con las paredes blancas le daban un ambiente amistoso y agradable.
—Justo lo opuesto a su dueño —murmuró mientras se encaminaba hacia las escaleras.
Siguiendo un delicioso aroma, acabó en la espaciosa cocina de la casa.
—Algo huele maravillosamente.
Whiskers se volvió para dedicarle una sonrisa carente de dientes.
—Espero que te guste el guiso de hija de… —sus arrugadas mejillas se tiñeron de rubor por encima de su barba blanca—… de ternera, quiero decir.
Demi rio y le palmeó el brazo.

—Lo llames como lo llames, estoy segura de que estará delicioso.
Whiskers sacó una bandeja de galletas del horno.
— ¿Qué te parece tu cuarto? Hace tiempo que no tenemos una dama por aquí, y puede que no sea todo lo elegante que debería.
Demi  tragó saliva. ¿Cuánto tiempo hacía que a nadie le preocupaba si le gustaba su dormitorio, o si tenía uno?
—Es perfecto —dijo—. Gracias.
Un niño de unos cinco años abrió la puerta de la cocina y entró corriendo con una caja en las manos.
— ¡Mira lo que he encontrado, Whiskers! —al ver a Demi  se detuvo en seco—. ¿Quién eres tú?
—Cuida tus modales, Ryan Jonas —dijo Whiskers en tono severo—. Ni siquiera has saludado a la señorita.
—Lo siento —dijo el niño, y sonrió amistosamente—. Hola, ¿quién eres?
Demi  rio cuando Whiskers suspiró, exasperado.
—Soy Demi Lovato.
— ¿Quieres ver lo que he encontrado, Demi? —el niño levantó la tapa de la caja para que lo viera—. Es un gatito.
Demi  y Whiskers se quedaron petrificados en el sitio.
El niño los miró, desconcertado.
— ¿Qué sucede? Ya sé que huele un poco, pero puedes tocarlo.
— ¡Eso es una mofeta! —exclamó Whiskers.
Como a cámara lenta, Ryan dejó la caja en el suelo y los tres observaron al animalito mientras salía. Negro, con dos rayas blancas a lo largo de la espalda, recorrió la cocina husmeando su nuevo territorio.
—Que nadie se mueva —susurró Whiskers. Cuando el animal se acercó a la puerta, tomó el escobón y utilizó el mango para abrirla—. Saca a Ryan de aquí mientras yo me ocupo de esta alimaña.
— ¡Quiero mi gatito! —protestó el niño.

Temiendo que Ryan asustara a la mofeta, Demi apoyó una mano sobre su boca y salió de la cocina caminando de espaldas. Pero apenas había dado unos pasos cuando se topó con un objeto inmóvil plantado en medio del pasillo.
Flint se puso tenso al sentir la calidez de aquel trasero femenino contra sus muslos. Alzó las manos para sujetarla. Se dijo que solo trataba de evitar que cayera. Pero cuando ella se volvió a mirarlo por encima del hombro, su cuerpo rozó la parte más vulnerable de la anatomía de Joe, que se sintió como si acabara de rozar una valla electrificada.
Apretó los dientes y trató de ignorar la reacción de su cuerpo. Debía centrarse en el modo en que había visto salir a Demi de la cocina con el niño. Sintió una mezcla de enfado y suspicacia. ¿Acaso estaba tratando de secuestrar a su hijo?

— ¿Qué diablos haces? —preguntó, y su poderosa voz resonó por toda la casa.
Un olor agrio invadió de pronto el aire, seguido de una vehemente maldición de Whiskers.
—Mofeta —dijo Demi, y se tapó la nariz con una mano.
Flint entró en la cocina. Tosió varias veces, se tapó la nariz y miró a Whiskers con el ceño fruncido.
— ¿Cómo ha llegado aquí?
—Vas a tener que sentarte a enseñar a ese hijo tuyo a qué animales no debe acercarse —contestó Whiskers, enfadado—. Creía que el maldito bicho era un gato —fue cojeando a apagar el fuego, acentuando cada paso con una retahíla de maldiciones—. Ahora nos hemos quedado sin cena y tendremos que comer fuera durante un mes. Y todo por culpa tuya. Si no hubieras hablado tan alto, la habría echado de la cocina antes de que decidiera marcarla con su hedor.
—Quiero mi gatito, papá —gimió Ryan desde el pasillo.
— ¿Cuándo fue la última vez que tomaste un baño, Whiskers? —preguntó Brad, que acababa de asomarse por la puerta trasera. Los demás vaqueros se amontonaron tras él.
Tom Davison agitó su sombrero.
— ¡Guau! Huele a una mezcla de cabra vieja y los pies de Jed.
—Whiskers, ¿has muerto y alguien ha olvidado decírtelo? —bromeó Jim Kent.
—Fuera —dijo Joe, corriendo hacia la puerta. Permaneció unos momentos en el patio aspirando profundas bocanadas de aire. Cuando Whiskers se acercó a él, se puso en contra del viento—. ¿Te importa apartarte un poco?
—No ha sido culpa mía que el niño atrapara una mofeta —protestó Whiskers mientras Ryan y Demi se reunían con el grupo—. No entiendo cómo no lo ha mordido al atraparla. Esos bichos pueden tener hidrofobia.
Preocupado, Joe se arrodillo frente a su hijo y buscó indicios de alguna herida.
— ¿Te ha mordido o arañado, Ryan? —preguntó.
El niño negó con la cabeza.
—No. ¿Qué es hidro… hidrografía?
—Hidrofobia. Es otro nombre de la rabia —explicó Joe con delicadeza—. Es una enfermedad peligrosa que tienen algunos animales. Por eso no quiero que vuelvas a tratar de atrapar ninguno sin avisarme antes, ¿de acuerdo?
Ryan asintió. El viento cambió en ese momento de dirección y el niño arrugó la nariz.
—Apestas, Whiskers.
Claramente exasperado, el viejo cocinero abrió y cerró la boca varias veces en busca de epítetos adecuados para los oídos de una dama y de un niño.
—Tú tampoco hueles precisamente como una rosa, muchacho.
— ¿Y qué vamos a hacer con la cena? —preguntó Jed, que estaba hambriento.
— ¿Cómo puedes pensar en comer en medio de este olor? —preguntó Jim, asqueado—. Yo voy a ayunar una semana.
—No puedo evitarlo —protestó Jed—. Tengo tanta hambre que sería capaz de comerme la maldita mofeta.
Whiskers se cruzó de brazos.
—Pues yo no pienso volver a la cocina hasta que esté aireada.
Jed señaló a Demi.
— ¿Qué hace?

Joe se volvió a tiempo de ver a Demi inspirando profundamente antes de entrar en la cocina. Unos minutos después, con lágrimas corriendo por su rostro, salió cargada de comida y la dejó en la mesa de picnic que había en un lateral de la casa. Tras toser varias veces, regresó decididamente al interior.
Cuando salió con varias latas de cerveza, algunos refrescos y un bote de zumo de tomate, Whiskers dio con el codo a Joe en el costado.
— ¿No supera eso todo lo que has visto? Demi se frotó los ojos con la manga de la camisa y se dejó caer bajo la sombra de un roble. Joe y sus hombres la miraron, maravillados.

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