martes, 31 de julio de 2012

Errores Del Ayer Cap 2 Jemi



Joe estaba a punto de reprender al joven por haber hecho una tontería semejante, pero su voz pareció perderse en algún lugar entre sus cuerdas vocales y su boca abierta cuando el ala del sombrero de este se alzó y unos ojos grises y brillantes se toparon con los suyos. Unos labios indudablemente femeninos se curvaron en una sonrisa a la vez que la mujer se quitaba su baqueteado Stetson y una espesa cascada de pelo rubio caía sobre sus hombros.

—Soy D.D. Lovato —dijo, a la vez que le ofrecía su mano.
Joe se sintió como si una mula acabara de darle una coz en el estómago. Ignorando el gesto de la mujer, la miró de arriba abajo. Las curvas disimuladas por su amplia cazadora vaquera se hicieron repentinamente aparentes. Unos pechos firmes y redondeados subían y bajaban al ritmo de su agitada respiración, y sus vaqueros, gastados en zonas especialmente tentadoras, estaban perfectamente rellenos.
Joe movió la cabeza mientras volvía a mirar su rostro. Ligeramente morenas, sus mejillas resplandecían con un tono rosado natural que ningún maquillaje habría logrado conseguir.

Sus suaves rasgos y su figura solo confirmaban lo que la mente de Joe trataba de negar: se hallaba frente a una mujer, y muy atractiva.
Demi apretó los labios ante la expresión mezcla de asombro y enfado del hombre que la miraba. Sin duda, no debía faltarle atención femenina. Tenía una pequeña cicatriz en el extremo de su ojo derecho y la barba de un día ensombrecía sus enjutas mejillas. El pelo castaño que caía sobre su frente parecía suavizar su severo porte.
Tragó saliva. Apostaría sus mejores botas a que si alguna vez sonriera podría conquistar a la solterona más reticente.

Sus anchos y musculosos hombros, estrechas caderas y largas y fuertes piernas, atestiguaban que se encontraba en una excelente condición física. Una divertida sonrisa jugueteó en sus labios. Cuando la había sacado del corral se había movido con la facilidad de un caballo de carreras, y no le cabía ninguna duda sobre la identidad del pura sangre que tenía delante. Su autoritaria presencia y su actitud arrogante solo podían significar una cosa. Aquel hombre no era otro que Joe Jonas, el dueño y señor del rancho Rocking M… su nuevo jefe. Y en aquellos momentos parecía lo suficientemente enfadado como para escupir clavos.
Había llegado el momento de la confrontación.

—Soy la nueva preparadora de su caballo. Siento haber llegado tarde, pero Daisy ha sufrido una avería cerca de San Antonio y el mecánico ha tenido dificultades para encontrar una junta universal para un vehículo de tantos años.
Joe  movió la cabeza.
—No sé qué clase de chanchullo se trae entre manos, señorita, pero no me lo trago.
Cuando uno de los hombros tosió con la evidente intención de reprimir una risa, Flint tomó a Demi por un codo y se encaminó con ella hacia la casa.
—El espectáculo ha terminado, chicos. Volved al trabajo. Quiero que traigáis aquí el rebaño de Widow's Ridge. Tú ven conmigo, Brad.

Unos momentos después entraban en el despacho. Demi había visto otros muy parecidos durante a lo largo de su vida. El cuero y la madera dominaban un ambiente claramente masculino y, sin necesidad de mirar, supo que los libros de las estanterías eran sobre la industria del ganado y la cría de caballos.
En una repisa, junto al típico reloj antiguo, había una pequeña urna de cristal; el magnífico collar de diamantes que había dentro brillaba bajo los rayos del sol del atardecer.

Demi se sentó en la silla que había libre junto a la que había ocupado el capataz y trató de olvidar el collar. La vida de Jonas no era asunto suyo, y lo que eligiera para decorar su despacho carecía de importancia. De todos modos, aquella joya parecía fuera de lugar en una habitación tan masculina.
Joe dejó su sombrero en un gancho que había junto a la puerta y ocupó su asiento tras el escritorio. Miró a la mujer que se hallaba sentada frente a él. Le estaba costando asimilar lo que había pasado cuando la había acompañado hasta la casa. El contacto con ella le había producido la misma descarga que si hubiera agarrado un cable suelto de la electricidad. Si había tenido aquella reacción simplemente con tocarle el codo, ¿qué pasaría si acariciara su sedosa piel?

Se maldijo mentalmente. Aquella mujer se traía algo entre manos y, distraído por su aspecto, había estado a punto de morder el cebo.
—Antes de que se le quede petrificado el rostro con ese ceño fruncido, deje que me explique —dijo Demi—. Utilizo mis iniciales con fines comerciales. Mi nombre completo es Demetria Devonne Lovato.
Su serena actitud sacó de quicio a Joe.

—Como supongo que comprenderá, me gustaría ver algo que la identifique.
Sonriente, Demi sacó su carné de conducir del bolsillo de su cazadora y se lo entregó.
Flint se lo devolvió tras observarlo atentamente.
—Usted no puede ser Lovato. Lovato es uno de los entrenadores de caballos más conocidos en el negocio. Aprender eso lleva más años de los que usted tiene.
Demi dejó de sonreír.
—Llevo trabajando con caballos casi los veintiséis años que tengo. Y soy buena —negó con la cabeza—. No, no soy simplemente buena. Soy «muy» buena —alzó una ceja perfecta y añadió—: Pero el problema no es la edad, ¿verdad?

—No —reconoció Joe. No había duda de que aquella mujer tenía coraje, pero no quería tener a una mujer desenfadada como ella deambulando por el rancho. Miró el collar que estaba bajo la urna de cristal. Ya había tenido suficiente de mujeres como aquella. Lo que necesitaba era un entrenador de caballos.
—Quiero darle las gracias por el tiempo que ha perdido y las molestias que se ha tomado, pero, después de pensarlo detenidamente, creo que no es adecuada para el trabajo.
Demi sonrió con calma.

— ¿Por qué no lo dice claramente, Jonas? D.D Lovato no es un hombre —Joe le dedicó una torva mirada, pero no dijo nada—. Cuando hablé con el señor Henson hace unos meses, mi género no pareció ningún problema.
Joe miró a su capataz.
— ¿Sabías que era una mujer?
El rostro de Brad reflejó su asombro.
—No. Cuando hablé con Cal, me puso con su secretaria y…
—Usted habló directamente conmigo, señor Henson, y en ningún momento le dije que fuera la secretaria de Cal —dijo Demi, divertida—. Le dije que si estaban de acuerdo con los honorarios y los demás requisitos, debía enviármelo firmado por el señor Jonas al Lazy R. —se volvió hacia Joe y sonrió—. Y eso fue precisamente lo que hizo.

Él tomó su copia del documento.
—Firmé esto suponiendo que iba a tratar con un entrenador avezado. Usted no puede tener la experiencia necesaria para transformar a un semental como Black Satin en un caballo dócil. Además, carece de la fuerza física necesaria para hacerlo.

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