-¿Por qué no? Algún día me tendré que casar con alguien.
-Sí, pero no creo que quieras hacerlo con cualquiera -contestó
Demi.
-Tú eres guapa.
Demi se sintió fatal, le pareció una ignominia que la apreciara
solamente por sus encantos físicos, pero no debía olvidar que, obviamente, eso
era lo único que le había atraído de ella.
En cualquier caso, si le hubiera dicho la verdad, si hubiera confesado
que era virgen, Joe jamás le habría hecho el amor, así que de nada servía
echarle toda la culpa a él porque ella también tenía su parte de
responsabilidad en lo ocurrido.
Joe le estaba pidiendo que se casara con él porque se sentía
culpable y ella no estaba dispuesta a ser tan indecente como para aceptar una
propuesta tan importante en aquellas condiciones.
-Lo mejor será que nos olvidemos de todo esto -le dijo-. No me
debes nada. No te culpo de nada. No hace falta que me propongas que me case
contigo.
-Claro que hace falta -insistió Joe.
-Gracias por la oferta. No quiero parecerte maleducada, pero
creo que no es difícil de entender que no me quiero casar con un hombre que no
me ama.
-¿Es tu última palabra?
-Sí -contestó Demi-. ¿Me puedo ir?
-Haz lo que quieras -contestó Joe.
Acto seguido, Demi salió a toda velocidad de su habitación y Joe
se quedó allí, de pie, confuso. Ni por un segundo se le había pasado por la cabeza
que Demi fuera a rechazar su propuesta.
Ahora, en lo único en lo que podía pensar era en que jamás
volvería a tenerla en su cama.
Demi acababa de salir a la galena cuando se encontró con Jeanie.
-¿Dónde te habías metido? Te llevo buscando un buen rato -le
dijo su amiga-. Por lo visto, ha desaparecido una joya y nos están haciendo
abrir las taquillas a todos.
Demi siguió a Jeanie hasta los sótanos, donde tenía las
taquillas el personal de limpieza y, mientras la señora Cook, la jefa de
personal, las abría una detrás de otra, no podía dejar de pensar en Joe.
¿Qué habría pasado si hubiera aceptado su propuesta? ¿De verdad
se habría casado con ella? No parecía muy propio de un príncipe pedir algo que
luego no fuera a estar dispuesto a cumplir. Entonces, ¿se habría convertido en
princesa? ¿Habrían sido felices? ¿Se habría olvidado de Camila y habría
terminado enamorándose de ella?
-Demi, ¿podríamos hablar? -le dijo la señora Cook tras el
registro.
A continuación, mientras Demi seguía a la jefa de personal a su
despacho, se hizo un incómodo silencio.
-Han encontrado esto en tu taquilla -le dijo la señora Cook
mostrándole un impresionante diamante.
-Eso es imposible... -contestó Demi mirando la joya, que conocía
perfectamente porque la había visto varias veces en la habitación de Selena
Anstruther.
-Hay un testigo que afirma que te ha visto guardar el colgante
en tu taquilla durante el descanso de la comida -insistió su jefa.
Sorprendida por la acusación, Demi se lanzó a defender su
inocencia y lo que tuvo lugar a continuación fue la peor experiencia de su
vida.
Morag Stevens, una de las ayudantes de la señora Cook, resultó
ser la testigo que la había visto guardando la joya y así lo dijo sin mirarla a
los ojos.
Al cabo de una hora, le informaron de que tenía suerte de que
lady Selena no la denunciara por robo, le entregaron sus pertenencias y la pusieron,
literalmente, en la calle.
Allí la estaba esperando Jeanie.
-¡Yo no he sido, Jeanie, te lo juro! -exclamó Demi.
-Ya lo sé -la tranquilizó la pelirroja.
-¿Por qué diablos habrá dicho Morag que me ha visto guardar el
diamante en mi taquilla si sabe que no es verdad?
-A lo mejor, porque ha sido ella la que lo ha robado, se ha
puesto nerviosa y lo ha escondido en la primera taquilla que ha visto, que ha
resultado ser la tuya. Te recuerdo que tiene llave de todo, pero yo sospecho
más de lady Esnob.
-¿De lady Selena? ¿Por qué? ¿Qué gana ella acusándome? -contestó
Demi atónita.
-No tengo ni idea, pero no es trigo limpio. ¿Qué vas a hacer?
Demi recordó la tarjeta de visita que Joe le había entregado
cuando se habían conocido y decidió que debía llamarlo.
Seguro que él no permitía que la acusaran de algo que ella no
había hecho. Seguro que Joe no la creía capaz de robar. Si se interesaba por el
caso, podría hacer que se investigara en profundidad y, al final, se sabría la
verdad.
-Si tu padre se entera de que te han echado por ladrona, se va a
poner furioso -comentó Jeanie preocupada.
-Es viernes, así que tengo todo el fin de semana para contárselo
-murmuró Demi nerviosa.
-Demi, no se lo digas. Vente a mi casa.
-No puedo...
-Si te pasa algo, llámame por teléfono. Ya sabes que te puedes
venir a mi casa cuando quieras. A mis padres no les importa.
Tras despedirse de su amiga, Demi pedaleó a toda velocidad y, al
llegar a casa, subió de dos en dos los escalones que llevaban a su habitación
y, una vez allí, marcó el teléfono móvil de Joe.
-Necesito verte -le dijo cuando contestó-. Es urgente.
Se produjo un breve silencio antes de que Joe le dijera que se
verían en una hora en el mirador que había a un kilómetro de su casa.
Demi se dijo que todo iba bien, que por su tono de voz Joe
todavía no se había enterado de lo que había sucedido.
Al otro lado del teléfono, Joe colgó el aparato con expresión
austera en el rostro.
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