-¿Y no habría sido más sencillo tomar precauciones y evitar que
esto ocurriera?
-Sí, pero no ha sucedido así -contestó Joe apretando la
mandíbula-. Te aseguro que jamás antes me había pasado nada parecido.
-¿Y no se te ha pasado por la cabeza en este tiempo que me podía
haber quedado embarazada?
Joe se sonrojó levemente.
-Para cuando se me pasó por la cabeza que no habíamos usado
métodos anticonceptivos, ya era demasiado tarde y confieso que después ni me lo
he planteado. Aunque te pedí que siguieras en contacto conmigo, al no hacerlo,
nunca se me pasó por la cabeza que te hubieras quedado embarazada.
-¿Y ahora que lo sabes cómo te sientes? ¿Furioso? ¿Nervioso? -le
preguntó demi ansiosa por tener una
respuesta.
-Creo que éste es nuestro destino y que debemos aceptarlo con
alegría -contestó joe.
Demi no se podía creer lo que estaba oyendo. Estaba segura de
que joe tenía que haberse sentido frustrado y confuso aunque no estuviera
dispuesto a admitirlo.
-¿Qué es eso que has comentado antes de que el niño o la niña
heredará el trono de no sé qué país?
-Yo soy el príncipe heredero de mi país. Mi padre, Hafiz, es el
actual rey de Dhemen -le explicó joe-. ¿Acaso no lo sabías?
Lo cierto era que demi sabía que joe era príncipe, por supuesto,
pero no se había planteado que fuera el hijo de un rey reinante, ella creía que
sería un familiar lejano, un príncipe más de tantos. Desde luego, no se le
había pasado por la cabeza que fuera el siguiente en la línea de sucesión.
-Vamos a cenar... -le indicó joe.
Sólo entonces demi se dio cuenta de que alguien había abierto
una puerta que llevaba a un comedor en el que había preparada una mesa sencilla
y elegante para dos comensales.
Después de sentarse a la mesa, joe le sirvió agua y demi se
bebió el vaso entero.
-Entonces, demi, ¿estás dispuesta a olvidar tu hostilidad hacia
mí y a convertirte en mi esposa? -insistió joe.
-No me puedo creer que te quieras casar con una ladrona -comentó
demi con malicia.
Joe la miró a los ojos con intensidad.
-La vida está llena de sorpresas -le dijo.
Demi lo miró apenada
porque, en secreto, había albergado la esperanza de que joe hubiera cambiado de
opinión sobre ella.
-Yo no robé aquella joya, no soy una ladrona -le aseguró de
nuevo.
Joe no contestó.
Demi sabía lo que quería
decir su silencio y tuvo que hacer un gran esfuerzo para que no se le saltaran
las lágrimas de rabia. Le hubiera gustado hablar de aquel asunto con joe, pero
era consciente de que no tenía energías para hacerlo y de que, además, lo único
que le importaba en aquellos momentos al príncipe era el hijo que iban a tener.
Joe quería casarse con
ella para que su hijo fuera legítimo y, para ser sincera, demi estaba
impresionada por el grado de compromiso hacia el bebé que Joe había demostrado
y lo poco que había tardado en hacerse cargo de su futuro.
Por supuesto, ella le importaba muy poco, tal y como demostraba
que ni se hubiera inmutado cuando le había dicho que lo odiaba, pero, ¿qué
esperaba?
Si Joe era capaz de pasar por encima de ciertos sentimientos y
de no hacer caso de situaciones desagradables por el bien del niño, ¿acaso no
debería hacer ella lo mismo?
Por desgracia, era evidente que a ella le iba a costar mucho más
porque estaba completamente enamorada de Joe bin Harith al Assad, un hombre que
le había hecho un daño terrible, y le bastaba con levantar la mirada y ver sus
maravillosos ojos para darse cuenta de que se estaba arriesgándose a sufrir de
nuevo.
Sin embargo, se sentía terriblemente avergonzada porque Joe
fuera capaz de considerar única y exclusivamente el bien del bebé y ella, no.
-¿Te vas a casar conmigo? -insistió Joe.
-Sí -contestó Demi encogiéndose de hombros, como dando a
entender que le daba exactamente igual.
Joe pensó que Demi se había educado en un ambiente en el que
tener hijos fuera del matrimonio estaba muy mal visto y, obviamente, le quería
ahorrar a su bebé el sufrimiento de tener que vivir con aquel estigma.
-Te prometo que jamás te daré motivos para que te arrepientas de
esta decisión. Voy a preparar inmediatamente la boda -sonrió Joe alargando el
brazo y acariciándole la mano.
Sorprendida, Demi se apresuró a retirarla.
-No hace falta que finjamos -murmuró dejando a un lado el plato
de sopa que apenas había probado-. Los dos sabemos que nuestro matrimonio no es
de verdad, así que no hace falta que disimulemos cuando estemos solos.
Joe tuvo que hacer un gran ejercicio de disciplina y autocontrol
para no contestar porque, aunque dentro de su familia tenía fama de ser el más
diplomático de todos, cuando estaba con Demi se sentía como un elefante en una
cacharrería.
Una vez a solas, tendría que meditar detalladamente sobre por
qué cuando estaba con ella no era capaz de ser discreto y juicioso.
De momento, prefirió callar.
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