viernes, 6 de julio de 2012

La Inocente Novia Del Jeque Cap 9


En aquel momento, la jefa de personal vino a buscarla para preguntarle si podía cubrir el turno de una compañera que se había puesto enferma y Demi accedió encantada, pues eso significaba más dinero y menos horas en casa.
Agradecida, se puso a abrillantar los suelos de aquella parte del castillo que no conocía y de la que normalmente se encargaba su compañera.
Así que era polaco, ¿eh? Un albañil de Polonia. Entonces, lo del acento británico de clase alta debía de haber sido imaginaciones suyas.
En aquel instante, le entraron ganas de saberlo absolutamente todo sobre Polonia, pero, ¿por qué se preocupaba tanto por un hombre al que no iba a volver a ver? Él trabajaba fuera y ella, dentro. El castillo era inmenso y había mucho personal trabajando en él, así que era prácticamente imposible encontrarse por casualidad.
A no ser, claro, que él la buscara. ¿Y por qué lo iba a hacer cuando ella le había gritado? Si fuera como Jeanie, sería ella la que iría a buscarlo a él. Menos mal que no se parecía a su amiga. Claro que la idea de no volver a verlo la hacía sentirse vacía y triste.
De repente, la máquina dejó de funcionar y, al girarse, Demi se encontró con un joven vestido de chaqueta y corbata.
-Señorita, por favor, estamos en una reunión muy importante y esa máquina hace un ruido espantoso. .. ¿Le importaría irse a limpiar a otro sitio? -le dijo en tono furioso.
-Ahora mismo -murmuró Demi.
-Que sea la última vez que le hablas así a uno de mis empleados -murmuró otro hombre en tono glacial.
-Lo siento mucho, alteza -se disculpó el primero sonrojándose de pies a cabeza.
Al ver al segundo hombre, Demi se quedó sin aire en los pulmones, pues era el hombre de la moto.
¿El hombre al que había conocido en la colina era el príncipe Joe? No, no podía ser. Era cierto que le había dicho que aquellas tierras eran suyas, pero Demi había creído que le estaba tomando el pelo.
Rápidamente, recogió el cable de la máquina e intentó salir de allí a toda velocidad, pero estaba nerviosa y le sudaban las palmas de las manos, lo que entorpecía sus movimientos.
-Deje que la ayude con eso...
-¡No! -exclamó Demi horrorizada al girar la cabeza y encontrarse con Joe muy cerca de ella-. Perdón... -añadió alejándose por el pasillo hacia la primera puerta abierta que vio.
Joe dudó un segundo, frunció el ceño molesto y sorprendido ante el comportamiento de la joven y fue hacia ella.
-Demi...
-¡Se supone que no debe hablarme! -exclamó Demi con la respiración entrecortada.
-No digas tonterías.
-¡No son tonterías! ¿Qué quiere de mí? ¿Quiere que le pida perdón? Muy bien, pues se lo pido. Perdón por haberle gritado por conducir su motocicleta como un loco. Perdón por interrumpir su importante reunión... ya está... eh... majestad -dijo Joe abriendo la puerta y perdiéndose dentro de la nueva estancia.
Joe se apresuró a seguirla.
-¡No te muevas! -murmuró-. Debes hacerme caso cuando te hablo.
-¡Eso va contra las normas! -se defendió Demi.
-¿Qué normas? -rió Demi.
-Las normas del castillo. Se supone que el personal de servicio debe desaparecer cuando usted aparece...
-No cuando yo quiero hablar con uno de ellos -la interrumpió Demi.
-Me va a meter usted en un buen lío... nadie sabe que nos hemos conocido el otro día y yo no quiero que se enteren.
-No hay problema -contestó Joe abriendo una puerta que había a su derecha-. Hablaremos aquí.
Demi tomó aire y entró en una sala de reuniones elegantemente amueblada.
-¿Por qué quiere hablar conmigo?
Demi pensó que jamás había oído una pregunta tan rara.
Era obvio que a cualquier hombre le gustaría hablar con aquella belleza de piel cremosa color marfil y perfil de una elegancia y perfección maravillosas.
La falta de vanidad y la ingenuidad de aquella mujer lo sorprendieron sobremanera. Estaba acostumbrado a que todas las mujeres se interesaran por él, algunas, de forma directa, otras, de una manera más sutil. Si él mostraba el más mínimo interés por alguna chica, se deshacían en cumplidos y se ponían a sus pies.-¿Por qué no le has contado a nadie que nos conocemos?
Demi fijó la mirada en los preciosos zapatos de Joe.
-Porque se suponía que no tendría que haber estado aquella tarde en la colina.
-¿Y eso?
Demi no sabía qué contestar. No quería admitir que su padre la tenía completamente controlada, pero la alternativa de mentir se le hacía insoportable porque no estaba acostumbrada a hacerlo.
-Te he hecho una pregunta -insistió Joe.
Demi levantó la cabeza.
-No tendría que haber estado aquella tarde en la colina porque a mi padre no le gusta que salga sin su permiso. Además, estaba leyendo una revista y me lo tiene prohibido.
-Perdón, no debería haber insistido -se disculpó Joe al comprender que la había avergonzado-. Sentía curiosidad.
Demi tragó saliva.
-Yo también sentía curiosidad...
Joe se quedó de piedra ante la sincera admisión, pues no estaba acostumbrado a que lo trataran así y pronto comprendió que había sido culpa suya por haber entrado a tratar temas personales.
Se apresuró a recordarse que aquella chica trabajaba pera él y que estaban a solas en una habitación porque era su empleada y confiaba en él, así que no debía aprovecharse de la situación.
Daba igual que la atracción entre ellos fuera mutua.
Demi no podía dejar de mirarlo a los ojos.
-El otro día, me dijiste que alguien había entrado en moto en las tierras de tu padre y las había estropeado. He hecho que investigaran el caso y, efectivamente, un empleado del castillo ha sido el culpable. Ya se lo hemos dicho y la situación no se volverá a repetir. Nos pondremos en contacto con tu padre para informarle de lo ocurrido y para dejarle bien claro que yo corro con los gastos de lo estropeado.
-Ah... -contestó Demi desde otro mundo.
-¿Qué te acabo de decir? -preguntó Joe, dándose cuenta de que Demi no lo había escuchado.
-Algo de los campos de mi padre... -contestó Demi.
-No estabas escuchando -murmuró Joe, satisfecho.
Le encantaba que Demi no pudiera concentrarse estando tan cerca de él. Le encantaba que tuviera la respiración entrecortada y los pezones endurecidos.








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