Miley lo
condujo a la puerta. Luego se desvistió, se quitó el maquillaje, se metió en la
cama y se quedó mirando al techo durante una eternidad.
A la mañana
siguiente, una sesión de gimnasia seguida de unas cuantas brazadas en la
piscina alivió en algo su tensión.
Más tarde, se
vistió con unos vaqueros, un top holgado y fue a la cocina a preparar la
comida.
Cameron llegó a
las doce.
-Hay algo que
huele muy bien.
-Las lisonjas
no te llevarán a ninguna parte.
El almuerzo
consistió en pasta con salsa marinera y una ensalada fresca.
-Primero vamos
a comer y luego hablaremos de negocios. ¿De acuerdo?
Por la
expresión de Cameron, era obvio que no se sentía mejor que ella y que había
dormido tan poco como su hermana.
-Papá nos
espera a cenar.
La reunión
semanal con el padre era una tradición familiar que siempre cumplían. Aunque a Miley
no le sentaba bien fingir ante él. Cierto era que el padre estaba enfermo, pero
no se le podía engañar fácilmente.
Durante la
comida hablaron de todo menos de Cyrus y sólo cuando los platos estuvieron
lavados, Miley señaló la carpeta de Cameron.
-¿Te parece que
empecemos? -sugirió.
La situación
era peor, mucho peor de lo que había previsto, reflexionó Miley mientras
examinaba con atención los documentos que indicaban claramente que Cyrus estaba
a punto de declararse insolvente. La visión de conjunto de los contables acerca
de la situación actual de la empresa era irrecusable e incuestionable.
-Se me ocurren
varias preguntas -empezó a decir, pero luego eligió una sola-. ¿Por qué
permitiste que las cosas llegaran a este extremo?
Cameron se pasó
los dedos por el pelo.
-Esperaba
conseguir más contratos que seguramente iban a mejorar la situación.
Miley maldijo a
Nick Jonas y estuvo a punto de incluir a Cameron en la maldición.
-Los negocios
no se basan en esperanzas.
Se necesitaba
una mano firme que llevara las riendas de los negocios, asumiera el control y
tomara decisiones adecuadas.
«Un hombre como
Nick Jonas, dijo una voz en su interior.
La fusión de
las empresas tenía sentido y, como observó Cameron correctamente, era la única
oportunidad de salvar Cyrus.
-¿Quieres que
me comunique con Nick y le diga que has aceptado su invitación a cenar?
-No -dijo al
tiempo que se ponía de pie-. Necesito trabajar una o dos horas en el ordenador
antes de ir a cenar con papá -añadió mientras lo acompañaba a la puerta-. Te
veré allí.
-De acuerdo
-dijo Cameron con una sonrisa incómoda-. Gracias.
-¿Por qué? ¿Por
el almuerzo?
-Por eso
también.
Eran pasadas
las cinco cuando Miley cruzó la verja electrónica que custodiaba la espléndida
mansión de Alexander Cyrus.
Habían
instalado un ascensor interno para facilitar el acceso a las plantas
superiores. Además había un ama de llaves y Sylvie, la enfermera, y ambas
vivían en la casa.
Miley llamó al
timbre y luego utilizó su llave para entrar al vestíbulo con suelo de baldosas
de mármol.
Se le partía el
corazón cada vez que visitaba al hombre que una vez había sido muy fuerte,
actualmente reducido a ese estado de fragilidad.
Esa noche
parecía más frágil que de costumbre, su dificultad de movimientos más
pronunciada en comparación a la semana anterior, y con menos apetito que nunca.
Miley lo miró y
deseó echarse a llorar. Cameron parecía igualmente afectado. A ambos les costó
gran esfuerzo mantener una apariencia serena.
No, no
permitiría que nadie perturbara a Alexander. Ni Cameron, ni Nick Jonas, se
prometió Miley mientras conducía de vuelta a casa.
Esa noche le
costó quedarse dormida y se levantó tarde al día siguiente. Así que tuvo que
correr para llegar a tiempo a la oficina del magnate.
Enfrentarse a
él era una prioridad, y había decidido desafiarlo en su oficina antes que
hacerlo en una cena social.
De Jonas
Corporation estaba situada en una de las plantas más altas de un rascacielos.
Con airada decisión Miley cruzó las puertas hacia Recepción.
-nick Jonas
-dijo con voz firme y autoritaria.
-El señor del Jonas
está reunido y no ha citado a nadie para esta tarde.
-Llámelo y
dígale que Miley Cyrus desea verlo.
-Tengo
instrucciones de no pasar llamadas.
-Llame a su
secretaria.
Muy pronto
apareció una secretaria.
-Por favor,
informe a Nick Jonas que necesito verlo.
-Tengo
instrucciones de servir bebidas y canapés a las cinco -replicó la eficiente
secretaria-. Entonces aprovecharé para decirle que usted lo espera.
Era una
victoria pequeña, pero victoria al fin y al cabo.
-Gracias.
Pasó media hora
leyendo elegantes revistas de actualidad que aliviaron muy poco su tensión
nerviosa.
Cuando el
personal empezaba a retirarse, apareció la secretaria en Recepción.
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