martes, 31 de julio de 2012

Cuatro Noches De Pasion Cap 29



Miley empezó a despertar lentamente y, por la tenue luz de la habitación, se dio cuenta de que la noche había dado paso al amanecer.
Muy pronto sintió el dolor de las numerosas contusiones y se convenció de que cualquier movimiento brusco no iba a ser una buena idea.
La cama, la habitación... no eran las suyas. Entonces recordó y deseó no haberlo hecho.

Lentamente giró la cabeza y se encontró con la mirada oscura de Nick. Estaba recostado de lado y la miraba. «Mejor que anoche», pensó al tiempo que le despejaba un mechón de la mejilla.
Sus ojos se entornaron al ver la delgada
línea en la base del cuello. Muy pronto la herida cerraría y después de un tiempo la cicatriz desaparecería.
-¿Quieres hablar de lo ocurrido?
-Los hechos están en el informe oficial -Miley intentó decir con ligereza, pero no lo logró.
Él ya había leído y asimilado ese informe.
-No obedeciste las reglas de la empresa.
Nick todavía se moría al pensar en lo que pudo haber sucedido.
-¿Te preocupas por mi bienestar. Nick?
-¿Y eso te sorprende?
Era un germen de esperanza.

-Con respecto a atracos, los bancarios, comerciantes de gemas y joyeros son profesionales de alto riesgo.
Era cierto. Pero a los empleados se les adiestraba para responder pasivamente y no atacar o actuar agresivamente en situaciones de robos.
-Me has dado un tremendo susto -dijo al tiempo que le delineaba la boca con un dedo-. La próxima vez no actúes como una heroína, ¿de acuerdo? -dijo con suavidad.
-¿Qué habrías hecho en una situación similar?

Los ojos de Nick se entornaron. En su adolescencia había conocido las calles, había vivido en ellas durante un tiempo y las había trabajado. Había corrido riesgos que lo habían llevado muy cerca de conflictos con la ley, pero nunca los suficientes como para que lo atraparan. Había llevado un cuchillo, pero nunca una pistola. Había estudiado y practicado técnicas orientales de combate y defensa propia. Técnicas que podrían matar a un hombre tras un golpe bien dado con la mano o el pie.
Como respuesta a la pregunta de Miley, habría examinado las ventajas y habría corrido un riesgo calculado. Como ella lo había hecho.
-Verás...
-Si vas a decirme que está bien para un hombre pero no para una mujer, tendré que pegarte –dijo ella con tranquila vehemencia.
-Podría ser interesante -replicó, divertido.

Bajo la superficie había mucho más de lo que él dejaba ver. Nadie, ni siquiera los periodistas más diligentes habían podido descubrir mucho de su pasado.
Ella se preguntó si esas sombras ocultaban algo inconfesable. Tal vez eso lo había convertido en la persona que era en la actualidad.
-¿Tienes hambre?
-Primero una ducha y después el desayuno -dijo ella antes de levantarse y dirigirse al cuarto de baño.
Miley entró al cubículo de mármol y cristal reservado a la ducha y empezó a lavarse el pelo.
Tenía necesidad de limpiar la piel de su cuerpo del contacto de las manos del agresor. Odiaba el recuerdo de sus manos, su expresión casi maníaca y el sonido de su voz. Pudo haber sido peor, mucho peor, y temblaba al pensarlo.
-Déjame ayudarte.
Miley contuvo el aliento.
-Puedo hacerlo sola.

-No lo dudo -replicó Nick mientras masajeaba su cabeza con movimientos lentos y circulares.
Entonces miró las contusiones en el tórax y los moretones de los brazos. Habría querido besar cada una de esas marcas, pero no era el momento.
«Cielo santo», pensó Miley. Quedarse así era una bendición, algo mágico. Cerró los ojos y dejó que los dedos relajaran la tensión de la cabeza, del cuello y de los hombros.

Luego empezó a enjabonarla. Él tenía la habilidad de dejar su cuerpo sin fuerzas, blando, como si careciera de huesos.
Cuando hubo terminado, la abrazó suavemente y acarició la curva del cuello.
Nick la sintió temblar en sus brazos y la besó tan suavemente que ella sintió deseos de llorar.

¿Habría visto sus ojos empañados?, se preguntó ella, con el deseo de rodearle el cuello con los brazos. La tentación fue tan grande que tuvo que hacer un gran esfuerzo para no responder intensamente al beso de Nick.
Muy a desgana separó la boca de los labios masculinos y apoyó la mejilla contra su pecho.
Era tan agradable estar así con él y aceptar el alivio que le ofrecía.
-Y ahora vamos a comer algo, ¿verdad? –dijo mientras la envolvía en una toalla.
Luego ella fue al dormitorio, sacó del bolso unos vaqueros y una camisa suelta, se vistió y se cepilló la melena.
Nick entró cuando terminaba de sujetarse el pelo y su mirada se desvió hacia la imagen reflejada en el espejo. Entonces contempló hipnotizada la atlética figura vestida con vaqueros y un polo.

Sus miradas se encontraron. Durante un instante todo se oscureció, sólo quedó el hombre y una intensa tensión eléctrica en la habitación.
Miley  sentía como si su espíritu se hubiera unido al de él formando un todo primitivo, incandescente.
Casi sin respirar, se quedó inmóvil, como una imagen congelada en el tiempo.
Más tarde, el hechizo se rompió y ella fue hacia la puerta con las manos en los bolsillos del pantalón.

¿Habría sentido Nick el hechizo también? ¿O eran fantasías suyas?
Café. Necesitaba un café caliente, fuerte y dulce.
Miley bajó las escaleras y fue a la cocina, consciente de que Nick la seguía.
-Ve a la terraza. Yo prepararé el desayuno.
Muy pronto el aroma del café impregnó el aire. Minutos más tarde Nick puso dos platos en la mesa.
El sol prometía una mañana cálida. No había brisa y la vista desde la piscina hasta el puerto era tranquilizadora.
Para su propia sorpresa, Miley comió con apetito.
-¿Más café? -dijo Nick al tiempo que volvía a llenar ambas tazas.
Ella se sentía en paz, tranquila después de las emociones del día anterior.
-Llamaré un taxi.
La expresión de Nick permaneció inalterable, pero bajo la superficie se adivinaba algo peligroso.
-¿Dónde quieres ir? -preguntó en un tono demasiado suave.
-A mi apartamento. ¿A qué otra parte podría ir?
-No -dijo colocando la taza en el platillo.
-¿Qué significa esa negativa?
-Es una palabra muy simple y fácil de comprender.
Ella lo miró atentamente.
-No quiero discutir contigo.
-Una elección muy sabía.
-Pero...
-¿Es que tiene que haber un pero?
Era tiempo de respirar a fondo, pero como le dolían las costillas se contentó con una leve aspiración de aire.
-Gracias por... cuidarme. Fue muy amable de tu parte.
Él se mantuvo en silencio durante unos segundos.        
-¿Has terminado?
-Sí. Por ahora.
-Me alivia escucharlo.

Miley se levantó y puso los platos en una bandeja, pero Nick se la quitó de las manos.
Sin decir nada, ella se dirigió a la planta superior.
No le llevó mucho tiempo poner sus pertenencias en el neceser de viaje y más tarde empezó a arcar el número de una empresa de taxis.
En ese mismo instante Nick entró en el dormitorio y cortó la comunicación.
-¿Cómo te atreves? -preguntó, indignada.
-Fácilmente.
-No tienes derecho.

-Escúchame. Ayer te diste de alta en contra de la opinión de los médicos. Tu hermano está en Melboume y, a menos que me equivoque, no sabe nada de tu escapada del hospital. Vives sola –dijo con la mirada oscurecida por el enfado-. ¿Quieres que continúe?
-No necesito un guardián.
-Lo quieras o no, tienes uno... por lo menos durante otras veinticuatro horas.

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