Joe tomó aire lentamente y se dijo que Demi había cambiado mucho
físicamente. Seguía siendo increíblemente guapa, pero estaba pálida, tenía
ojeras y estaba horriblemente delgada.
Parecía enferma.
Demi le puso la cena a Squeak dándose cuenta de que no había
marcha atrás, decidida a contarle a Joe que iba a ser padre, y no lo iba a
hacer porque le pareciera lo conecto o porque fuera una tontería sentirse
humillada por un embarazo del que él era responsable.
No, le iba a decir que estaba embarazada para fastidiarle el
día. Sí, era una venganza infantil y rabiosa, pero así era como se sentía.
De repente, se encontró preguntándose con cuántas mujeres habría
estado en los últimos siete meses. Seguramente, habría salido con mujeres de su
condición social y no con doncellas de la limpieza que solamente servían para
practicar sexo.
Aquel pensamiento no hizo ningún bien a su ya de por sí
vapuleada autoestima.
Demi estaba convencida de que, mientras ella hacía grandes esfuerzos
por sobrevivir, Joe debía de haber estado pasándoselo en grande. Aunque la
gente decía que siempre que iba a Strathcraig llevaba una vida muy sencilla y
que no hacía más que trabajar y dedicarse a obras de beneficencia.
Sin embargo, ella estaba convencida de que escondía algo más
porque tenía casas por todo el mundo en las que podía hacer lo que le diera la
gana sin que nadie lo supiera y a ella le había propuesto ser su amante, ¿no?
No había tardado mucho en llevársela a la cama, lo que
significaba obviamente que tenía experiencia. Cualquier hombre que tuviera
amantes era un coleccionista de mujeres. A lo mejor, Joe era un donjuán
discreto, pero un donjuán al fin y al cabo.
¡Ahora que había recuperado el odio que sentía por él había llegado
el momento de que Joe se enterara de todo, de que supiera lo que pensaba de él!
Squeak tenía artritis, así que Demi tuvo que llevarlo en brazos
hasta la limusina, donde el perro se acomodó en un rincón y se quedó dormido.
Demi se sentó frente a Joe y cerró los ojos brevemente, repasando
mentalmente lo que le iba a decir. Sin embargo, estaba tan cansada, que no pudo
evitar quedarse ella también dormida.
La despertó un sonido al que no estaba acostumbrada: Squeak
gruñendo.
-Desde luego, es un buen perro de defensa -comentó Joe-. Estaba
intentando despertarte y no le ha hecho ninguna gracia. Ya hemos llegado a mi
hotel -añadió.
-Vaya, me he quedado dormida -dijo Demi pasándose los dedos por
el pelo-. ¿Dónde estamos?
-En el aparcamiento del hotel. ¿Te crees que te iba a secuestrar
o algo así?
-No digas tonterías -rió Demi saliendo del coche y dirigiéndose
al ascensor.
Mientras caminaban, Squeak se le cruzó en el camino y Demi se
tropezó con la correa, lo que la hizo tropezar. Menos mal que Joe estaba cerca
para agarrarla.
-Ten cuidado...
Sin darse cuenta de lo cerca que estaban, Demi se dio la vuelta
nerviosa hacia Joe con la mala fortuna de que su barriga se metió por medio y
golpeó a Joe en la cadera. Al darse cuenta, Demi bajó la mirada e intentó
cerrarse el abrigo, que se había abierto ligeramente.
Joe siguió la dirección de su mirada y de pronto lo comprendió
todo, su aspecto enfermizo, sus andares torpes y lentos. Sin pensarlo dos
veces, desabrochó los dos botones del abrigo de Demi y separó la tela.
-Vas a tener un hijo -exclamó asombrado-. Y pronto. ¿De quién
es?
Demi se metió las manos en los bolsillos y volvió a cerrarse el
abrigo, consciente de que se había puesto roja como la grana.
-¿Tú de quién crees que es? -le espetó.
-Entonces, no te quedan más que unas pocas semanas...
-Ya veo que sabes contar -comentó Demi con acidez.
Joe no sabía qué decir.
Si sus cálculos eran correctos, en menos de dos meses iba a ser
padre. Estaba completamente conmocionado. Así que el hijo que iba a tener Demi
era suyo... Por eso estaba tan cansada.
Joe apenas sabía nada de embarazos ni de mujeres embarazadas,
pero lo poco que sabía, que su madre había muerto al darle a él a luz, hizo que
un escalofrío de terror le recorriera la espalda.
Una persona de servicio les había abierto la puerta principal de
la vivienda y estaban en el salón.
-Quiero que sepas que te odio por haberme puesto en esta situación
-le dio Demi con vehemencia-. ¡Te odio!
Joe pensó que era normal que estuviera enfadada. Obviamente, no
debía de haberlo pasado muy bien los últimos meses y era evidente que estaba
cansada, pero ahora que él había llegado para hacerse cargo de ella todo iba a
cambiar.
La situación iba a mejorar para ella.
Joe sintió unos tremendos deseos de tomarla entre sus brazos y
de correr con ella hacia el aeropuerto, pero era consciente de que no podía
llevarla a su país y cuidarla hasta que no fuera su esposa.
-¿Me has oído? –gritó Demi.
-Sí. Soy consciente de que no hemos tenido una relación
convencional...
-No hemos tenido ninguna relación, ni convencional ni no
convencional... ¡Simplemente te acostaste conmigo!
-No creo que recordar el pasado desde un punto de vista
emocional sirva de nada. Estás embarazada, vas a tener un hijo mío y eso es lo
único que importa ahora mismo. Lo que tenemos que hacer es casarnos cuanto antes
-declaró Joe muy seguro de sí mismo-. ¿Por qué? Porque nuestro hijo o hija será
el heredero o heredera del trono de Dhemen, pero solamente si nace dentro del
matrimonio y es declarado legítimo o legítima.
Demi se quedó mirándolo furiosa.
-No has dicho nada sobre lo que yo te he dicho.
-No pienso comentar lo que has dicho porque tengo muy claro que
lo único que importa ahora mismo es el hijo que vas a tener.
-¿Sigues queriendo casarte conmigo? -le preguntó Demi
estupefacta.
No se podía creer que la vida le volviera a poner delante a Joe,
que de nuevo tuviera la oportunidad de casarse con él. El orgullo y un fuerte
sentido de la justicia le habían hecho negarse aquella posibilidad siete meses
antes porque entonces no necesitaba una alianza para compensar la pérdida de su
virginidad y, aunque ya estaba enamorada de él entonces, no había querido
aceptar aquellas condiciones tan humillantes.
-Por supuesto -contestó Joe.
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