domingo, 29 de julio de 2012

Errores del ayer Cap1 Jemi



Joe Jonas dejó de hojear los papeles que había sobre su mesa y miro a su capataz con gesto serio.
—Si el tal Adams no aparece en una hora, se queda sin trabajo.
—Tranquilízate, Joe —dijo Brad Henson, que estaba sentado frente a él—. Cal Reynolds me aseguró que D.D. Lovato  es el mejor entrenador de caballos que ha conocido, y si Cal lo dice, por algo será.
Joe meditó las palabras de Brad. Reynolds era uno de los criadores de caballos más respetados de Texas, y su opinión debería bastarle, pero su instinto le decía que algo iba mal.
—Si Lovato es tan bueno, ¿por qué no he oído hablar antes de él?

—Reconoce que desde que obtuviste la custodia de Ryan has tenido cosas más importantes en mente que encontrar un preparador para ese caballo que insistes en domar.
Joe sintió un inmediato orgullo al oír mencionar a su hijo.
—Ahora que tengo a Ryan, lo único que debería preocuparme durante una temporada sería el entrenamiento de Black Satin.
Brad negó con la cabeza.

—Me temo que no. Anoche volvieron a robarnos.
— ¿Del rebaño de Widow's Ridge? —Al ver que Brad asentía, Joe golpeó el escritorio con un puño—. ¿Cuántas estas vez?
—Unas quince cabezas —Brad se enfrentó directamente a la mirada furiosa de Joe—. Pero aún no has oído lo peor. Rocket se convirtió ayer en un buey muy caro.
—¿En Widow's Ridge?
Brad asintió.
—También tuvo ayuda para llegar allí. O eso, o ha aprendido a abrir y cerrar las verjas por su cuenta.
—¡Maldita sea!
—Tengo la sensación de que alguien trata de vengarse, Joe.
— ¿Castrando a un toro de veinticinco mil dólares? Sin duda alguna —Joe se frotó el puente de la nariz con el pulgar y el índice—. Pero no tengo idea de quién pueda ser ni de por qué lo hace.
Jed Summers asomó la cabeza al despacho.
—Será mejor que vayas al establo deprisa, Joe —dijo—. Un jovenzuelo ha saltado la valla y está en medio del corral con Satin

Joe tomó su sombrero negro, se lo puso y se levantó. Con Brad y Jed pisándole los talones fue hasta el establo, donde varios de sus hombres observaban la escena con horrorizada fascinación.
El tiempo pareció detenerse mientras el semental se lanzaba contra la delgada figura que se hallaba en el interior del corral. Una nube de polvo se alzaba donde dejaba caer sus cascos con la evidente intención de golpear. Pero, para asombro de Joe, el chico no daba muestras de temor y se apartaba justo a tiempo de evitar el golpe.

Observó a Black Satin mientras se disponía a lanzar otro ataque. Sintió una momentánea esperanza cuando el despreocupado joven comenzó a soltar una letanía de palabras ininteligibles que el semental se detuvo a escuchar como si comprendiera lo que querían decir. Pero uno de los hombros soltó una maldición y el embrujo se rompió. De inmediato, el impresionante caballo se alzó sobre sus patas traseras y manoteó con las delanteras en el aire mientras relinchaba su rabia.
A no ser que tuviera deseos de morir, Joe no entendía qué se traía entre manos aquel joven, pero ya había visto bastante.

—Abre la puerta, Brad —ordenó—. Jim, tú y Tom preparad vuestros lazos. Si Satin no sale hacia el pasto cuando se abra la puerta, quiero que lo lacéis cada uno de un lado —apoyó un pie en la parte baja de la valla—. Mantenedlo sujeto el tiempo suficiente para que yo pueda sacar a ese maldito chiquillo de ahí.
En cuanto vio que el caballo no salía por la verja abierta, Joe saltó la valla y corrió hacia el chico. Lo rodeó con sus brazos a la vez que dos lazos caían sobre la cabeza del semental. Se echó al joven al hombro y lo sacó del corral.
— ¿Qué diablos hacías ahí dentro? —preguntó tras dejarlo en el suelo.
—Mi trabajo.

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