Miley despertó lentamente y en unos
segundos comprobó que no se encontraba ni en su cama ni en su casa. Tras volver
la cabeza vio que estaba sola en el lecho.
Allí no
había señal de Nick. Después de mirar el reloj, saltó
de la cama consternada, sacó ropa limpia del neceser y fue al cuarto de baño.
Quince
minutos después bajaba las escaleras y se dirigía a la cocina. Al oler el aroma
del café y de las tostadas, de inmediato sintió que el estómago protestaba de
hambre.
Nick estaba vestido con un pantalón
oscuro y una camisa impecable. La chaqueta a juego y la corbata colgaban del
respaldo de una silla.
Su aspecto
era demasiado dinámico para alguien que había pasado gran parte de la noche
entregado a la actividad física. La sola visión del hombre puso en tensión los
nervios de Miley.
-Te iba a
dejar dormir otros cinco minutos más antes de subir a buscarte -dijo mientras
señalaba la cafetera-. ¿Café?
-Por favor
-respondió ella. Se sentía incómoda e increíblemente vulnerable-. Luego me iré
en un taxi.
Nick puso frente a ella un plato con
huevos revueltos y tostadas.
-Yo te
llevaré a casa. Siéntate y come.
-No tengo
hambre.
Él la
examinó apreciativamente, notó las sombras bajo los ojos y el cansancio.
-Come y
luego nos iremos -insistió.
Cualquier
protesta habría sido inútil, y además el plato era apetitoso. Miley se sentó, dio buena cuenta del desayuno y luego se
sintió más dispuesta a enfrentar el día.
Tan pronto
como hubo terminado. Nick se puso la corbata y la chaqueta.
Miley empezó a despejar la mesa con la intención de lavar los platos.
-Déjalo.
-Sólo será
un par de minutos.
-Ya lo hará
la señora de la limpieza.
Sin decir
una palabra, ella recogió el neceser y lo siguió hacia el garaje.
Tras el
corto viaje entre Point Piper y Double Bay, Miley casi no esperó a que Nick estacionara a la entrada de su
edificio para abrir la puerta del coche.
Como no le
vino a la mente ninguna palabra adecuada de despedida, se alejó sin más.
Cuando abrió
la puerta del apartamento, el gato maulló indignado. Tras dejar el neceser a un
lado, le puso comida y luego bajó al estacionamiento subterráneo.
Minutos
después, conducía su Porsche de época hasta el taller en medio de un difícil
tráfico de hora punta.
No fue nada
fácil concentrarse en el trabajo mientras intentaba disipar de su mente la
poderosa imagen de Nick. ¡Santo cielo, todavía podía
sentirlo en su piel!
Como si no
le hubiera bastado con el encuentro nocturno, se había acercado con sigilo en
la madrugada y había vuelto a despertar sus sentidos incluso media dormida como
estaba.
¿Cómo podía
reaccionar con tanta pasión hacia un hombre a quien odiaba?
Y sin
embargo, así era. Todo pensamiento racional barrido por una química sexual en todo
su apogeo.
Durante el
descanso para comer respondió la llamada de Cameron que le había dejado un mensaje en el teléfono móvil.
-Sólo
llamaba para saber cómo estás -dijo el hermano.
-¿Quieres
saber cómo he sobrevivido al Acto Primero del drama nocturno en tres actos?
-¿Cinismo, Miley?
-Tengo
derecho. ¿No te parece?
-¿Y cuándo
tendrá lugar el Acto Dos?
-El sábado
por la noche.
-Te
agradezco...
-No, por
favor, no sigas por ahí —dijo con fiereza y cortó la comunicación.
A
continuación, después de comer frugalmente y sin apetito, volvió a su quehacer.
A media
tarde le dolía la cabeza y tuvo que tomarse un analgésico. Más tarde ajustó el
microscopio binocular, luego la luz y se entregó al trabajo.
Miley se sintió muy aliviada cuando al
fin terminó la jornada. Camino a casa se detuvo en un supermercado y compró
comida para ella, fruta fresca y comida para el gato.
Más tarde,
tras darle de comer, se preparó una ensalada y pescado. Después estuvo una hora
mirando televisión y luego trabajó un rato en el ordenador portátil.
Cuando al
fin estuvo en su cama sintió el peso del gato en sus piernas. Compañía y amor
incondicional, fue lo último que pensó antes de dormirse no sin dificultad.
Era difícil
intentar dormir cuando el único hombre que la agraviaba invadía sus pensamientos
y sus sueños. Al día siguiente, sentía que se le desplomaba el estómago cada
vez que sonaba el teléfono. Esperaba una llamada de Nick para confirmar el encuentro del sábado siguiente.
El viernes
por la tarde era un manojo de nervios y lo maldijo de modo muy locuaz.
En
consecuencia, le costó trabajo responder de forma civilizada cuando oyó su voz
el sábado por la mañana.
-Pasaré a
buscarte a las seis y media. Primero cenaremos y luego iremos a una exposición
de arte.
-Si me dices
la hora en que piensas volver a tu casa podemos reunimos allí -sugirió con
rigidez.
-No.
Los dedos de
Miley apretaron el teléfono móvil.
-Qué
significa ese... «No»? preguntó conteniendo la rabia-Puedes llevar a otra
persona a cenar y a la exposición.
-¿Ir de una
mujer a otra? -preguntó en tono jocoso.
-Alternar
contigo no forma parte del trato.
-Verás,
según lo convenido tengo derecho a doce horas de tu tiempo. Si prefieres no
salir, estoy muy dispuesto a pasar esas horas en la cama contigo.
Miley quiso matarlo.
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