El
Aston Martín entró en el garaje cuyas puertas electrónicas se cerraron con un
imperceptible clic.
Atrapada
«Llévame
a casa». Las palabras surgieron como un grito silencioso antes de apagarse en
su garganta. «Tienes que superar esto», le dijo sin piedad una voz interior.
«Piensa en Alexander, en Cameron».
« ¿Y quién
piensa en mí?»
Nick
sacó el neceser de viaje del maletero y
a continuación la guió hacia el vestíbulo interior de la casa.
Con
creciente desesperación ella contempló las amplias dimensiones de la estancia,
la escalera curvada con su balaustrada de intrincado diseño que conducía a la
planta superior. Una araña de cristal pendía del alto techo y las paredes
estaban cubiertas con finas pinturas. Todo el conjunto hablaba de un ambiente
de gran lujo y prosperidad.
Nick
dejó el neceser al pie de la escalera e indicó una puerta a su derecha.
-¿Te apetece
una bebida?
Miley lo vio
entrar en una espaciosa sala.
El
pensamiento de una amable charla fingida era más de lo que podía soportar.
Toda
la velada había sido una antesala al momento en que tendría que compartir su
cama. No tenía ningún sentido alargar la espera.
-Si no te importa,
preferiría ahorrarme los prolegómenos.
Estaba
nerviosa. Él podía percibirlo en su voz, en el pulso que palpitaba en la base
del cuello y sintió placer.
-¿Prefieres
subir?
-Sí.
Nick
sé encogió de hombros imperceptiblemente, cerró la puerta de la sala e indicó
la escalera.
Tras
subir y atravesar la galería con balaustradas, Nick la condujo a una suite lujosamente amueblada.
Miley
entró en la habitación y se detuvo, incierta. «Piensa. Quítate los zapatos y
las joyas».
Se
quitó los pendientes con facilidad, pero a causa del temblor de los dedos no
pudo abrir el cierre del collar.
-Déjame a mí –dijo
Nick con calma acercándose a ella.
Demasiado
cerca. Casi podía sentir el contacto del cuerpo masculino a sus espaldas.
Demonios,
¿es que para facilitar las cosas no debería hacer el papel de la seductora y
arrojarse en sus brazos?
Los
dedos tocaron la nuca e inconscientemente contuvo la respiración. Luego se
separó cuando él le puso el collar en las manos.
Miley
fue hacia el neceser y colocó las joyas en una pequeña bolsa. Cuando se volvió,
él estaba detrás y el estómago se le oprimió cuando empezó a quitarle las
horquillas del pelo.
Los
dedos de Nick recorrieron la graciosa curva del cuello y ella sintió el toque a
lo largo de la espina dorsal.
-Hermosa
-murmuró Nick.
Y Miley
tuvo que luchar contra el fascinante tono de su voz. Sería tan fácil volverse
hacia él, besarlo y dejarse llevar.
Sin
embargo, hacer eso significaría que ella toleraba su actitud y no había la
menor maldita esperanza de que algún día perdonara sus manipulaciones.
-No finjamos
hacer de esto lo que no es.
Miley
alcanzó a bajar un poco la cremallera del vestido antes que intervinieran las
manos de Nick.
-¿Sexo a un
alto precio?
-Es
lo que querías Miley se encogió de hombros intentando que fuese un gesto
negligente-. Si quieres terminar de desenvolver el paquete, puedes continuar.
Nick entornó
los ojos.
-¿Cómo
podría un hombre resistirse a la tentación? -preguntó con la voz enronquecida.
Entonces
terminó de bajar la cremallera, luego retiró los tirantes de los hombros y el
vestido se deslizó suavemente a la alfombra.
La
única prenda que protegía la desnudez de Miley era una breve braguita de seda y
se esforzó por quedarse inmóvil mientras él la contemplaba apreciativamente.
Los
ojos despidieron llamaradas azules cuando la mirada de él se detuvo en los
pechos, descendió por su cuerpo y luego alzó la vista para encontrarse con una
expresión de indignado desafío.
Con
una lentitud deliberada se quitó los zapatos, los calcetines, la chaqueta, la
corbata, se aflojó el cinturón de los pantalones y empezó a desabotonarse la
camisa.
Realmente
el hombre era apuesto. Anchos hombros, caderas estrechas, estómago plano, piel
aceitunada y músculos endurecidos que denotaban una fuerza innegable.
El
breve boxer de seda escasamente ocultaba su excitación y Miley odió sentir que
se ruborizaba.
Tras
echar la ropa de cama hacia atrás. Nick se aproximó a ella. Los ojos de Nick se
agrandaron un segundo cuando él trazó con el índice la curva del labio
inferior.
Una
oleada de calor invadió su cuerpo, el pulso empezó a latirle aceleradamente
mientras él le tomaba la cara entre las manos, y emitió un gemido silencioso
cuando inclinó la cabeza hacia su rostro.
Miley
no esperaba el lento contacto de su boca o el modo en que la punta de la lengua
se introdujo entre sus labios mientras su rostro continuaba entre las manos de Nick.
Luego
sintió que los pulgares se deslizaban por sus mejillas y contuvo la respiración
cuando el beso se hizo más intenso.
Nick
tiraba de sus sentidos y los despedazaba destruyendo de ese modo la barrera
protectora que ella había erigido contra él.
Las
manos de Miley se alzaron hasta los hombros sólo para apoyarse allí,
vacilantes, mientras él capturaba su nuca con una mano y con la otra recorría
toda la espalda hasta la parte inferior y la atraía hacia su cuerpo.
Con
un leve movimiento, Nick le quitó la braguita y ella gimió al sentir su mano
entre las piernas.
Nada
pudo hacer para impedir la caricia de los diestros dedos. Él sabía cómo y dónde
tocar, hasta hacerla enloquecer.
Sin
embargo, Miley sabía que entre su mente y su cuerpo no había sincronía. Su
mente permanecía ajena a la tentación que invadía su cuerpo.
«Disimula»,
sintió que le decía la silenciosa voz interior. «Hazlo de una vez, y entonces
todo habrá terminado». Sólo por esa noche.
Nick volvió a
tomarle la cara entre las manos.
-No lo hagas
-le advirtió con suavidad.
-No
sé qué quieres decir -murmuró ella, con
una mirada sorprendida.
Él
trazó la curva de su boca con el pulgar y notó los ojos llameantes de ira.
-Sí lo sabes.
Miley
pudo sentir el rubor que cubría sus mejillas. ¿Qué tenía ese hombre que podía
leer sus pensamientos más secretos?
Sus
otros compañeros sentimentales se entregaban de tal modo a su propio placer que
nunca se habían preocupado por el de ella.
Una
risa sofocada nació y murió en su garganta. Sólo había tenido dos novios que le
habían declarado su devoción con un ojo puesto en la fortuna de su padre.
-No quiero
estar aquí contigo.
-Tal vez no,
por el momento.
-¿Estás seguro
de que hay suficiente espacio en esta habitación para ti y para tu ego?
La ronca risa
de Nick casi fue la perdición de ella.
-¿Dudas de que
pueda lograr que me desees?
-Sería un
verdadero triunfo -las palabras escaparon de su boca antes de poder impedirlo.
Nick entornó
los ojos, guardó un interminable silencio y luego la soltó. Entonces fue hacia
la cama.-Ven.
-¿Prefieres la
cama? -preguntó ella, incierta.
-Es más cómoda
-respondió él-. Para dormir -añadió tras una pausa mientras observaba la
confusión que nublaba la mirada de Miley.
-¿Dormir? -ella
sintió que repetía todas sus palabras.
-Por el
momento. ¿Te molesta?
¿Aplazamiento
de la ejecución? No estaba segura de sentirse aliviada o irritada.
-¿Un respiro
antes de la ejecución? ¿Debo agradecértelo?
—No
presiones, querida -dijo en un tono suave como la seda, aunque la advertencia
era puro acero.
Capitular
era lo más conveniente, pensó ella mientras iba hacia el neceser, sacaba una
camiseta larga de algodón y se la ponía. Luego, tras un instante de vacilación
se metió en la cama lo más lejos posible de Nick.
Con
un mando a distancia él apagó las luces y Miley sintió que se le tensaba el
cuerpo a la espera del momento en que se aproximaría a ella.
Sólo que él no lo hizo, y ella se quedó
inmóvil hasta que sintió su respiración acompasada.
¡Maldición,
se había dormido! Con toda facilidad y rapidez había sido capaz de relajarse y
quedarse dormido dejándola allí, despierta, para que hirviera de indignación en
silencio. ¡La tentación de darle un puñetazo fue tremenda! ¿Cómo se atrevía a
desconectar de esa manera?
Todavía
sentía las huellas de sus manos en el cuerpo y los labios levemente hinchados
por el contacto de su boca.
Cielo santo, no
debía sentirse desilusionada.
Nick
Jonas era alguien que le disgustaba intensamente, más bien que odiaba. Y la
química que había entre ellos no alteraba las cosas.
Sus
extremidades y todo su cuerpo estaban rígidos. Habría dado cualquier cosa por
poder estirarse, acomodar el almohadón y quedar en una posición más
confortable.
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