DOS
NOCHES más tarde, Miley se encontraba bebiendo un excelente champán en el
imponente vestíbulo de una mansión del elegante sector de Rose Bay.
Los
invitados, algunos conocidos, se mezclaban entre ellos y la conversación fluía
con facilidad. Sin embargo, a pesar de la velada y de los invitados, nada le
impactaba tanto como la presencia del hombre que estaba a su lado.
Nick
Jonas exudaba encanto, solícito interés y demasiada química sensual para la paz
mental de cualquier mujer. Especialmente para la paz de ella, así que su
tensión nerviosa aumentaba a cada minuto.
No
deseaba encontrarse allí. Sobre todo, no deseaba que la vincularan de ninguna
manera a Nick Jonas.
Sin
embargo estaba unida a él, atrapada por hilos invisibles y el reloj avanzaba
hacia el momento en que iban a encontrarse a solas.
-¿Más
champán? -preguntó Nick al tiempo que indicaba la copa vacía que tenía en la
mano.
Estaba
demasiado cerca para su comodidad. Era demasiado consciente de su presencia, de
su fino traje, del aroma de su varonil perfume exclusivo y del hombre bajo ese
sofisticado exterior.
-No, gracias
-respondió con cortesía.
Con
una copa bastaba. La noche era joven, pronto servirían la cena, y ella valoraba
demasiado su reputación social y su autoestima como para pasar las próximas
horas en una neblina alcohólica.
La
elección del traje no fue fácil. Tras descartar varios, al final optó por un
vestido de seda roja cortado en capas con un suave escote drapeado y finos
tirantes en los hombros. Un leve maquillaje acentuaba los ojos y el pelo iba
atado en un moño en la nuca. En el cuello lucía un collar de cadenas unidas
entre sí con pendientes a juego.
La
preparación del neceser de viaje fue sencilla. Había puesto unas cuantas
prendas y unos artículos de aseo. Un neceser que Nick puso en el maletero de su
coche cuando ella bajó al vestíbulo.
No
hubo un saludo manifiesto por parte de él. No hizo el menor intento de tocarla
cuando ella se instaló en el elegante Aston Martín.
Durante
el breve trayecto a la casa de sus anfitriones la conversación había
escaseado... posiblemente a causa de las respuestas monosilábicas de Miley.
¿Qué
esperaba? ¿Que sonriera, riera y actuara como si esa fuera una cita? Él la había convertido en parte de un trato
de negocios y ella lo odiaba por eso. Casi tanto como verse en una tertulia
llena de invitados durante varias horas.
Invitados
que indudablemente sentían curiosidad por la mujer que Nick había elegido como
acompañante para esa velada. ¿O la curiosidad se debía tal vez a su elección de
compañero?
¿Es
que los apuros financieros de los Cyrus ya habían empezado a circular en
sociedad? Y si así fuera, ¿en qué contexto aparecía Miley Cyrus junto a Nick?
¿Y los comentarios harían alusión a que la fusión de las empresas se había
desplazado de la sala de juntas al dormitorio?
Miley se dijo que no le importaba... y sabía
que mentía.
La
cena. Santo cielo, ¿cómo podría probar bocado? En ese momento sentía un
apretado nudo en el estómago.
-Relájate
-dijo Nick mientras tomaban asiento en una mesa puesta con toda elegancia.
-Estoy
perfectamente relajada -replicó ella con una sonrisa sorprendente.
Había
numerosos platos que se complementaban perfectamente, preparados con el arte y
talento de un chef profesional.
Todos, incluso Miley,
felicitaron a los anfitriones.
Durante
la cena conversó con los otros invitados, según las normas sociales a las que
estaba perfectamente habituada, aunque más tarde no recordara casi nada de lo
que se había hablado.
Nick
estaba allí, como una presencia constante, y la tensión se aceleraba a medida
que transcurría la velada. Casi olvidaba respirar cuando sentía el roce de su
mano al llenarle la copa de agua.
Miley
empezó a rezar para que acabara la cena. Al menos cuando estuvieran solos
podría quitarse la máscara social y entregarse al cruce de espadas verbal con
él.
Durante
el café. Nick no parecía tener prisa en marcharse y eran casi las once cuando
se despidieron de los anfitriones.
Hicieron
en silencio el corto trayecto hasta el sector de Point Piper y el cuerpo de Miley
se puso rígido cuando él activó la verja electrónica del camino de entrada,
estratégicamente iluminado, que conducía a una gran casa cuya arquitectura
exterior e interior había aparecido en una elegante revista de actualidad.
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