CUATRO días después, Joe se levantó de la cama a las tres de la
madrugada y entró en su lujoso baño para darse otra ducha de agua fría.
Se sentía como si lo hubieran embrujado y, mientras el agua
resbalaba por su fuerte y musculoso cuerpo, gritó enfurecido.
Ninguna mujer le había perturbado el sueño antes.
Había algo en Demi Ross que había desatado su imaginación hasta
cotas de creatividad erótica insuperables.
La idea de que se convirtiera en su amante lo tenía obsesionado
y le hacía tener fantasías sexuales de las que no se podía liberar.
Incluso dormido, su cerebro revisaba una y otra vez el breve
encuentro que había tenido lugar entre ellos y lo transformaba hasta
convertirlo en un encuentro apasionado y salvaje más del gusto sexual
masculino.
No poder controlar su mente lo enfurecía.
Joe apoyó la frente en las baldosas de mármol y pensó en Camila,
algo que no se permitía muy a menudo porque no era hombre de pensar en lo que
no podía ser.
Recordó a Camila, mujer de preciosos ojos oscuros y gran
corazón, aquella mujer con la que jamás podría casarse porque, a pesar de que
no eran parientes de sangre, la madre de Camila lo había amamantado durante un
periodo de tiempo y su religión prohibía el casamiento entre hermanos de leche.
Joe no había sabido lo que era el amor hasta el día en el que
durante una boda interminable había visto a una preciosa chica de pelo color
castaño que jugaba con los niños y les hacía trucos de magia.
Camila se había convertido en toda una mujer mientras él estaba
trabajando en el extranjero y se había formado como profesora.
Al principio, ni siquiera la había reconocido, pues la última
vez que se habían visto era tan sólo una niña.
Entonces, se había dado cuenta de que quería casarse con ella y
en ese mismo instante habían comenzado sus tribulaciones y sus sufrimientos.
Ahora, le sucedía lo mismo.
Aunque no se atrevía a comparar el deseo lujurioso que sentía
por Demi Ross con el sincero amor que lo atraía hacia Camila, lo cierto era que
volvía a verse atrapado por una mujer a la que no podía tener.
Joe recapacitó y se dijo que, tal vez, aquel mal que lo aquejaba
venía dado por demasiado tiempo de abstención sexual y decidió que aquello
solamente lo podía curar una mujer abierta y decidida.
Y sabía exactamente a quién recurrir.
Selena Anstruther, la dueña de la propiedad vecina, una viuda de
gustos muy caros, pero que no había quedado demasiado bien económicamente y que
nunca había ocultado que estaba interesada en él.
En el descanso de la mañana, Jeanie miró a Demi y frunció el
ceño.
-¿Te pasa algo? Tienes ojeras, como si no hubieras dormido bien.
-Estoy bien... -murmuró Demi.
Lo cierto era que llevaba varias noches sin poder conciliar el
sueño, incapaz de dejar de pensar en el misterioso conductor de la motocicleta
y, cuando se metía en la cama y cerraba los ojos, él volvía a protagonizar sus
sueños, cuyo contenido Demi jamás se habría atrevido a compartir con nadie.
-¿Algún problema en casa? -insistió Jeanie.
-No -contestó Demi-. El otro día me tropecé con un motociclista,
el viernes por la tarde... creo que está alojado en el castillo... -añadió
mordiéndose el labio inferior.
-Por aquí siempre hay un montón de caras nuevas y da la
casualidad de que ha venido un escritor para documentarse sobre la historia del
castillo y un pajarito me ha dicho que llegó en moto -contestó Jeanie-. Sin
embargo, no creo que sea tu príncipe azul porque es bastante mayor.
-No, el hombre del que yo te hablo no es mayor -le corroboró
Demi-. Era joven y parecía de otro país...
Ah... ése! -exclamó Jeanie-. Es el albañil polaco que está
encargándose del nuevo establo. ¿Es alto, moreno, de piel bronceada y muy
guapo?
Demi asintió cuatro veces como una marioneta.
-Lo vi en el pueblo el sábado por la noche. Desde luego,
jovencita, tienes buen gusto.
Demi enrojeció de pies a cabeza.
-¿Sabes si está casado? -consiguió preguntar.
-No, no está casado -rió Demi-. Ahora entiendo por qué estás en
las nubes. ¿Hablaste con él? ¿Ha sido un flechazo?
-¡Jeanie! Yo simplemente estaba dando un paseo, nos encontramos
y hablamos durante un minuto. Era sólo curiosidad.
-Ya, sólo curiosidad, claro... -sonrió Jeanie-, Con lo guapa que
eres, no vas a tener ningún problema en conseguir una cita con él. Otra cosa
será que a tu padre le parezca bien.
-No voy a tener ningún problema con mi padre porque no quiero salir
con él -le aseguró Demi-. Por favor, no vayas por ahí hablando de esto. Si mi
padre se entera, me mata.
-Demi, no te preocupes, nadie de por aquí te haría la faena de
irle con un cotilleo así a tu padre. Después de la pelea que tuvo en la
iglesia, todo el mundo le tiene miedo.
Demi bajó la cabeza avergonzada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario