martes, 31 de julio de 2012

La Inocente Novia Del Jeque Cap 28



Me da igual que haga falta o no porque me voy a quedar de todas formas.
Aquella declaración impresionó a Demi, que comenzó a relajarse.
-Estoy cansada... -bostezó desde la cama.
-Duerme -le indicó Joe.

Demi así lo hizo y, cuando se despertó, lo primero en lo que se fijó fue en su mano y en cómo brillaba su alianza de matrimonio.
Tal y como había prometido, Joe no se había ido. Estaba de espaldas a ella, mirando por la ventana.
-Supongo que no era así como tenías planeado pasar el día de nuestra boda -comentó Demi.

Joe se giró hacia ella y la miró preocupado, lo que sorprendió a Demi.
-Parece que ya no estás tan pálida. ¿Te duele algo?
Demi negó con la cabeza y Joe sonrió aliviado, se acercó a la cama y la miró.
-Eres una mujer fuerte y nuestro hijo también lo será.
-¿Voy a tener que pasar la noche aquí?
-Sí -contestó Joe-, ¿Tienes hambre?
-No.
-Estoy preocupado por el peso que has perdido y el médico, también -comentó joe con amabilidad.
-Tener náuseas todo el rato no me permite disfrutar de la comida. Por eso he perdido tanto peso -le explicó Demi-. ¿Tú has comido algo?
-No, estaba tan preocupado por ti que no tengo hambre -contestó Joe.
Demi lo miró a los ojos y suspiró.

-Está bien, mensaje recibido. Intentaré comer un poco.
Efectivamente, Demi consiguió deglutir una comida ligera e incluso saborear una mousse de chocolate antes de volverse a quedar dormida.
Se despertó a medianoche y vio que había luz en un rincón de la habitación. Joe estaba sentado en una silla junto a la cama y Demi se quedó mirándolo.
-¿Por qué estás aquí todavía? -murmuró sorprendida de que no la hubiera dejado a cargo del personal médico.

Joe no pudo ocultar su sorpresa por la pregunta.
-¿Y dónde quieres que esté? Eres mi mujer y ésta es nuestra noche de bodas -contestó mirándola a los ojos.

Demi había pensado que le contestaría que era su deber estar junto a ella y al niño que esperaban, pero aquella contestación le había sorprendido.
-Se me había olvidado...
-A mí, no -dijo Joe acariciándole la mano-. Duerme.
-Sí, jefe -bromeó Demi.
Joe rió de manera sensual.
-¿Te importaría hacerte cargo de Squeak?
-No te preocupes, está todo controlado.
-Estará perdido sin mí -comentó Demi preocupada.
-No te preocupes, yo mismo me aseguraré personalmente de que esté bien. ¿Hace cuánto que lo tienes?

-Mi madre me lo regaló cuando era un cachorro y yo tenía nueve años. Ahora tiene trece -contestó Demi.
-Sí, desde luego, es un anciano venerable. No te preocupes, no le sucederá nada.
Durante los siguientes cinco días, a Demi le quedó muy claro que no tenía más opción que ser extremadamente prudente y cuidadosa durante el tiempo que le quedaba de embarazo.

-¿Cuándo vamos a ir a Dhemen? -le preguntó a Joe.
-Ahora no es el mejor momento. Tendremos que quedarnos en Londres hasta después del nacimiento del niño -contestó su marido encogiéndose de hombros y aceptando la situación-. Ahora lo más importante es que descanses. Supongo que debe de ser duro tener que guardar cama, pero cada día que nuestro hijo pasa dentro de tu cuerpo se fortalece más.

Demi se dijo que serían solamente unas cuantas semanas y que estaba dispuesta a hacer lo hiciera falta para asegurarse de que su hijo naciera con buena salud.
-¿Me voy a tener que quedar en la clínica?
-No. Si me prometes que vas a ser prudente, contrataré ahora mismo a un par de enfermeras y te llevaré a nuestro piso de Londres.
-Seré prudente -repitió Demi.

Treinta y seis horas después, le dieron el alta, se instaló en un ático en el que se encontró con gran júbilo con Squeak y conoció a la primera de las tres enfermeras que la iban a cuidar por turnos.

La casa resultó ser increíblemente grande, amueblada a la última moda y moderna. Demi se encontró pronto instalada en un diván situado en una gran habitación desde la que había una vista espectacular del río Tamesis.

A media mañana, recibió varias cajas con conjuntos de lencería y, animada por la enfermera, eligió un camisón de seda color verde claro a juego con una bata y dejó que le cepillaran el pelo para la visita de Joe a la hora de comer.
-¿Estás bien aquí? -le preguntó al llegar-. Esta es la casa que utiliza toda la familia cuando viene a Londres. A lo mejor, debería comprar algo más privado...

Al ver llegar a Joe, la enfermera sonrió y salió rápidamente de la habitación.
-Esta enfermera se comporta como si fuéramos recién casados y estuviéramos desesperados por estar solos -murmuró Demi en tono de disculpa.

En respuesta, Joe bajó la cabeza hacia ella, le tomó el rostro entre las manos y la besó. Desconcertada, Demi sintió que se le aceleraba el corazón. Joe se tumbó junto a ella y volvió a besarla.

-Ojala pudiéramos aprovechar el tiempo que estamos a solas, pero los placeres mejores siempre nos están vedados -sonrió-. Me he dado cuenta de que me deseas tanto como yo te deseo a ti y eso me da fuerzas para tener paciencia.
Consternada por aquella conversación, para la que no estaba preparada en absoluto, Demi se mostró ultrajada e indignada.
-¡Eso no es verdad!

Sin dudarlo un segundo, Joe alargó el brazo y le tocó los pezones, que se habían endurecido bajo la seda. Demi  cerró los ojos con fuerza y se sonrojó de pies a cabeza sin poder evitar disfrutar de la sensación de placer que sus caricias le provocaban.

-Tu cuerpo reconoce y sabe la verdad. Si me fuera posible, ahora mismo te haría el amor -murmuró Joe con voz ronca-. Sin embargo, el hecho de tener que esperar hará mucho más placentero el encuentro cuando llegue el momento.
-¡Se supone que nuestro matrimonio no es de verdad! -protestó Demi.

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