Los hermanos Cyrus
también eran asiduos a esas fiestas benéficas, en gran medida en representación
del padre enfermo. Era algo que ella aceptaba de buen grado y siempre con una
fachada de cortesía.
Sólo
ella sabía el efecto que Nick ejercía en su persona. Nadie podía notar su pulso
acelerado ni el nudo en el estómago ante su sola presencia, ni como una mirada
a su boca sensual le hacía hervir la sangre en las venas al recordar
nítidamente el modo en que una vez esos labios se habían posesionado de los
suyos.
Once
años. Un beso todavía tan vivido. Un beso que se convirtió en la medida de los
otros besos que le siguieron en esos años. Pero ninguno había sido como aquel,
por mucho que ella intentara convencerse de que era un engaño de su memoria.
Había ocasiones
en que pensaba que aceptaría una de sus invitaciones para satisfacer su
curiosidad. Pero siempre algo, como un conocimiento innato del peligro, se lo
impedía.
Las
invitaciones de Nick y sus continuos rechazos se habían convertido en una
especie de juego amable que ambos aceptaban.
A veces se
preguntaba qué haría Nick si alguna vez lo sorprendía aceptando una invitación.
-Nick -saludó Miley
al tiempo que devolvía con ecuanimidad su mirada apremiante.
-Cameron
-saludó Miley. Por un segundo, ella creyó advertir una muda señal entre los
hombres, pero luego descartó el pensamiento pensando que era sólo una
fantasía-. Parece que la velada será todo un éxito, ¿no os parece?
La fiesta de
esa noche se celebraba con el fin de recaudar fondos para proveer de equipos de
vanguardia a un ala especial del hospital pediátrico de la ciudad.
Sin duda allí
había muchos invitados con auténtico interés por colaborar en una obra
benéfica.
Sin embargo,
para la gran mayoría se trataba de un encuentro social en que las mujeres
competían en glamour intentando superar a las demás con sus vestidos de diseño
y costosa joyería, mientras los hombres aprovechaban para hacer negocios bajo la
excusa de alternar en sociedad.
Nick Jonas no
entraba fácilmente en ninguna de esas categorías y ella no tenía ningún interés
en catalogarlo. De hecho, hacía cuanto podía para fingir que no existía, pese a
los intentos de Nick por convencerla de lo contrario.
El podía tener
cualquier mujer que quisiera. Y probablemente lo hacía. Su fotografía solía
aparecer en las páginas sociales de numerosos periódicos y revistas,
inevitablemente junto a una mujer sensacional pegada a su lado.
Era un hombre
que inspiraba respeto y admiración en una sala de juntas y además, según se
murmuraba, poseía el talento de enloquecer a una mujer en su dormitorio.
Algunas mujeres
se habrían superado a sí mismas ante el desafío de domesticarlo, sin
importarles demasiado lo que durara la experiencia. Pero Miley no era una de
ellas. Sólo un loco se aventuraría a desafiar al diablo sin salir quemado.
-Si me
perdonas, necesito saludar a alguien -dijo.
Una frase muy
utilizada, pero cierta. Siempre había amigos que saludar para escapar de su
presencia. Aunque Cameron hizo un gesto de protesta, Nick se limitó a inclinar
la cabeza. Lo que no le ayudó en absoluto porque pudo sentir los oscuros ojos
clavados en su espalda mientras se alejaba.
«Debes
superarlo», se dijo a sí misma antes de integrarse en la conversación que
mantenía un grupo de amigos.
Más tarde,
Cameron se unió a ella.
-No había razón
para que desaparecieras –dijo en tono desaprobador.
-Nick Jonas
puede ser un regalo para los ojos, pero no es mi tipo.
-¿No?
No -declaró con una sonrisa que intentó mantener en
los labios mientras se aproximaban a la mesa que les correspondía-. ¿Sabes
quiénes se sentarán junto a nosotros? -preguntó en tono ligero en tanto se
acomodaba en uno de los cuatro asientos vacíos y a la vez saludaba a los otros
seis invitados que ya estaban sentados
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