¡No ha sido para tanto! -se defendió Demi incorporándose,
apoyándose en las almohadas y tapándose con la sábana.
-¿Cómo que no? -exclamó Joe.
-Ha sido una simple mentira...
-¿Una simple mentira? -repitió Joe poniéndose en pie-. Te he
dicho que no te tocaría si eras virgen y me has mentido. Me has engañado y eso
no ha estado bien, no ha sido justo.
-Así lo he decidido y debes respetar mi elección -insistió Demi.
-Si me hubieras dicho que eras virgen, yo habría decidido no
arrebatarte la inocencia. Acabo de traicionar mis principios -contestó Joe
entrando en el vestidor, tomando ropa limpia y metiéndose en el baño.
Demi oyó correr el agua y sintió unas horribles ganas de llorar.
El castigo a su mentira había llegado más rápidamente de lo que ella temía.
Le había entregado su virginidad a un hombre que no la quería y
que no parecía apreciar el hecho de que se la hubiera dado porque lo juzgara especial.
¿Acaso era especial de verdad?
Demi necesitaba desesperadamente que Joe la consolara, que se
mostrara amable y afectuoso con ella y, en lugar de hacer eso, se estaba
comportando con ella como si hubiera cometido el peor de los crímenes.
Era cierto que había mentido, pero jamás lo hacía. En esa
ocasión, la idea de perderlo, de no hacer el amor con él le había nublado la
razón y le había hecho faltar a la verdad.
Joe volvió a aparecer, todavía más guapo que antes, ataviado con
un precioso traje gris a medida y Demi se apresuró a desviar la mirada.
-Perdóname por mentirte, pero no pensaba en lo que hacía -se
disculpó en voz baja-. Ojala no te hubiera mentido.
A Joe le produjo una inmensa admiración que Demi fuera una
persona que pidiera disculpas tan pronto, pues eso significaba que era una
buena persona. Sin embargo, si tal y como él quería, pasaba a formar parte de
su vida, necesitaba aprender la lección y tener muy claro que él no toleraba
mentiras en su casa.
-Las mentiras minan la confianza -comentó-. ¿Cómo voy a poder
confiar ahora en ti?
-Ojala nada de esto hubiera ocurrido... -se lamentó Demi con
pesar.
-No somos niños, Demi. Ha ocurrido lo que queríamos que
ocurriera.
-¡Esto ha sido lo más estúpido que he hecho en mi vida!
-No ha sido muy inteligente ni por tu parte ni por la mía, pero
lo que a simple vista puede parecer un error puede transformarse en algo
positivo.
-No sé cómo... -contestó Demi enrollándose la sábana al cuerpo y
levantándose de la cama.
Le hubiera gustado poder cerrar los ojos y desaparecer. ¿Por qué
demonios no se había ido mientras Joe estaba en la ducha? Estaba tan
avergonzada por lo ocurrido que, mientras recogía su ropa, no se atrevía ni a
mirarlo. ¿Cómo se había acostado con un desconocido? Aquel comportamiento no
era propio de ella.
La impresionante intensidad de sus emociones y la atracción
sexual habían destrozado el respeto que debería haber sentido por sí misma.
A Joe le había bastado con mirarla y con tocarla para hacerle
perder el sentido común y el control. ¿Cómo negar que sentía algo por él? ¿Se
habría enamorado? Lo cierto era que no había podido dejar de pensar en él desde
que se habían conocido, pero eso no era excusa para lo que acababa de ocurrir.
-Espera... -le dijo Joe agarrándola.
-Tengo que volver a trabajar.
-No -le dijo Joe sentándola en una silla-. Escúchame. Ahora
somos amantes.
-¡No hace falta que me lo recuerdes! -exclamó Demi
apesadumbrada.
-Tampoco hace falta que te pongas así. Lo que ha ocurrido entre
nosotros no es para tanto.
-Me pongo como me da la gana -lo interrumpió Demi.
-Piensa que esto podría ser el comienzo de una nueva vida para
ti.
-¿De que me estás hablando?
-Obviamente, después de lo ocurrido, no puedes seguir trabajando
aquí, pero no quiero que vuelvas a casa con tu padre. A partir de ahora, yo me
hago responsable de ti.
-No te entiendo.
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