Nick había
ganado y ambos lo sabían. Había una sola cosa que ella podía esperar..., su
silencio.
-Tienes mi
palabra -dijo Nick con tranquilidad, como si le hubiera adivinado el
pensamiento.
-Por lo que
debería estar muy agradecida, ¿verdad?
Él no contestó.
-¿Por qué no te
sientas? -sugirió al tiempo que se acercaba a un pequeño bar. Sacó del refrigerador
una botella de agua, llenó un vaso y se lo puso en la mano.
Después se
acercó a la mesa y apoyó una cadera en el borde.
-¿Empezamos de
nuevo?
—Te escucho.
¿Se daba cuenta
de su aspecto tan vulnerable? Los sorprendentes ojos azules lo miraban,
atrapados.
Nick recordó su
sabor de entonces, su fragancia, la suave respuesta tentativa. Había querido
imprimir su sello en ella, sin saber exactamente el motivo. ¿Tal vez por el
deseo de conmocionarla, de castigarla? ¿O quizá darle una lección para que
tuviera cuidado con los hombres cuya necesidad primordial era el sexo?
Pero, en
cambio, había sido ella la que dejó en él un recuerdo persistente, que
inesperadamente removió su espíritu y también su anatomía. Una adolescente
tentadora, inconsciente de su poder femenino. Diego se preguntó cómo habría
reaccionado si él se hubiera aprovechado de su juventud.
Las niñas de
dieciséis años no entraban en sus pensamientos. Especialmente cuando esa chica
en particular, de dieciséis años, era la adorada hija de uno de los magnates de
la industria en Sidney. El hermano, dos años mayor que ella, debió haberlo
pensado mejor antes de llevarla a una fiesta donde abundaban el alcohol y las
drogas. Una situación que les había hecho ver antes de llevarse a los hermanos
de la fiesta.
Nick había
tenido pocas relaciones. Había disfrutado de las mujeres tomando lo que
gustosamente le ofrecían sin ánimo de mantener relaciones estables. En cuanto
al compromiso... en su vida no había ninguna mujer que hubiese deseado
exclusivamente para sí. El amor eterno era un mito.
Durante el año
anterior tan sólo una mujer había atormentado sus sentidos, aunque ella había
desdeñado todas sus invitaciones y había tenido que contentarse con un saludo
cortés cuando se encontraban en alguna reunión social.
Hasta ese
preciso momento.
-Tan pronto
como se haya satisfecho nuestro acuerdo personal firmaré los documentos para el
traspaso de fondos.
-¿Y cuando
piensas dar comienzo a nuestro «acuerdo personal»? -preguntó ella.
-Cualquiera
diría que piensas que el sexo conmigo es un castigo.
-Tu ego debe de
ser desmesurado si imaginas que para mí sería un placer.
-Valientes
palabras para quien ignora la clase de amante que soy.
El instinto le
advirtió a Miley que se enfrentaba a un hombre experimentado. Lo veía en su
mirada oscura... en la confianza en sí mismo que posee un hombre muy versado en
los deseos de las mujeres.
-Vaya...
-El miércoles
asistiré a una cena. Iré a buscarte a las seis y media. Lleva un neceser con
todo lo que necesites para la noche.
Una risa
histérica nació y murió en la garganta de Miley. ¿Tan pronto? Bueno, al menos
así la primera noche acabaría al fin. Y entonces le quedaría una más y un fin
de semana.
¿Y las otras
noches?
Cielo santo,
¿cómo podía su voz sonar tan serena?
-El sábado y el
siguiente fin de semana. Un millón de dólares será depositado en la cuenta de Cyrus
después de cada una de las veladas que pases conmigo. Y a partir del lunes
siguiente se pagarán todas las deudas a los acreedores.
-La condición
que aparece tan sutilmente expuesta en el documento no me ofrece ninguna
fiabilidad. ¿Cómo puedes garantizarme que no vas a invalidar tu oferta alegando
que la condición no se ha cumplido a tu entera satisfacción?
-Tienes mi
palabra.
-Lo siento,
pero eso no es suficiente.
-¿No confías en
mí?
-No.
-¿Qué deseas
entonces?
-Un documento
en el que aparezca el detalle de esas noches en tu compañía, que no pasarán de
doce horas, y que asegure que el cumplimiento de tu parte del trato no estará
condicionado a mi comportamiento sexual durante ese
tiempo. El documento original será destruido cuando deposites el dinero en la
cuenta de Cyrus.
Más tarde, Miley
observó cómo redactaba el documento en el ordenador portátil, lo imprimía por
duplicado, lo firmaba y luego se lo tendía.
Bueno, el
contrato no se había realizado ante un notario, aunque eso era mejor que nada.
Después, Nick
Jonas la condujo hasta el vestíbulo y llamó el ascensor.
-El miércoles a
las seis y media.
-No puedo decir
que haya sido un placer verte -comentó Miley mientras oprimía el botón de
bajada.
omg!
ResponderEliminarme muero me encanto :D