viernes, 6 de julio de 2012

CUATRO NOCHES DE PASIÓN Cap 8


Nick había ganado y ambos lo sabían. Había una sola cosa que ella podía esperar..., su silencio.
-Tienes mi palabra -dijo Nick con tranquilidad, como si le hubiera adivinado el pensamiento.
-Por lo que debería estar muy agradecida, ¿verdad?                
Él no contestó.
-¿Por qué no te sientas? -sugirió al tiempo que se acercaba a un pequeño bar. Sacó del refrigerador una botella de agua, llenó un vaso y se lo puso en la mano.
Después se acercó a la mesa y apoyó una cadera en el borde.
-¿Empezamos de nuevo?
—Te escucho.
¿Se daba cuenta de su aspecto tan vulnerable? Los sorprendentes ojos azules lo miraban, atrapados.
Nick recordó su sabor de entonces, su fragancia, la suave respuesta tentativa. Había querido imprimir su sello en ella, sin saber exactamente el motivo. ¿Tal vez por el deseo de conmocionarla, de castigarla? ¿O quizá darle una lección para que tuviera cuidado con los hombres cuya necesidad primordial era el sexo?
Pero, en cambio, había sido ella la que dejó en él un recuerdo persistente, que inesperadamente removió su espíritu y también su anatomía. Una adolescente tentadora, inconsciente de su poder femenino. Diego se preguntó cómo habría reaccionado si él se hubiera aprovechado de su juventud.
Las niñas de dieciséis años no entraban en sus pensamientos. Especialmente cuando esa chica en particular, de dieciséis años, era la adorada hija de uno de los magnates de la industria en Sidney. El hermano, dos años mayor que ella, debió haberlo pensado mejor antes de llevarla a una fiesta donde abundaban el alcohol y las drogas. Una situación que les había hecho ver antes de llevarse a los hermanos de la fiesta.
Nick había tenido pocas relaciones. Había disfrutado de las mujeres tomando lo que gustosamente le ofrecían sin ánimo de mantener relaciones estables. En cuanto al compromiso... en su vida no había ninguna mujer que hubiese deseado exclusivamente para sí. El amor eterno era un mito.
Durante el año anterior tan sólo una mujer había atormentado sus sentidos, aunque ella había desdeñado todas sus invitaciones y había tenido que contentarse con un saludo cortés cuando se encontraban en alguna reunión social.
Hasta ese preciso momento.
-Tan pronto como se haya satisfecho nuestro acuerdo personal firmaré los documentos para el traspaso de fondos.
-¿Y cuando piensas dar comienzo a nuestro «acuerdo personal»? -preguntó ella.
-Cualquiera diría que piensas que el sexo conmigo es un castigo.
-Tu ego debe de ser desmesurado si imaginas que para mí sería un placer.
-Valientes palabras para quien ignora la clase de amante que soy.
El instinto le advirtió a Miley que se enfrentaba a un hombre experimentado. Lo veía en su mirada oscura... en la confianza en sí mismo que posee un hombre muy versado en los deseos de las mujeres.
-Vaya...
-El miércoles asistiré a una cena. Iré a buscarte a las seis y media. Lleva un neceser con todo lo que necesites para la noche.
Una risa histérica nació y murió en la garganta de Miley. ¿Tan pronto? Bueno, al menos así la primera noche acabaría al fin. Y entonces le quedaría una más y un fin de semana.
¿Y las otras noches?
Cielo santo, ¿cómo podía su voz sonar tan serena?
-El sábado y el siguiente fin de semana. Un millón de dólares será depositado en la cuenta de Cyrus después de cada una de las veladas que pases conmigo. Y a partir del lunes siguiente se pagarán todas las deudas a los acreedores.
-La condición que aparece tan sutilmente expuesta en el documento no me ofrece ninguna fiabilidad. ¿Cómo puedes garantizarme que no vas a invalidar tu oferta alegando que la condición no se ha cumplido a tu entera satisfacción?
-Tienes mi palabra.
-Lo siento, pero eso no es suficiente.
-¿No confías en mí?
-No.
-¿Qué deseas entonces?
-Un documento en el que aparezca el detalle de esas noches en tu compañía, que no pasarán de doce horas, y que asegure que el cumplimiento de tu parte del trato no estará condicionado a mi comportamiento sexual durante ese tiempo. El documento original será destruido cuando deposites el dinero en la cuenta de Cyrus.
Más tarde, Miley observó cómo redactaba el documento en el ordenador portátil, lo imprimía por duplicado, lo firmaba y luego se lo tendía.
Bueno, el contrato no se había realizado ante un notario, aunque eso era mejor que nada.
Después, Nick Jonas la condujo hasta el vestíbulo y llamó el ascensor.
-El miércoles a las seis y media.
-No puedo decir que haya sido un placer verte -comentó Miley mientras oprimía el botón de bajada.

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