-¿Tú quieres que sea así? La verdad es que yo prefiero no
fingir, no me gusta fingir -contestó Joe-. Eres mi mujer y pronto serás la
madre de mi hijo, así que no quiero que haya nada falso en nuestra relación.
¿Te he dicho que volveremos a casarnos en Dhemen?
-No, no me había has comentado nada -contestó Demi mirándolo a
los ojos.
-Puede ser que para entonces tengas claro lo que quieres. Aunque
pudiera acostarme contigo ahora mismo, lo cierto es que preferiría aguantar y
controlar mi deseo hasta que toda mi familia te considere realmente mi esposa
-dijo Joe.
-¿Tú crees que me aceptarán? -preguntó Demi preocupada.
-Por supuesto que sí -contestó joe amablemente-. Por las
apariencias, hemos hecho creer a todos que nos casamos el año pasado en secreto
porque a mi padre no le parecía bien nuestra relación y no nos dio autorización
para una boda oficial. Sin embargo, él eminente nacimiento de nuestro hijo ha
ablandando el corazón del rey, que ha decidido respetar mi decisión. Así, todo
el mundo contento.
Demi pensó que Joe estaba pagando un alto precio por haberse
dejado llevar por el deseo sexual que sentía por ella porque, al fin y al cabo,
él no estaba enamorado de ella y ella, sí.
En aquel momento, el bebé le dio una patada.
-¡Ah! -exclamó Demi poniéndose la mano sobre la barriga.
-¿Puedo? -preguntó Joe extendiendo un brazo hacia ella.
-Sí...
Joe le puso la palma de la mano sobre la barriga y sonrió
encantado.
-Qué feliz me estás haciendo -murmuró con una sinceridad que
emocionó a Demi.
Aunque Joe no la quisiera, era obvio que no se sentía mal porque
fuera a ser padre y aquello significaba mucho para ella. Evidentemente, estaba
encantado con el nacimiento de su hijo y estaba decidido a celebrar su llegada
y no simplemente a aceptarlo como algo inevitable.
Además, a pesar de que su figura había perdido su esbeltez,
acababa de demostrar que seguía encontrándola atractiva y Demi se dijo que
ambas cosas era muy positivas.
Sin embargo, no debía olvidar tampoco que se había casado con un
hombre que la tenía por una ladrona.
Demi intentó ponerse en su mente y comprendió que, al no
conocerla prácticamente de nada, era lógico que joe hubiera creído que había
robado. Sin embargo, estaban construyendo una relación y, tarde o temprano,
tendría la suficiente confianza con él como para hablar de aquel tema y
convencerlo, demostrando su inocencia, de que ella no había tenido nada que ver
con la desaparición del diamante de lady Selena.
Al día siguiente, mientras desayunaba, llegaron un montón de
revistas y de libros, otra muestra de que Joe pensaba en ella.
Demi se encontraba mucho mejor y, de hecho, se tomó un cuenco de
cereales, un cruasán y dos tazas de chocolate.
Durante las siguientes dos semanas, Joe pasó todo el tiempo
libre que tuvo con ella, pero no volvió a besarla. Sin embargo, canceló todos
sus viajes de negocios al extranjero para estar a su lado.
Al final, Demi se puso de parto quince días antes de lo esperado,
a media mañana. Joe estaba en la otra punta de Londres.
Cuando llegó a la clínica, Demi estaba ya ingresada.
-No te preocupes, no te va doler -le aseguró apretándole la
mano-. He hablado con los médicos y me han asegurado que no vas a sufrir en
absoluto.
Demi pensó que el que
parecía que estaba sufriendo mucho era él y se dio cuenta de que estaba muy
pálido. Ella era consciente de que dar a luz implicaba cierto dolor, pero no se
lo dijo.
Joe estaba tan preocupado por Demi, que se puso a rezar. Ni el
mejor equipo médico del mundo podía asegurar que a una parturienta no le
sucediera nada. Su propia madre, joven y sana, había muerto poco después de
darlo a luz y su padre jamás se había recuperado de la pérdida de la mujer a la
que adoraba.
Media hora después, nació su hijo y todo fue a las mil
maravillas.
-Es... es... un milagro -dijo al verlo, visiblemente
emocionado-. Dentro de unas semanas, cuando estés bien, iremos a Dhemen y se lo
presentaremos a mi pueblo.
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