domingo, 1 de julio de 2012

La Inocente Novia Del Jeque Cap5 Jemi



Tendré cuidado entonces para no cruzarme en su camino porque no quiero perder mi trabajo.
Cuando la habían contratado, le habían advertido que debía trabajar en el más absoluto silencio y que, si alguna vez se encontraba con el jeque en un pasillo, debía irse a toda velocidad, así que Demi no creía muy probable que pudiera verlo de cerca.
Si yo tuviera tu cuerpo y tu cara, haría todo lo que estuviera en mi mano para tropezarme con él -bromeó Jeanie-. Si le gustaras, podría apartarte de todo este mundo y ponerte una casa para ti. ¡Te solucionaría la vida! -exclamó-. Imagínate la ropa que podrías tener, y las joyas, y, además... ¡un hombre impresionante en tu cama! Demi, eres una mujer realmente guapa. Si hay alguien que pueda encandilar al príncipe Joe, ésa eres tú.
Demi la miró sorprendida y se sonrojó.
Yo no soy así...
Pues te iría mucho mejor si lo fueras -insistió la pelirroja-. La vida es para disfrutarla y para divertirse. ¡Cómo no tengas cuidado, al final tu padre va a terminar convirtiéndote en una solterona!
Tras terminar de lavar la vajilla de Sevres, Demi la secó con cuidado a pesar de que sus pensamientos estaban a años luz de allí.
Se sentía muy diferente a Jeanie porque a ella la habían educado en una casa en la que la única referencia que se hacía sobre el sexo la hacía su padre y siempre diciendo que era «el pecado de la fornicación».

Lo único que le estaba permitido leer era la Biblia y otros textos sagrados y ahora que había tenido acceso a otro tipo de publicaciones, periódicos y revistas, en los que se hablaba de otras cosas completamente diferentes Demi se sentía secretamente atraída por la ropa y los lugares exóticos que había visto en ellas.
Ojala su padre fuera un hombre más razonable.
Ojala le permitiera salir y conocer a gente, como hacían otras chicas de su edad. Demi razonaba que, al fin y al cabo, él tenía que haber salido con su madre antes de casarse y que aquello no podía ser malo, ¿no?
A medida que había ido pasando el tiempo, su padre se había ido haciendo cada vez más irrazonable; hasta el punto de que había discutido con los parroquianos en la iglesia y había decidido dejar de ir, prohibiéndoles a Demi y a Mabel que lo hicieran.
A Demi le encantaba la música y uno de los pocos placeres que tenía en la vida era escuchar la radio, pero su padre se la había roto cuando Mabel se había quejado de que la chica pasaba demasiado tiempo escuchándola y tardaba mucho en preparar el desayuno.
Demi todavía recordaba la cara de horror de su madrastra al ver la airada reacción de su marido.

Aquella tarde, después de comer, otra compañera le dio una revista que ella ya había terminado de leer y Demi la aceptó con la cabeza baja.
Mientras se iba, escuchó cómo sus compañeras comentaban que era una pena cómo la había educado su padre y, palabras textuales de la que le había regalado la revista: «a esa pobre chica le da miedo hasta su propia sombra».
No es cierto», se dijo Demi mientras pedaleaba rumbo a casa.
No tenía tanto miedo, pero tampoco estaba tan loca como para buscar un enfrentamiento abierto con su padre antes de disponer de los medios necesarios para irse.
La belleza de aquel día de principios de verano pronto apaciguó su ánimo y la llenó de vitalidad.
Era viernes, su día favorito de la semana porque terminaba pronto de trabajar y solía tener la casa entera para ella durante la tarde porque su padre y Mabel estaban haciendo la compra semanal.
Demi decidió sacar a pasear al perro y leer la revista y, media hora después, salía de casa de su padre y atravesaba la pradera verde en dirección al bosque. Una vez allí, entre los árboles, se quitó los zapatos, se desabrochó un par de botones de la blusa y se soltó el pelo para tumbarse al sol.

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