martes, 31 de julio de 2012

Errores Del Ayer Cap 2 Jemi



Joe estaba a punto de reprender al joven por haber hecho una tontería semejante, pero su voz pareció perderse en algún lugar entre sus cuerdas vocales y su boca abierta cuando el ala del sombrero de este se alzó y unos ojos grises y brillantes se toparon con los suyos. Unos labios indudablemente femeninos se curvaron en una sonrisa a la vez que la mujer se quitaba su baqueteado Stetson y una espesa cascada de pelo rubio caía sobre sus hombros.

—Soy D.D. Lovato —dijo, a la vez que le ofrecía su mano.
Joe se sintió como si una mula acabara de darle una coz en el estómago. Ignorando el gesto de la mujer, la miró de arriba abajo. Las curvas disimuladas por su amplia cazadora vaquera se hicieron repentinamente aparentes. Unos pechos firmes y redondeados subían y bajaban al ritmo de su agitada respiración, y sus vaqueros, gastados en zonas especialmente tentadoras, estaban perfectamente rellenos.
Joe movió la cabeza mientras volvía a mirar su rostro. Ligeramente morenas, sus mejillas resplandecían con un tono rosado natural que ningún maquillaje habría logrado conseguir.

Sus suaves rasgos y su figura solo confirmaban lo que la mente de Joe trataba de negar: se hallaba frente a una mujer, y muy atractiva.
Demi apretó los labios ante la expresión mezcla de asombro y enfado del hombre que la miraba. Sin duda, no debía faltarle atención femenina. Tenía una pequeña cicatriz en el extremo de su ojo derecho y la barba de un día ensombrecía sus enjutas mejillas. El pelo castaño que caía sobre su frente parecía suavizar su severo porte.
Tragó saliva. Apostaría sus mejores botas a que si alguna vez sonriera podría conquistar a la solterona más reticente.

Sus anchos y musculosos hombros, estrechas caderas y largas y fuertes piernas, atestiguaban que se encontraba en una excelente condición física. Una divertida sonrisa jugueteó en sus labios. Cuando la había sacado del corral se había movido con la facilidad de un caballo de carreras, y no le cabía ninguna duda sobre la identidad del pura sangre que tenía delante. Su autoritaria presencia y su actitud arrogante solo podían significar una cosa. Aquel hombre no era otro que Joe Jonas, el dueño y señor del rancho Rocking M… su nuevo jefe. Y en aquellos momentos parecía lo suficientemente enfadado como para escupir clavos.
Había llegado el momento de la confrontación.

—Soy la nueva preparadora de su caballo. Siento haber llegado tarde, pero Daisy ha sufrido una avería cerca de San Antonio y el mecánico ha tenido dificultades para encontrar una junta universal para un vehículo de tantos años.
Joe  movió la cabeza.
—No sé qué clase de chanchullo se trae entre manos, señorita, pero no me lo trago.
Cuando uno de los hombros tosió con la evidente intención de reprimir una risa, Flint tomó a Demi por un codo y se encaminó con ella hacia la casa.
—El espectáculo ha terminado, chicos. Volved al trabajo. Quiero que traigáis aquí el rebaño de Widow's Ridge. Tú ven conmigo, Brad.

Unos momentos después entraban en el despacho. Demi había visto otros muy parecidos durante a lo largo de su vida. El cuero y la madera dominaban un ambiente claramente masculino y, sin necesidad de mirar, supo que los libros de las estanterías eran sobre la industria del ganado y la cría de caballos.
En una repisa, junto al típico reloj antiguo, había una pequeña urna de cristal; el magnífico collar de diamantes que había dentro brillaba bajo los rayos del sol del atardecer.

Demi se sentó en la silla que había libre junto a la que había ocupado el capataz y trató de olvidar el collar. La vida de Jonas no era asunto suyo, y lo que eligiera para decorar su despacho carecía de importancia. De todos modos, aquella joya parecía fuera de lugar en una habitación tan masculina.
Joe dejó su sombrero en un gancho que había junto a la puerta y ocupó su asiento tras el escritorio. Miró a la mujer que se hallaba sentada frente a él. Le estaba costando asimilar lo que había pasado cuando la había acompañado hasta la casa. El contacto con ella le había producido la misma descarga que si hubiera agarrado un cable suelto de la electricidad. Si había tenido aquella reacción simplemente con tocarle el codo, ¿qué pasaría si acariciara su sedosa piel?

Se maldijo mentalmente. Aquella mujer se traía algo entre manos y, distraído por su aspecto, había estado a punto de morder el cebo.
—Antes de que se le quede petrificado el rostro con ese ceño fruncido, deje que me explique —dijo Demi—. Utilizo mis iniciales con fines comerciales. Mi nombre completo es Demetria Devonne Lovato.
Su serena actitud sacó de quicio a Joe.

—Como supongo que comprenderá, me gustaría ver algo que la identifique.
Sonriente, Demi sacó su carné de conducir del bolsillo de su cazadora y se lo entregó.
Flint se lo devolvió tras observarlo atentamente.
—Usted no puede ser Lovato. Lovato es uno de los entrenadores de caballos más conocidos en el negocio. Aprender eso lleva más años de los que usted tiene.
Demi dejó de sonreír.
—Llevo trabajando con caballos casi los veintiséis años que tengo. Y soy buena —negó con la cabeza—. No, no soy simplemente buena. Soy «muy» buena —alzó una ceja perfecta y añadió—: Pero el problema no es la edad, ¿verdad?

—No —reconoció Joe. No había duda de que aquella mujer tenía coraje, pero no quería tener a una mujer desenfadada como ella deambulando por el rancho. Miró el collar que estaba bajo la urna de cristal. Ya había tenido suficiente de mujeres como aquella. Lo que necesitaba era un entrenador de caballos.
—Quiero darle las gracias por el tiempo que ha perdido y las molestias que se ha tomado, pero, después de pensarlo detenidamente, creo que no es adecuada para el trabajo.
Demi sonrió con calma.

— ¿Por qué no lo dice claramente, Jonas? D.D Lovato no es un hombre —Joe le dedicó una torva mirada, pero no dijo nada—. Cuando hablé con el señor Henson hace unos meses, mi género no pareció ningún problema.
Joe miró a su capataz.
— ¿Sabías que era una mujer?
El rostro de Brad reflejó su asombro.
—No. Cuando hablé con Cal, me puso con su secretaria y…
—Usted habló directamente conmigo, señor Henson, y en ningún momento le dije que fuera la secretaria de Cal —dijo Demi, divertida—. Le dije que si estaban de acuerdo con los honorarios y los demás requisitos, debía enviármelo firmado por el señor Jonas al Lazy R. —se volvió hacia Joe y sonrió—. Y eso fue precisamente lo que hizo.

Él tomó su copia del documento.
—Firmé esto suponiendo que iba a tratar con un entrenador avezado. Usted no puede tener la experiencia necesaria para transformar a un semental como Black Satin en un caballo dócil. Además, carece de la fuerza física necesaria para hacerlo.

La Inocente Novia Del Jeque Cap 29



-¿Tú quieres que sea así? La verdad es que yo prefiero no fingir, no me gusta fingir -contestó Joe-. Eres mi mujer y pronto serás la madre de mi hijo, así que no quiero que haya nada falso en nuestra relación. ¿Te he dicho que volveremos a casarnos en Dhemen?
-No, no me había has comentado nada -contestó Demi mirándolo a los ojos.
-Puede ser que para entonces tengas claro lo que quieres. Aunque pudiera acostarme contigo ahora mismo, lo cierto es que preferiría aguantar y controlar mi deseo hasta que toda mi familia te considere realmente mi esposa -dijo Joe.
-¿Tú crees que me aceptarán? -preguntó Demi preocupada.

-Por supuesto que sí -contestó joe amablemente-. Por las apariencias, hemos hecho creer a todos que nos casamos el año pasado en secreto porque a mi padre no le parecía bien nuestra relación y no nos dio autorización para una boda oficial. Sin embargo, él eminente nacimiento de nuestro hijo ha ablandando el corazón del rey, que ha decidido respetar mi decisión. Así, todo el mundo contento.

Demi pensó que Joe estaba pagando un alto precio por haberse dejado llevar por el deseo sexual que sentía por ella porque, al fin y al cabo, él no estaba enamorado de ella y ella, sí.
En aquel momento, el bebé le dio una patada.
-¡Ah! -exclamó Demi poniéndose la mano sobre la barriga.
-¿Puedo? -preguntó Joe extendiendo un brazo hacia ella.
-Sí...
Joe le puso la palma de la mano sobre la barriga y sonrió encantado.
-Qué feliz me estás haciendo -murmuró con una sinceridad que emocionó a Demi.
Aunque Joe no la quisiera, era obvio que no se sentía mal porque fuera a ser padre y aquello significaba mucho para ella. Evidentemente, estaba encantado con el nacimiento de su hijo y estaba decidido a celebrar su llegada y no simplemente a aceptarlo como algo inevitable.

Además, a pesar de que su figura había perdido su esbeltez, acababa de demostrar que seguía encontrándola atractiva y Demi se dijo que ambas cosas era muy positivas.
Sin embargo, no debía olvidar tampoco que se había casado con un hombre que la tenía por una ladrona.

Demi intentó ponerse en su mente y comprendió que, al no conocerla prácticamente de nada, era lógico que joe hubiera creído que había robado. Sin embargo, estaban construyendo una relación y, tarde o temprano, tendría la suficiente confianza con él como para hablar de aquel tema y convencerlo, demostrando su inocencia, de que ella no había tenido nada que ver con la desaparición del diamante de lady Selena.
Al día siguiente, mientras desayunaba, llegaron un montón de revistas y de libros, otra muestra de que Joe pensaba en ella.

Demi se encontraba mucho mejor y, de hecho, se tomó un cuenco de cereales, un cruasán y dos tazas de chocolate.

Durante las siguientes dos semanas, Joe pasó todo el tiempo libre que tuvo con ella, pero no volvió a besarla. Sin embargo, canceló todos sus viajes de negocios al extranjero para estar a su lado.
Al final, Demi se puso de parto quince días antes de lo esperado, a media mañana. Joe estaba en la otra punta de Londres.

Cuando llegó a la clínica, Demi estaba ya ingresada.
-No te preocupes, no te va doler -le aseguró apretándole la mano-. He hablado con los médicos y me han asegurado que no vas a sufrir en absoluto.
Demi  pensó que el que parecía que estaba sufriendo mucho era él y se dio cuenta de que estaba muy pálido. Ella era consciente de que dar a luz implicaba cierto dolor, pero no se lo dijo.

Joe estaba tan preocupado por Demi, que se puso a rezar. Ni el mejor equipo médico del mundo podía asegurar que a una parturienta no le sucediera nada. Su propia madre, joven y sana, había muerto poco después de darlo a luz y su padre jamás se había recuperado de la pérdida de la mujer a la que adoraba.

Media hora después, nació su hijo y todo fue a las mil maravillas.
-Es... es... un milagro -dijo al verlo, visiblemente emocionado-. Dentro de unas semanas, cuando estés bien, iremos a Dhemen y se lo presentaremos a mi pueblo.

La Inocente Novia Del Jeque Cap 28



Me da igual que haga falta o no porque me voy a quedar de todas formas.
Aquella declaración impresionó a Demi, que comenzó a relajarse.
-Estoy cansada... -bostezó desde la cama.
-Duerme -le indicó Joe.

Demi así lo hizo y, cuando se despertó, lo primero en lo que se fijó fue en su mano y en cómo brillaba su alianza de matrimonio.
Tal y como había prometido, Joe no se había ido. Estaba de espaldas a ella, mirando por la ventana.
-Supongo que no era así como tenías planeado pasar el día de nuestra boda -comentó Demi.

Joe se giró hacia ella y la miró preocupado, lo que sorprendió a Demi.
-Parece que ya no estás tan pálida. ¿Te duele algo?
Demi negó con la cabeza y Joe sonrió aliviado, se acercó a la cama y la miró.
-Eres una mujer fuerte y nuestro hijo también lo será.
-¿Voy a tener que pasar la noche aquí?
-Sí -contestó Joe-, ¿Tienes hambre?
-No.
-Estoy preocupado por el peso que has perdido y el médico, también -comentó joe con amabilidad.
-Tener náuseas todo el rato no me permite disfrutar de la comida. Por eso he perdido tanto peso -le explicó Demi-. ¿Tú has comido algo?
-No, estaba tan preocupado por ti que no tengo hambre -contestó Joe.
Demi lo miró a los ojos y suspiró.

-Está bien, mensaje recibido. Intentaré comer un poco.
Efectivamente, Demi consiguió deglutir una comida ligera e incluso saborear una mousse de chocolate antes de volverse a quedar dormida.
Se despertó a medianoche y vio que había luz en un rincón de la habitación. Joe estaba sentado en una silla junto a la cama y Demi se quedó mirándolo.
-¿Por qué estás aquí todavía? -murmuró sorprendida de que no la hubiera dejado a cargo del personal médico.

Joe no pudo ocultar su sorpresa por la pregunta.
-¿Y dónde quieres que esté? Eres mi mujer y ésta es nuestra noche de bodas -contestó mirándola a los ojos.

Demi había pensado que le contestaría que era su deber estar junto a ella y al niño que esperaban, pero aquella contestación le había sorprendido.
-Se me había olvidado...
-A mí, no -dijo Joe acariciándole la mano-. Duerme.
-Sí, jefe -bromeó Demi.
Joe rió de manera sensual.
-¿Te importaría hacerte cargo de Squeak?
-No te preocupes, está todo controlado.
-Estará perdido sin mí -comentó Demi preocupada.
-No te preocupes, yo mismo me aseguraré personalmente de que esté bien. ¿Hace cuánto que lo tienes?

-Mi madre me lo regaló cuando era un cachorro y yo tenía nueve años. Ahora tiene trece -contestó Demi.
-Sí, desde luego, es un anciano venerable. No te preocupes, no le sucederá nada.
Durante los siguientes cinco días, a Demi le quedó muy claro que no tenía más opción que ser extremadamente prudente y cuidadosa durante el tiempo que le quedaba de embarazo.

-¿Cuándo vamos a ir a Dhemen? -le preguntó a Joe.
-Ahora no es el mejor momento. Tendremos que quedarnos en Londres hasta después del nacimiento del niño -contestó su marido encogiéndose de hombros y aceptando la situación-. Ahora lo más importante es que descanses. Supongo que debe de ser duro tener que guardar cama, pero cada día que nuestro hijo pasa dentro de tu cuerpo se fortalece más.

Demi se dijo que serían solamente unas cuantas semanas y que estaba dispuesta a hacer lo hiciera falta para asegurarse de que su hijo naciera con buena salud.
-¿Me voy a tener que quedar en la clínica?
-No. Si me prometes que vas a ser prudente, contrataré ahora mismo a un par de enfermeras y te llevaré a nuestro piso de Londres.
-Seré prudente -repitió Demi.

Treinta y seis horas después, le dieron el alta, se instaló en un ático en el que se encontró con gran júbilo con Squeak y conoció a la primera de las tres enfermeras que la iban a cuidar por turnos.

La casa resultó ser increíblemente grande, amueblada a la última moda y moderna. Demi se encontró pronto instalada en un diván situado en una gran habitación desde la que había una vista espectacular del río Tamesis.

A media mañana, recibió varias cajas con conjuntos de lencería y, animada por la enfermera, eligió un camisón de seda color verde claro a juego con una bata y dejó que le cepillaran el pelo para la visita de Joe a la hora de comer.
-¿Estás bien aquí? -le preguntó al llegar-. Esta es la casa que utiliza toda la familia cuando viene a Londres. A lo mejor, debería comprar algo más privado...

Al ver llegar a Joe, la enfermera sonrió y salió rápidamente de la habitación.
-Esta enfermera se comporta como si fuéramos recién casados y estuviéramos desesperados por estar solos -murmuró Demi en tono de disculpa.

En respuesta, Joe bajó la cabeza hacia ella, le tomó el rostro entre las manos y la besó. Desconcertada, Demi sintió que se le aceleraba el corazón. Joe se tumbó junto a ella y volvió a besarla.

-Ojala pudiéramos aprovechar el tiempo que estamos a solas, pero los placeres mejores siempre nos están vedados -sonrió-. Me he dado cuenta de que me deseas tanto como yo te deseo a ti y eso me da fuerzas para tener paciencia.
Consternada por aquella conversación, para la que no estaba preparada en absoluto, Demi se mostró ultrajada e indignada.
-¡Eso no es verdad!

Sin dudarlo un segundo, Joe alargó el brazo y le tocó los pezones, que se habían endurecido bajo la seda. Demi  cerró los ojos con fuerza y se sonrojó de pies a cabeza sin poder evitar disfrutar de la sensación de placer que sus caricias le provocaban.

-Tu cuerpo reconoce y sabe la verdad. Si me fuera posible, ahora mismo te haría el amor -murmuró Joe con voz ronca-. Sin embargo, el hecho de tener que esperar hará mucho más placentero el encuentro cuando llegue el momento.
-¡Se supone que nuestro matrimonio no es de verdad! -protestó Demi.

La Inocente Novia Del Jeque Cap 27



PAREZCO una vaca -comentó Demi con aire triste al mirarse en el espejo. Al sentir una punzada en el pubis, hizo una mueca de dolor y se dijo que no era nada.
Jeanie se quedó mirando a su amiga y sacudió la cabeza.
-El vestido es una preciosidad y estás genial -le aseguró.

-Pero si estoy gordísima... -insistió Demi cerrando la maleta.
Era cierto que estaba embarazadísima y que ningún vestido de novia podría haber ocultado su barriga. El que le habían confeccionado era juvenil y bonito, pero no dejaba de ser un vestido premamá y Demi habría dado cualquier cosa en el mundo por parecer una novia aquella mañana y no una embarazada.

Había transcurrido una semana desde que había aceptado la propuesta de matrimonio de Joe y durante ese tiempo había dejado el trabajo y le habían dado una tarjeta de crédito, que apenas había utilizado, dos guardaespaldas y una suite en un hotel.
Squeak se había acostumbrado a la vida lujosa con increíble celeridad y se paseaba por su nuevo entorno con una dignidad y una pomposidad que tenían sorprendida a Demi.

Ella, sin embargo, se sentía como si estuviera interpretado un papel en una obra de teatro.
Joe había ¡do a Dhemen para hablar con su familia y obtener autorización de su padre para casarse y, antes de irse, había insistido en que Demi llamara a Jeanie para invitarla a la boda.
Desde que se había ido, la había llamado todos los días y se había mostrado educado, considerado e... impersonal.
-¿Sabes lo que estaba diciendo la gente ayer en el castillo cuando me iba? -sonrió Jeanie.
Demi negó con la cabeza.
-¡Que lady Selena te hizo una encerrona para acusarte de ladrona porque se había dado cuenta de que el príncipe Joe se había enamorado perdidamente de ti!
Demi cerró los ojos presa del dolor porque era perfectamente consciente de que, a pesar de que se iba a casar con ella, su futuro marido no la amaba.

-Todo el mundo sabía que la viuda alegre llevaba un par de años intentando echarle el lazo, pero por muchas minifaldas que se ha puesto no ha podido hacer nada -rió la pelirroja-. Lo cierto es que me alegro mucho de que todas sus artimañas no hayan podido con vuestro amor porque... tú estás completamente enamorada del príncipe, ¿verdad?
-Sí -murmuró Demi.
En aquel momento, sonó el teléfono.
-El coche ya está listo, te está esperando -anunció Jeanie-, Dentro de dos horas, serás una princesa.
-Bueno, no sé...
-¿Cómo que no? Si te casas con un príncipe, obviamente, tú te conviertas en princesa. ¿Y el niño? Seguro que a él también le darán algún título, ¿no?
-No lo sé -contestó Demi saliendo de la suite.

-Supongo que la familia del príncipe Joe estará sorprendida con todo esto. ¡No creo que les haya hecho ninguna gracia que su hijo se case con una mujer que no es de sangre real! -comentó Jeanie-. Uy, perdón, no tendría que haber dicho eso... -añadió tapándose la boca con la mano.
-¿Por qué no? Es la verdad -contestó Demi.
-Ya sabes que me voy después de la misa -comentó su amiga cambiando de tema.
-No, Jeanie, por favor...
-Sí, ya hemos hablado de ello. No podría comer al lado de un príncipe. Me pondría muy nerviosa.
Donald se había ofrecido a llevar a Demi al altar, pero ella se lo había agradecido y le había dicho que no era necesario porque iba ser una boda muy sencilla en la que solamente iba a haber un par de testigos.

Lo cierto era que le producía un terrible dolor que no fuera a acudir nadie de su familia. Le habría encantado que su hermano Daniel estuviera allí con ella, pero no tenía ni idea de cómo localizarlo.
Había llamado a su casa para decirle a su padre que se iba a casar, pero, en cuanto había oído la voz de su hija, Angus Ross había colgado el teléfono.

Demi había intentado convencerse de que daba igual, de que aquella boda era un matrimonio de conveniencia que iba a tener lugar única y exclusivamente por el bien del niño, que el anillo que le iba a entregar Joe no se lo iba a entregar con amor.
Ni siquiera con respeto porque, si Joe seguía creyéndola una ladrona, ¿cómo la iba a respetar? Claro que, si la gente empezaba a dudar de la versión de Morag Stevens y a sospechar de lady Selena, tal vez, Joe terminaría descubriendo la verdad.
-¡A por él! -le dijo Jeanie al oído cuando Demi llegó al inicio del pasillo.
Demi se sonrojó de pies a cabeza y se quedó mirando a Joe, que la esperaba junto al altar más increíble y guapo que nunca.

¿Para qué negarlo? Estaba perdidamente enamorada de él. Cuando Joe la llamaba por teléfono, Demi sentía mariposas en el estómago y, cuando le sonreía, sentía que se le elevaba el corazón como si tuviera alas.
La ceremonia fue breve, pero Demi no pudo evitar emocionarse cuando Joe le puso la alianza.
Ahora era su marido.

Joe estaba realmente preocupado por Demi porque cada día parecía más frágil y estaba más pálida aunque ella siempre decía que se encontraba bien. Estaba deseando irse a Dhemen para que un ginecólogo de su entera confianza pudiera examinarla.

Mientras Joe pensaba en todo eso, Demi no podía dejar de pensar en que ni siquiera tenía ramo de novia, en que todo aquello era una farsa, en que aquel matrimonio adolecía de amor por todas partes y en que era mejor que se fuera acostumbrando porque eso era lo que la esperaba.

Estaban saliendo de la iglesia cuando Demi sintió una aguda punzada de dolor en el bajo vientre que la hizo doblarse hacia delante.
-¿Qué te pasa? -exclamó Joe, preocupado.
-Me duele -consiguió contestar Demi-. ¡Me duele mucho!
Joe dio instrucciones en árabe a su hermano Raza, tomó a Demi en brazos y la metió en el coche.
-Tengo miedo -confesó Demi nerviosa.
A continuación, cerró los ojos con fuerza y rezó. Mientas tanto, joe la hizo tumbarse, él se sentó, le colocó la cabeza sobre su regazo y le agarró las manos para darle fuerzas.

-No te preocupes, llegaremos al hospital en menos de cinco minutos.
-Supongo que no tenías previsto que esto ocurriera hoy.
-Tú tranquila... -contestó Joe apartándole el pelo de la cara-. Estoy contigo y no te va a pasar nada. Los momentos difíciles no lo son tanto si se llevan entre dos.
Demi estaba sinceramente preocupada por tener un parto prematuro, temía que le sucediera algo al niño.

Al llegar al hospital, Demi se quedó anonadada, pues se trataba de una clínica privada que pertenecía a una de las fundaciones de joe.
Nada más examinarla, el médico decidió que había que ingresarla.
-Deberías comer algo -le indicó Demi a Joe diez minutos después, una vez a solas en su habitación privada.
-¿Estás de broma?
-¿No tienes hambre?
-Me quiero quedar contigo.
-No hace falta -mintió Demi porque, en realidad, lo que más necesitaba en el mundo era su compañía.

Cuatro Noches De Pasión Cap 31



Miley  gradualmente se dio cuenta de que no estaba sola en la cama. Su cabeza se apoyaba en el pecho de
Nick, una pierna masculina se enlazaba con la suya y él la estrechaba entre sus brazos.
Nick sintió los latidos apresurados del corazón de Miley, su respiración entrecortada y la besó en los cabellos aspirando su fresco aroma.
Un hombre podría sentir un inmenso placer al despertar por las mañanas junto a una mujer cálida y complaciente entre sus brazos.
Aunque no cualquier mujer sino... esa mujer.
-Estás despierta.

Ella oyó su voz cansina y respondió perezosamente que sí.
Él le recorrió la espalda con los dedos, acarició los firmes glúteos, luego la cadera y la cintura antes de avanzar hacia los pechos.
Ella casi dejó escapar un gemido cuando él la puso de espaldas y su boca acarició un pecho y un tierno pezón.
Segundos más tarde, la mano masculina se dirigió a la suave zona entre las piernas y empezó  a explorarla.
Ella dejó escapar un ahogado y ronco grito al sentir una intensa ola orgásmica que desató sus emociones.

Cuando Nick penetró en su cuerpo sintió como nunca se elevaban hacia las alturas y juntos alcanzaban el clímax en una tumultuosa fusión sensual.
Permanecieron abrazados como sólo dos amantes satisfechos pueden hacerlo.
Con los ojos cerrados, Miley pensó que había sido una experiencia increíble mientras dejaba que su mente y su cuerpo se relajaran.
Más tarde buscaría satisfacerlo sólo a él. Y así lo hizo, deleitándose en desafiar y vencer el control de Nick.

«Disfruta», rogó silenciosamente. Porque en unas pocas horas más volvería a su apartamento y a una vida sin él.
Tarde, mucho más tarde se levantaron, compartieron la ducha, se vistieron y tomaron una combinación de desayuno y comida.
El teléfono móvil de Nick empezó a sonar cuando tomaban el café.
-Tendré que atender esta llamada.
Miley  levantó una mano indicándole en silencio que lo hiciera y luego lo vio cruzar la terraza.

«Francés», se dijo al escuchar una o dos palabras de la conversación y se preguntó cuántos idiomas hablaría Nick.
«Asuntos de negocios», decidió y dejó vagar la mirada sobre la piscina hacia el puerto.
-Tengo que reunirme con dos colegas. Les han cancelado el vuelo programado y tendrán que tomar un avión más temprano -informó Nick al volver a la mesa-. Estaré de vuelta en una o dos horas.
-Bien.

Tras terminar de tomar su café, le dio un beso breve pero intenso.
-Necesito hablar contigo -murmuró todavía con sus labios sobre los de Miley. Ella no fue capaz de decir una sola palabra-. Miley... -alcanzó a decir y en ese momento volvió a sonar el teléfono-. Maldición -exclamó mientras se pasaba los dedos por el pelo-. De acuerdo -dijo a su interlocutor.
Sus ojos se oscurecieron. Delegar el asunto estaba fuera de toda posibilidad. Había sólo dos socios capaces de manejar las negociaciones en curso y ninguno de los dos se encontraba en la ciudad.

-Tengo que resolver este asunto en un par de horas.
-Vete -dijo ella con calma-. Seguro que ellos te están esperando.
Él le dirigió una mirada penetrante, luego entró en la casa, recogió su cartera y las llaves y se dirigió al garaje.
Minutos después Miley recogió la mesa, lavó los platos y ordenó la cocina.
Quedarse o marcharse.

Si se quedaba, tendría que tolerar una aventura. Mientras hubiera amor entre los dos podría vivir de ese modo, pero era algo insostenible cuando sólo uno de ellos sentía amor.                 I
Ella no era el tipo de mujer que aceptaba aventuras efímeras.
Tampoco se veía a sí misma enganchada a un hombre y aceptando sólo lo que él quisiera darle.

«No puede ser», decidió tristemente mientras subía la escalera.
No le llevó demasiado tiempo preparar su bolso y dejar una nota en una mesa del vestíbulo. Luego llamó un taxi.

La gata la saludó con un maullido indignado, agitando el rabo. Había mensajes en el contestador automático, pero ella organizó las prioridades. Primero dio de comer al animal, luego metió la ropa en la lavadora y más tarde tomó una bebida fría.
Entonces escuchó los mensajes.
Taylor.
«Enlace la próxima semana en Roma. Querida, te necesito allí, para que me sostengas la mano».
Otro de Cameron.
«El martes vuelo a casa. Cenamos el miércoles, ¿de acuerdo?».
Otro de Delta.
«Espero que estés disfrutando el romántico paseo, pero no durará».
Miley no supo si reír o llorar con el último mensaje. El paseo, como lo llamaba Delta, había terminado.
Mantenerse ocupada le haría bien, así que sacó la ropa de la lavadora y la puso a secar.

El contenido del refrigerador era patético. Con las llaves del coche en la mano, repasó la lista de la compra mientras bajaba al garaje. Leche, pan, fruta fresca y verduras para ensalada. Luego condujo hasta el supermercado más cercano.
En una cafetería no lejos de casa, tomó un café mientras leía una revista.

Eran casi las cinco cuando condujo el coche hacia el aparcamiento subterráneo.
Entonces vio un vehículo muy familiar estacionado en la zona de visitas. Y por si le quedaban dudas acerca del dueño, vio la alta figura de Nick apoyado indolentemente en el Aston Martín.

Durante una fracción de segundo olvidó respirar, luego cruzó la verja de seguridad e introdujo la tarjeta con dedos temblorosos. Más tarde estacionó el vehículo en el garaje y antes de poder abrir la puerta del coche, esta se abrió de golpe.
Miley miró a Nick y de inmediato notó su dura expresión, como esculpida en piedra.
-¿Qué haces aquí?

-¿Creíste que no vendría?
Con todo cuidado salió del vehículo y cerró la puerta con llave antes de volverse hacia él.
-No sé de qué estás hablando.
-Lo sabes -replicó en un tono suave como la seda y ella tragó saliva-. ¿Por qué no te quedaste?
-No había ninguna razón para hacerlo. No nos debemos nada -se las ingenió para decir.
-Todas las obligaciones cumplidas, ¿verdad? -dijo Nick con peligrosa suavidad.
Miley creyó morir al responder afirmativamente.
-Sí.
-¿No hay ninguna emoción en juego? ¿Sólo buen sexo?
Ella estaba a punto de hundirse.
-¿Qué quieres de mí?

El grito que salió de su corazón sonó con furiosa desesperación.
-Te quiero en mi vida.
-¿Por cuánto tiempo, Nick? ¿Hasta que uno de nosotros decida terminar? Nada dura para siempre y la lujuria es una pobre compañera del amor.
En ese momento un coche estacionó en el espacio junto a ellos. Ella reconoció al conductor, que era un vecino, y notó su mirada preocupada.
-¿Todo bien, Miley?
Nick apenas cambió de expresión.

Cuatro Noches De Pasión Cap 30



No puedes obligarme a estar aquí.
-O te quedas aquí o vuelves a ingresar en el hospital. Tú verás.
-Eres un tirano.
-Me han llamado cosas peores.
-Necesito ir a darle de comer a mi gato -dijo al tiempo que alzaba una mano y de inmediato hizo una mueca de dolor-. ¡Maldición!
-Yo iré a dar de comer a tu gato.
-Es una gata -replicó.
-Vaya.
Él recogió las llaves, fue hacia la puerta y Miley lo siguió.
Cuando llegaron al edificio ella le dirigió una dura mirada.
-No hace falta que subas.
Sin replicar, Nick la siguió hasta los
ascensores.

Un maullido los recibió cuando Miley abrió la puerta. Luego el animal golpeteó la cabeza contra sus piernas en señal de bienvenida.
«Muérdelo», pensó Miley cuando Nick se inclinó a acariciar a la gata. Pero el animal la ignoró y maulló a modo de respuesta afectuosa.
Miley tardó apenas unos minutos en ponerle comida y agua fresca. Luego miró a Nick.

-De veras que me encuentro bien. Estoy segura de que tienes algún compromiso social esta noche y no quisiera que cancelaras tu... tu cita por mi culpa.
-¿Has terminado?
-No quiero estar contigo.
-¿Tienes miedo, Miley?
Deseó gritar que sí, pero no de él, sino de sí misma. «Porque todas las decisiones de alejarme de ti se desintegran cuando estás cerca. Y no puedo, no me dejaré destrozar por ti», pensó.
«Demasiado tarde. Ya eres un naufragio emocional», dijo en su mente una voz silenciosa.
-Yo...
-¿De ti... o de mí? -inquirió Nick.
-De ambos.
Él esbozó una sonrisa.

-Ah, sinceridad. Si no necesitas hacer nada más aquí, nos vamos.
Ella separó los labios para protestar, pero Nick apoyó un dedo en su boca.
-Sin discusiones, ¿quieres?

Minutos después de haber regresado a casa de Nick, este se excusó diciendo que tenía que trabajar y entró en el estudio.
Miley hizo unas cuantas llamadas y luego se entretuvo leyendo unas revistas. A la hora de la comida, tomaron pollo y una ensalada ligera. Más tarde, vio una película en el vídeo.

Mientras Nick continuaba en el estudio, ella salió al bonito jardín con sus arriates de coloridos capullos en flor y árboles, como un Jacaranda florecido cuyos pétalos caídos formaban un tapiz sobre el césped.
Miley se acercó a la piscina y se sentó en una cómoda tumbona bajo una sombrilla. El agua rielaba bajo la luz del sol.

Todo el entorno estaba rodeado de matices del azul. La piscina, el puerto, el cielo.
Reinaba la paz en la magnífica vista circundante. La ciudad, con sus altos edificios de concreto y cristal, las nítidas líneas de la Casa de la Ópera, el puente en el puerto.
Una magnífica casa situada en un hermoso lugar
¿Y el dueño de la mansión?
Miley cerró los ojos al recordar su poderosa imagen. Cuatro semanas antes era un hombre al que evitaba con cortesía.

Y en ese momento no quería pensar en el presente. Demonios, ¿qué podía hacer?
Amar a alguien no siempre tenía un final feliz. Y ella no era el tipo de mujer al que le gustara cambiar de pareja constantemente.

Al día siguiente regresaría a su apartamento y a su vida cotidiana. Cada vez que volviera a encontrarse con Nick en alguna reunión social lo saludaría amablemente y se alejaría. Como lo había hecho el año anterior. Pero, ¿cómo podría tratar sólo con cortesía al hombre con el que había compartido tanta intimidad?
El hombre del que se había enamorado.
Tal vez debería tomarse unas vacaciones y hacer un viaje a alguna parte. Lugares nuevos, caras nuevas.

Miley debió de haberse dormido, porque de pronto despertó al sentir su nombre y un toque en el hombro.

-Te quedaste dormida -dijo Nick, sin añadir que había estado observándola durante una hora sin desear despertarla hasta que refrescó demasiado.
Estaba cerca, demasiado cerca. Podía sentir la fragancia de su perfume varonil. Por un instante deseó atraer su cabeza hacia su boca y besarlo.

Sólo que eso conduciría a algo que dudaba poder manejar y luego poder alejarse.
Los ojos de Nick se ensombrecieron como si pudiera leerle el pensamiento. Luego delineó la boca de la joven con un dedo.
-Hay carne con ensalada. Si quieres te vas a cambiar y luego cenamos, ¿qué te parece?
Diez minutos después, se sentaba frente a él y saboreaba el exquisito filete.
-Sabes cocinar -dijo a modo de cumplido.
-¿Esa es una ventaja?
-Definitivamente sí para un hombre –afirmó ella.
-¿Por qué en esta era en que las mujeres se desenvuelve profesionalmente igual que los hombres?
-¿Los hombres piensan del mismo modo que las mujeres respecto a la casa como hogar, a los alimentos como nutrición?

-El hombre trabaja para proveer mientras que la misión de la mujer es nutrir, ¿no es así? ¿Eso quieres decir? ¿Una delimitación que define los sexos? -preguntó al tiempo que bebía un sorbo de vino.

-Creo que sólo hay igualdad en el lugar de trabajo -respondió ella con un matiz de humor-, Pero fuera del trabajo los hombres y las mujeres provienen de dos planetas diferentes.
-¿Destinados a no poder cohabitar?
-Solo físicamente. El aspecto emocional es otra cosa.
-Viva la diferencia, ¿verdad?
Fue una cena tranquila y más tarde vieron una película en el vídeo. Cuando acabó, ella se levantó del sofá y le deseó buenas noches.
No, no dormiría en la cama que habían compartido la noche anterior, decidió cuando subía la escalera.
Después de recoger su bolso y los artículos de aseo, entró en otra habitación.
Tras hacer la cama, Miley se acostó y estaba a punto de apagar la luz cuando Nick entró.
-¿Qué haces aquí? -preguntó ella.
-Creo que esa pregunta me corresponde hacerla a mí.
-No voy a dormir en tu cama. No quiero pagar con sexo tus labores de enfermero -Miley se arrepintió de sus palabras en el momento en que se escaparon de sus labios.
-¿Te importaría volver a repetírmelo? -preguntó con una frialdad que Miley le produjo un escalofrío.
-Realmente no.

Sin decir una palabra, Nick dio media vuelta y abandonó la habitación cerrando la puerta con deliberada suavidad.
Maldición ¿qué le pasaba?
En el fondo de sí conocía la respuesta. Miedo. Fundamentalmente a perder algo que nunca había poseído... el amor de Nick Jonas.

Miley yacía en la habitación suavemente iluminada contemplando las paredes que la rodeaban, y tuvo que reconocer que la vida sin él no sería vida en absoluto.
Los ojos se le llenaron de lágrimas y se maldijo por permitirse liberar sus emociones.
Más tarde cayó en un sueño muy inquieto y de pronto despertó bruscamente.

Tras unos largos minutos fue al cuarto de baño. Allí llenó un vaso de agua y cuando se lo llevaba a los labios se le escapó de las manos y se hizo añicos en las baldosas.
Miley maldijo las estúpidas lágrimas que le empañaban los ojos mientras recogía los trozos de cristal más grandes.
Luego sacó pañuelos de papel de una caja y, sin dejar de llorar, empezó a reunir el resto de los trozos.
-¿Qué pasa?
Miley estaba tan ensimismada en la tarea que no sintió entrar a Nick.
-Se me cayó un vaso.
Al verla tan frágil, él se quedó sin aliento..
-No te muevas. Volveré en un minuto -dijo.
Sólo tardó tres minutos en volver con un cepillo y un recogedor. Miley se quedó mirándolo mientras barría rápidamente los cristales-. Utiliza otro cuarto de baño por si acaso ha quedado algún pequeño trozo en el suelo.

-Gracias. Siento que el ruido te haya despertado.
¿Tenía idea del atractivo que su aspecto ejercía sobre él con las piernas desnudas, la camiseta de algodón y el cabello desordenado?
La verdad era que ninguna mujer lo había impactado tanto como ella.
-¿Te encuentras bien?
-Sí, estoy bien -respondió automáticamente.
Nick se marchó con el recogedor y el cepillo.

Miley  pensó que debería meterse en la cama, apagar la luz e intentar dormir. Pero, en cambio, se sentó al borde del lecho con la cara entre las manos y dejó correr libremente las lágrimas con el deseo de calmar el dolor de su corazón.
Anhelaba aquello que tenía antes de que Nick Jonas destruyera su equilibrio.
Maldición, ¿por qué el amor tenía que doler tanto?

Miley  se pasó las manos por las mejillas, se alisó el pelo y entonces se percató de la alta figura de Nick en el marco de la puerta.
Nick reconoció que si había algo que perturbaba a un hombre eran las lágrimas de una mujer. Y él había visto muchas. Algunas habían expresado sincero dolor y otras habían sido simple manipulación.
Pero ninguna lágrima le había afectado tanto como las de esa mujer que evidenciaban un profundo pesar.

Sin decir una palabra, cruzó la habitación, la tomó en brazos y la llevó a su dormitorio silenciando su protesta con una mano sobre la boca.
Nick le quitó la camiseta y luego hizo lo propio con sus vaqueros.
-Este es el único lugar donde lo nuestro tiene sentido -dijo inclinándose hacia sus labios.

Ella sintió su cálido aliento un segundo antes de que su boca se posesionara de la suya en un beso que le derritió los huesos.
Ya en la cama, Nick recorrió suavemente con los labios la línea que le había dejado la punta del cuchillo del atracador.

Con todo cuidado acarició cada contusión como si quisiera borrar con sus labios la brutalidad del delincuente.

Bajo sus caricias, el pulso de Miley se aceleró y lo que sucedió a continuación fue un acto de amor tan increíblemente tierno que no pudo impedir el torrente de lágrimas que se deslizaron por sus mejillas. Cuando finalmente él penetró en su cuerpo, ella enlazó las piernas en torno a la cintura masculina urgiéndole cada vez más hasta que juntos alcanzaron el ritmo de dos amantes en perfecta armonía, un ritmo que los llevó a la cúspide del éxtasis