— ¡Mira! — Gritó papá. —Los chicos no se quedan con
las putas, Demi. Las dejan. Y yo no voy a dejar que te conviertas en
una puta. No mi hija. Esto es por tu propio bien.
Alcé la vista al ver una mano hacia mi brazo. Cerré
los ojos a la espera de sentir sus dedos alrededor de mi antebrazo. Pero nunca
lo sentí. Oí un ruido sordo, y papá gruñó de dolor. Mis ojos se abrieron de
golpe. Joseph
se trasladó lejos de mi padre que se masajeaba la mandíbula con una mirada de
asombro en su rostro.
— ¿Pero qué gilipollas? — dijo
— ¿Estás bien? — Preguntó Joseph,
delante de mí.
—¿Acabas de golpear a mi padre?
No podía dejar de preguntarme si estaba delirando.
¿Realmente había pasado? Era extraño.
—Sí —Admitió Jopseh.
— ¿Cómo te atreves a tocarme? —Dijo mi padre,
teniendo problemas de equilibrio.
— ¿Cómo te atreves a acostarte con mi hija y después
golpearme? ¡Hijo de puta!
Nunca había oído a mi padre insultar a nadie antes.
—Vamos —Dijo Joseph, ayudándome —Vámonos de aquí. Te
vienes conmigo—.Me puso el brazo sobre los hombros y me estrecho contra su
cuerpo caliente y me llevó hasta la puerta.
—Demi— gritó papá detrás de nosotros. —Será mejor que no
entres en ese maldito coche y no se te ocurra dejar esta casa. ¿Me oyes, hijo
de puta?
El trayecto hasta casa de Joseph
fue en silencio. Varias veces lo vi abrir la boca como si quisiera hablar, pero
siempre la volvía a cerrar. Yo estaba en estado de shock, no podía decir nada.
Mi cabeza me dolía mucho. No podía entender todo lo que papá había hecho. Pero
lo peor era la vergüenza. ¿Por qué? ¿Por qué Joseph tuvo que ver eso? ¿Qué pensaría de
mí ahora? ¿Qué pensaría de papá?
—Esto nunca ha pasado antes —Le dije rompiendo el
silencio cuando llegamos al camino de entrada a la casi mansión. Joseph apagó
el motor y me miró.
—Mi padre nunca me había hecho esto, ni siquiera me
había gritado así.
—Bien.
—Sólo quiero que sepas que no es normal para
nosotros —Le expliqué—. Yo no soy una chica maltratada. No quiero que pienses
que mi padre es una especie de psicópata.
—Tenía la impresión de que no te importaba lo que
pensara la gente—.Dijo.
—Acerca de mí. No me importa lo que piensan de mí.
—No sabía que era mentira hasta que las palabras habían salido de mi boca.
—Pero de mi familia y de mis amigos es diferente. Mi papá no es un psicópata.
Solo ha tenido un mal momento. —Pude sentir el bulto crecer en mí garganta, y
trate de tragar. Necesitaba explicarme. Contarle lo que necesitaba saber. —Mi
mamá acaba de presentar una demanda de divorcio y sólo sé que no puede
manejarlo.
El nudo no se iba. Cada vez era mayor. Todas mis
preocupaciones y temores se habían estado dirigiendo a ese momento, y no podía
luchar más. No podía mantenerlos embotellados. Las lágrimas empezaron a salir a
borbotones por mis mejillas, antes de darme cuenta que estaba sollozando. ¿Cómo
había sucedido esto? Se sentía como un mal sueño. Mi padre era el hombre más
dulce que yo conocía. Él era ingenuo y frágil. Este no era él. Sentí que mi
mundo estaba girando fuera de control. Y esta vez, no podía negarlo. No lo podía
ignorar. Y definitivamente no podía escapar de ello.
Joseph
no dijo nada. Se quedó sentado conmigo en silencio. Ni siquiera me di cuenta de
que me había cogido la mano hasta después de que hubiera dejado de llorar. Una
vez que respiré con normalidad y limpie las gotas saladas de mis ojos, él abrió
la puerta y me ayudó a salir del coche, no es que yo lo necesitaba, pero aún
así era agradable y me llevó hasta la entrada de su brazo, de la misma la forma
en que me había sacado de mi casa, manteniéndome cerca. Como si tuviera miedo
de que pudiera escapar en la oscuridad entre su coche y la puerta.
Una vez que estuvimos dentro, Joseph
me ofreció una bebida. Negué con la cabeza, y fuimos al piso de arriba como
siempre hacíamos. Me senté en la cama y se sentó a mi lado. No sé qué pensaba,
no podía dejar de preguntármelo y no podía preguntárselo.
— ¿Estás bien? — Preguntó, poniéndose enfrente de mí
finalmente. — ¿Necesitas una bolsa de hielo o algo?
—No—dije. Mi garganta estaba dolorida por llorar, y
mis palabras salieron roncas. —No me duele—. Él se acercó y apartó el pelo
lejos de mi rostro, sus dedos apenas me tocaron.
—Bueno-dijo en voz baja. —Por lo menos ahora lo sé.
— ¿Sabes qué?
—De lo que estas tratando de escapar.
No respondí.´
— ¿Por qué no me dijiste que tu padre tiene un
problema con la bebida? —Preguntó.
—Porque no creí que fuera una buena idea—. Le dije.
— ¿Y qué va a pasar? Tienes dificultades en este
momento.
—Él no ha bebido en dieciocho años. Sólo desde que
recibió los papeles del divorcio. Va a mejorar.
—Tienes que hablar con él. Cuando este sobrio,
tienes que decirle que tiene un problema.
—Sí— me burlé. —Y ahora pensará que estoy en su
contra también. Mi madre le envió los papeles del divorcio.
—No estás en contra de él, Demi.
—Dime Joseph, ¿por qué no te hablas con tus
padres? —Le pregunté. — Estas siendo un maldito hipócrita, ¿no? ¿Por qué no lo
dices que te sientes solo? Que deseas que vuelvan a casa. Es porque no quieren
que les molestes, ¿verdad? No quieres que sepan cómo te sientes. Si le digo a
mi padre que tiene un problema, él pensará que lo odio. ¿Cómo puedo hacerle más
daño? Él acaba de perderlo todo.
Joseph
negó con la cabeza.
—No todo. A ti no —Dijo—Por lo menos deberías hablar
con él e intentar que la relación mejore, porque luego será peor.
—Tal vez.
Los dedos de Joseph masajearon mi sien. —No te estaré
haciendo daño, ¿verdad?
—No, en absoluto—. En realidad, la forma en que me
masajeaba estaba bastante bien.
—Me hizo más daño las cosas que dijo— Murmuré. Me
mordí el labio inferior. —Tú sabes, nunca me han llamado prostituta en mi vida,
ni a dos de mis mejores amigas. Lo curioso es que estoy muy segura de que tiene
razón.
—Eso no es gracioso —Murmuró Joseph.
—Tú no eres una prostituta, Demi.
—Entonces, ¿qué soy yo? —Exigí repentinamente
enfadada. Retire su mano de mi cabeza y me levante. — ¿Qué soy? Estoy enrollada
con un tipo que no es mi novio y miento sobre ello a mis amigos. Yo ni siquiera
sé que pensar, no sé si esto es correcto o incorrecto. Soy una puta. Tu abuela
y mi padre lo creen y tienen razón.
Joseph se
levantó, su rostro reflejaba que estaba enfadado. Me agarró por los hombros y
me sostuvo con firmeza, me obligo a mirarlo.
—Escúchame—Dijo. —No eres una puta. ¿Me estás
escuchando, Demi? Lo que si eres es inteligente, atrevida y
sarcástica, cínica, neurótica, leal, compasiva. Eso es lo que eres, ¿de
acuerdo? Tú no eres una puta ni algo remotamente similar. Sólo porque tienes
algunos secretos y problemas, no estás más confundida que el resto de nosotros.
Lo miré, atónita. ¿Estaba siendo sincero? ¿El resto
del mundo estaba tan perdido como yo estaba? ¿Todos tenían sus secretos y sus
problemas? Joseph si, por lo que seguramente el resto del mundo tenía
sus imperfecciones, también.
Demi, puta es sólo una palabra que la gente utiliza
para hacer daño—Dijo con su voz más suave. —Los hace sentir mejor acerca de sus
propios errores. Usar ese tipo de palabras es más fácil que buscar la solución
a la situación. Te lo prometo, no eres una puta.
Yo miraba, sus ojos grises cálidos y de pronto
comprendí lo que estaba tratando de decirme. Había un mensaje oculto debajo de
las palabras.
No estás sola. Puesto que lo conocía. Comprendía
cómo se sentía estar abandonado. Comprendía los insultos. Me entendía. Me puse
de puntillas y le di un beso, realmente le di un beso. Era más que un precursor
del sexo. No había guerra entre nuestras bocas. Mis caderas descansaban
ligeramente sobre él. Nuestros labios se movían en armonía, suavemente, con
perfección entre sí. Esta vez quería decir algo. Lo que fuera, yo lo
comprendería con el tiempo, pero sabía que había una verdadera conexión entre
nosotros. Sus manos acariciaban suavemente mi pelo,
su pulgar toco mi mejilla, todavía húmedas por el llanto .Y no me sentí enferma
o sometida a algo antinatural. En realidad, me sentía como la mayoría .Lo más
natural en el mundo.
Me quité la camisa, y le saqué la suya por encima de
mi cabeza. Luego me acosté en la cama. No hay prisa. Esta vez las cosas eran
lentas y serias. Esta vez no estaba buscando una vía de escape. Esta vez se
trataba de él y de mí. Acerca de la honestidad y la compasión y todo lo que
nunca había esperado encontrar en Joseph Jonas.
Esta vez, nuestros cuerpos estaban conectados, no me
sentía sucia o mal. Me sentía terriblemente bien.
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