Supe que algo no andaba bien en el instante en que
abrí los ojos la mañana siguiente. El cielo se veía frío y aburrido afuera de
la ventana de Joseph, pero yo me sentía cálida. Muy cálida. El brazo de Joseph
me cubría, sosteniéndome contra su pecho, y su respiración suave y rítmica
calentaba mi nuca. Todo era tan pacífico. Tan perfecto. Me sentía segura y
contenta. Y ese era el problema. Por mi visión pasó la imagen de un sweater
rosado que yacía olvidado en la esquina de la habitación. Había estado allí por
semanas. Propiedad de alguna chica sin nombre. Una de las muchas que Joseph
había traído a su habitación.
Viéndolo, recordé repentinamente en la cama de
quién me encontraba. Quién estaba abrazándome. No debería haberme sentido
segura o contenta. No aquí. No con Joseph. Estaba mal. Yo debería estar
disgustada. Debería estar asqueada. No debería desear nada más que empujarlo
lejos de mí. ¿Qué demonios estaba sucediéndome? ¿Qué estaba mal conmigo? Y
justo cuando me hice esas preguntas, las respuestas me golpearon como un
tsunami. Un tsunami helado que me dejó con los ojos como platos y en shock.
Estaba celosa de las otras chicas a las que les hablaba. Estaba deseando hacer
cualquier cosa para que él sonriera. Me sentía segura y contenta en sus brazos.
Oh, por Dios, pensé, en parte aterrada. Estoy enamorada de él. Tenía que
sacudirme a mí misma entonces. No, no, no. No era amor. Amor era una palabra
grande.
Demasiado grande. El amor requería años y años para desarrollarse...
¿cierto? Yo no estaba enamorada de Joseph Jonas. Pero sentía algo por
él. Sentía algo más que odio y disgusto. Era más como si estuviera abrumada.
Más de lo que había sentido por Sterling Gaither todos esos años. Era
real. Era poderoso. Y era aterrador. Tenía que salir de allí. No podía
quedarme. No podía permitirme a mí misma caer en su trampa. No importaba cómo
me sentía sobre Joseph, él nunca sentiría lo mismo.
Me deslicé alrededor de la habitación, tratando de
vestirme sin hacer ningún ruido. Después de haber entrado en un tirón en mi
sweater y mis vaqueros, agarré mi celular y salí hacia el balcón. Antes de
poder decirme a mí misma que no lo hiciera, o convencerme de que ella no
contestaría, marqué el número de Selena.
Sabía que ella aún estaba molesta conmigo, pero no podía pensar en ninguna otra
opción. No importaba cuán loca estuviera ella, sabía que Selena me ayudaría. Ella ayudaba a todo el mundo.
Simplemente era parte de su forma de ser. — ¿Hola?
— gruñó somnolienta, después de dos toques. Maldición, murmuró una voz en mi
cabeza. Después de todo ese tiempo, no podía creer que así era como Selena se enteraría de mi secreto. Pero sabía que
era por mi bien. Sabía que si no me iba entonces, nunca lo haría. Lo sabía,
pero no quería irme. No quería sentir lo que sentía. Y realmente no quería que Selena -ni nadie, para el caso- lo supiera.
—
¿Hola? ¿Demi? — Muy mal, yo nunca tenía lo
que quería. —Oye, Selena, lamento
despertarte, pero... ¿puedes hacerme un gran favor? Por favor— —D, ¿estás bien? — Preguntó, su somnolencia
desvaneciéndose poco a poco — ¿Qué pasa? ¿Sucede algo malo? — ¿Puedes conseguir las llaves de tu madre y
venir a buscarme? Realmente necesito ir a casa— — ¿A casa? — ella sonaba
confundida. Nada bueno cuando estaba combinado con miedo. Dios, un día le iban
a dar úlceras a la pobre chica. — ¿Quieres decir que no estás en tu casa? ¿No
dormiste en tu casa anoche? — —Cálmate, Selena.
Estoy bien— dije. —Y una mierda, no me digas que me calme, Demi— su voz se quebró. —Has estado actuando
extraño por semanas e ignorándome cada vez que trataba de hablarte.
Ahora estás
llamándome temprano en la mañana y pidiéndome que te pase a buscar, así que,
¿debo calmarme? Dios, ¿dónde rayos estás? — Esa era la parte que había estado
temiendo, así que inspiré hondo antes de responder su pregunta. —Estoy en casa
de Joseph... Tú sabes, la casa gigante en— Sí—
dijo Selena — ¿La casa de Joseph Jonas? Sé dónde queda— sentía curiosidad,
pero trataba de esconderla tras su enojo. Sus habilidades de actriz no eran
mejores que las mías. —Bien, estaré allí en diez minutos—.
Y colgó. Cerré el
teléfono y lo metí dentro de mi bolsillo trasero. Diez minutos. Sólo diez
cortos minutos. Suspiré y me incliné contra la barandilla del balcón. Desde
ahí, el aburrido Hamilton lucía como un horripilante pueblo fantasma. Las
calles estaban vacías en la mañana (nunca estaban demasiado llenas, para ser
honesta), y las pequeñas tiendas de techos grises estaban cerradas. El cielo
nublado, sin sol, no ayudaba a la imagen general, y dejaba todo bajo una capa
de penumbra. Penumbra sin sol, imagínate. —Tal vez no seas consciente de esto,
pero los humanos tienden a dormir los Sábados—. Volteé y encontré a Joseph parado en la entrada del balcón, frotándose
los ojos soñolientamente con una pequeña sonrisa en su rostro. Aún con el
viento helado, él no vestía nada más que sus boxers negros. Maldición, tenía un
cuerpo sorprendente... pero no podía pensar en eso. Tenía que terminarlo todo.
—Tenemos que hablar— traté de encontrar algo a lo que mirar además de su sexy
cuerpo medio desnudo. Mis pies parecieron ser la mejor opción. —Hmm—,
reflexionó Joseph, pasando una mano a través
de sus rulos desordenados. — Sabes, mi padre dice que esas son las tres
palabras más aterradoras que una mujer puede decir. Él cree que nunca viene
nada bueno después de un “tenemos que hablar”. Estás preocupándome un poco, Duffy— —Deberíamos entrar—.Eso no es nada prometedor—
Lo seguí dentro de su habitación, retorciendo mis manos incontrolablemente.
(Las palmas sudorosas son tan atractivas.) Él se dejó caer en la cama y esperó
que yo hiciera lo mismo, pero me mantuve de pie. No podía ponerme demasiado
cómoda. Selena estaría ahí para buscarme en
unos 8 minutos y medio -estaba contando- así que debía hacer esto breve y
dulce. O quizás sólo breve. Nada de eso se sentía dulce para mí.
Ansiosamente,
alcé mi mano y me rasqué la nuca. —Escucha— dije —Eres un gran chico, y aprecio
todo lo que has hecho por mí— ¿Por qué tenía que sonar tanto como una ruptura?
¿Acaso no tenías que salir con alguien para botarlo después? — ¿De verdad? —
Preguntó Joseph — ¿Desde cuándo? Nunca te
has referido a mí mejor que como escoria. Sabía que cambiarías de parecer
eventualmente... pero algo me dice que debo mantenerme alerta— —Pero—, seguí,
ignorándolo lo mejor que pude. —"No puedo seguir haciendo esto. Creo que
deberíamos dejar de, ehm, dormir juntos— Sí. Definitivamente parecía una ruptura.
Todo lo que necesitaba hacer era lanzar un: “No eres tú, soy yo” y sería
perfecto. — ¿Por qué? — él no sonaba lastimado. Sólo sorprendido. Me lastimó el
hecho de que él no sonara lastimado. —Porque ya no funciona para mí— dije,
apegándome a las tradicionales líneas que había oído en las películas.
Eran
clásicos por una razón, después de todo. —Simplemente no creo que esto -hice un
gesto entre nosotros dos- esté en mis, ehm, en nuestros mejores intereses— Joseph entrecerró los ojos, y me miró. —Demi ¿tiene esto algo que ver con lo que pasó
anoche? — preguntó seriamente. —Si es así, quiero que sepas que no hay nada de
lo que tengas que preocuparte—. —No es eso—. — ¿Qué es, entonces? Lo que dices
no tiene sentido—.
Miré a mis zapatos. La goma de los bordes estaba empezando a
pelarse, pero el rojo brillante de fábrica de las Converse aún no se había
desvanecido del todo. Rojo brillante. —Soy como Hester— suspiré, más para mí
que para Joseph. — ¿Qué? — Lo miré,
sorprendida de que me hubiera escuchado. —Soy como... — Sacudí la cabeza.
—Nada. Terminamos. Terminé—. Demi—Yo...
tengo que irme— Estaba tan enfocada en salir de esa maldita casa que no oí las
palabras que Joseph gritó tras de mi. Su voz
simplemente desapareció en la distancia, donde yo esperaba dejarlo para
siempre.
sigelaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarme encanto vaneee♥
hola! nueva lectora aqui! ame todas tus noves! sigue subiendo!
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