— Hola, Demi — dijo la hermosa mujer.
— Hola, mamá —.
Me di cuenta de que estaba nerviosa
por la forma en que dio un paso hacia mí. Parecía frágil, y sus ojos estaban
muy abiertos, yo podía adivinar, el miedo. Por una buena razón, también. A
diferencia de mi padre, sabía que tenía la intención de enviar los papeles de
divorcio, y yo la odiaba por ello.
Por no advertirnos a ninguno de nosotros. Así que le
dispare una advertencia y me aparté cuando ella se acercó a mí.
Esto debió confirmar sus preocupaciones, porque miró
al suelo y se centró en la punta de su zapato.
—Te he echado de menos, Demi—
Dijo mi madre.
—Claro que sí.
—Sra. Lovato ¿firmó la autorización de salida? —Preguntó la
secretaria, sentándose en su silla detrás del mostrador.
—Sí, lo hice —Dijo la mamá. Con su voz suave y
natural. — ¿Podemos irnos? —Si pueden
hacerlo —Rió la secretaria. Ella ahuecó su pelo y agregó: —Y yo quería que
supiera, que me compré su libro. Ha sido como un salvavidas para mí. Lo leí
hace un mes. Mamá sonrió. —Oh, gracias. Me alegro de conocer a una de las diez
personas que lo han leído.
La secretaria le sonrió. —Me cambió la vida.
Puse los ojos en blanco.
Todo el mundo quería a mi madre. Ella era graciosa,
inteligente, y magnífica. Ella se parecía mucho a Uma Thurman, —tan lejos de
ser la Duff
como tu consigas posible. Todos sus defectos se escondían detrás de esa cara
bonita, y su sonrisa que podía hacer creer a la gente que ella era perfecta. La
secretaria, se rió y saludó cuando mamá me llevó fuera de la escuela, era otra
tonta.
— ¿Exactamente dónde vamos? No me moleste en
disimular mi disgusto. Ella se lo merecía.
—Um... no sé —Admitió mamá.
Sus tacones sonaban suavemente en el pavimento al
caminar. El sonido se detuvo cuando llegamos a su coche, un Mustang rojo que
parecía ser nuevo. No era difícil saber que le había impulsado a venir desde el
Condado de Orange.
—Algún sitio que haga calor —Dijo ella estaba
tratando de sonar alegre. —Me estoy congelando.
—Si te pones algo de ropa decente, puede que no
tengas ese problema. —Abrió bruscamente la puerta del pasajero y retiró cosas
de su asiento antes de sentarse dentro —Lo siento, esto no es California. Aquí
hace frío.
—Oh, California no es como lo pintan —Dijo mamá.
Parecía tensa mientras ella se metia en el coche, y
su burbujeante risa era claramente nerviosa, no humorística. —No es tan
divertido como se ve en las películas, ¿sabes?
— ¿En serio? Eso es raro. Parece que te gusta más
que Hamilton. Pero, bueno, te gusta estar en cualquier lugar, menos aquí, ¿no?
La risa murió, y el coche se quedó en silencio. Mamá
arrancó el coche y salió del estacionamiento.
Por último, susurró, —Demi, porque hay que hablar de esto. No
creo que entiendas lo que estoy pasando ahora.
—Sí, parece difícil mamá —Le espeté. —Sé que el
Condado de Orange debe haber sido un infierno real. ¿Cómo te las arreglaste?
—Demetria
Devonne Lovato, no sigas con esa actitud. —Gritó.
—A pesar de lo que piensas de mí en este momento, sigo siendo tu madre, y me
merezco un cierto respeto.
— ¿En serio? — Resople yo. — ¿El mismo respeto que
mostraste por papá enviando los documentos del divorcio de mierda sin avisarle
primero a él o a mí? .Por el amor de Dios, Madre, ¿qué diablos es lo que te
pasa? Más silencio.
Sabía que esto nos llevaría a ninguna parte. Sabía
que debía escucharla, considerar su versión, y compartir mis sentimientos
razonablemente. Había visto lo suficiente al Dr. Phil para saber que era
necesario ceder, pero yo no quería hacerlo. Egoísta, infantil, inmadura... Yo
podría haber sido todas esas cosas, pero la cara de mi padre, las botellas de
cerveza vacías que había recogido la semana pasada, y los papeles de divorcio,
simplemente seguían apareciendo en mi mente. ¿Escuchar? ¿Tenerla en cuenta?
¿Ser razonable? ¿Cuales eran las opciones? Ella era tan infantil y egoísta como
yo. La única diferencia era que ella lo disimulaba mejor.
Mamá dejó escapar un lento suspiro antes de parar el
coche al lado de la carretera. Apago el motor sin decir una palabra, y yo mire
por la ventilla el paisaje, que estaba lleno de matas de maíz altas de verano,
cuando finalmente mire arriba. El cielo gris de febrero, dijo todo. Frío.
Desolado. Un día desperdiciado. Un esfuerzo inútil. Pero yo no hablaría
primero. Tendría que ser ella ya que debía ser una adulta, por una vez en su
vida.
Los segundos pasaban. El único sonido en el coche
era nuestra respiración. La de mamá era entrecortada, vacilante, como si
estuviera a punto de hablar, pero cambiaba de idea antes de que la primera
palabra que escapara de sus labios. Esperé.
—Demi —Dijo finalmente. —Estuvimos en silencio por lo
menos cinco minutos. —Yo soy.... Lo siento. Estoy tan... lo siento. —Yo no dije
nada. —Yo no quería que terminara así.
Por su tono de voz me hizo preguntarme si estaba
llorando, pero no giré mi cabeza. —No he sido feliz durante mucho tiempo, y
después de que la abuela murió, tu papá me sugirió hacer un viaje. Me pareció
que podría ayudar. Como si pudiera escapar por un rato, dar unas cuantas
conferencias en diferentes ciudades, y después volver y todo sería mejor. Volver
a lo que solía ser cuando tu padre y yo nos casamos. Pero...
Sus dedos largos y delgados temblaban alrededor de
mí la mano. De mala gana, la miré. No había lágrimas en sus mejillas, pero pude
ver un brillo en sus ojos brumosos. La presa simplemente no se había roto
todavía. — Pero me equivoqué—, dijo. —Pensé que podría escapar de mis
problemas, pero yo estaba tan equivocada, Demi. No importa dónde vaya o lo que haga
para distraerme, la realidad me puso al día con el tiempo. Llegué a casa, y
después de unos días, me sentí otra vez, como antes de ir de viaje. Yo me
quedaría fuera un poco más, seguiría con las conferencias, ir un poco más
lejos...hasta que no pude ir más lejos en absoluto. Me alcanzó en el otro lado
del país, y yo... he tenido que hacerle frente.
— ¿A qué?
—No quiero estar con tu padre nunca más.
Ella se miró las manos, todavía entrelazadas entre
sí. —Me encanta tu padre, pero no estoy enamorada de él... no de la forma en
que él esta enamorado de mí. Eso es como un cliché, pero es verdad. No puedo
seguir mintiendo y haciendo creer que las cosas están bien entre nosotros. Lo
siento.
— ¿Así que quieres el divorcio?
—Sí.
Suspiré y miré por la ventanilla. Aún gris. Todavía
frío.
—Tienes que decírselo a papá— le dije. -El piensa
que fue un error. No puede creer... que tú podrías hacernos eso a nosotros.
— ¿Me odias?
—No
La respuesta en realidad no me sorprendió, aunque
fue una respuesta que me salió de forma automática. Quería odiarla. No tanto
por lo del divorcio, por la manera en que había ido la relación en los últimos
años, la idea de vivir con una madre soltera no era tan nueva o perturbadora.
Y, honestamente, había estado esperando que se separaran por un
tiempo. Realmente, yo hubiera querido odiarla por
papá. Por el dolor que sabía que le estaba causando.
Esa noche había sufrido una recaída. Pero se me
ocurrió entonces. Ella no causó la recaída. Podría culparla todo lo que
quisiera, pero eso no serviría de nada. Ella tenía que asumir la
responsabilidad de su propia vida, y papá tenía que hacer lo mismo. Los últimos
tres años habían sido el camino hasta este fracaso y solo habíamos mirado para
otro lado.
Mi madre por fin hizo frente a la realidad. Papá
tendría que enfrentarse a ello, también.
—No te odio, mamá.
El cielo se había vuelto negro después de que
hubiéramos dejado el aparcamiento de la escuela.
Habíamos pasado la tarde dando vueltas por Hamilton
hablando de todo lo que ella había perdido. De la misma manera que hicimos cada
vez que ella regresó de una gira. Sólo que esta vez, ella no volvería a casa.
Al menos no para quedarse.
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