—No, no lo tengo. Cuando compre un rancho donde pueda criar y
entrenar a mis caballos, no habrá hipotecas, ni préstamos ni nada parecido.
Pagaré todo al contado y será mío desde el primer momento. Cuando tenga lo que
quiero, no pienso darle a nadie la oportunidad de que me lo quite.
Joe se levantó, se acercó a ella y la rodeó con los brazos por
la cintura. Podía identificarse con la tenacidad. Siempre había pensado que si
merecía la pena tener algo, también merecía la pena luchar por conservarlo.
—Perdóname, cariño. Sé que estaba equivocado y que me he pasado.
¿Crees que podrás perdonarme?
Las palabras no bastaban para expresar lo que sentía, de manera
que se inclinó lentamente hacia ella para besarla.
Demi sintió un cálido cosquilleo en los labios cuando Joe los
rozó con los suyos. Sus sospechas y su desconfianza le habían dolido mucho,
pero sus sinceras disculpas y la mágica sensación de su boca acariciándola
transformaron el dolor en una emoción totalmente distinta.
Inquieta por el deseo que se estaba
acumulando en su interior, deslizó las manos por su cintura y las introdujo en
sus bolsillos traseros para acariciarle las nalgas. Los hombres pensaban que
las mujeres tenían traseros muy sexys, pero a las mujeres les pasaba lo mismo
con los de ellos.
Y el trasero de Joe era perfecto.
—Tienes un trasero muy sexy, vaquero —murmuró.
—No tanto como el tuyo.
Cuando Joe la imitó y metió las manos
en sus bolsillos traseros para atraerla hacia sí, Demi cerró los ojos y su
respiración se volvió más agitada.
Sin saber muy bien cómo había
sucedido, se encontró de pronto desnuda de cintura para arriba.
— ¿Y si entran Ryan o Whiskers? —preguntó
al comprobar que Joe parecía tener intención de seguir hasta el final.
—No tienes por qué preocuparte por eso
—murmuró él con voz ronca mientras tomaba con suma delicadeza en sus manos
ambos pechos—. Se han ido al amanecer a visitar a la hermana de Whiskers.
Después de lo de la silla y lo del fuego de anoche, temía por la seguridad de
Ryan.
Demi empezó a desabrochar la camisa de Joe.
—Voy a echarlos de menos, pero creo
que has tomado la decisión correcta.
— ¿Te refieres a quitarte la camiseta?
—bromeó él, y se inclinó para besarla en el cuello.
El sonido del teléfono interrumpió la
respuesta de Demi. Irritado, Joe descolgó el auricular.
—Rocking M —gruñó. Escuchó unos
segundos, luego cubrió el micrófono con una mano y se volvió hacia Demi—. ¿Te
importa ir al vestíbulo para ver si están allí las llaves del todo terreno? —En
cuanto Demi se puso la camiseta y salió del despacho, apartó la mano del
micrófono y preguntó —: ¿Sigue vivo? —escuchó la respuesta, tenso—. Enseguida
vamos.
Con el estómago encogido a causa de la preocupación, fue a
reunirse con Demi en el vestíbulo y apoyó las manos en sus hombros.
—Ha habido un accidente, querida. Tenemos que ir al hospital.
Demi se puso pálida.
— ¿Ryan?
Joe negó con la cabeza.
—Cooper ha sido corneado en la espalda por un toro en el rodeo
de Amarillo.
— ¡Oh, Dios mío, no! ¡Otra vez no!
Las rodillas de Demi cedieron y Joe tuvo que sujetarla.
—Está malherido, pero sigue vivo.
Un sollozo estrangulado escapó de la garganta de Demi.
—No puedo perderlo. No así. No puedo volver a pasar por esto.
Joe la zarandeó con delicadeza para hacerla reaccionar.
—He dicho que está vivo, Demi. En estos momentos lo están
operando.
Unos minutos después se dirigían hacia el hospital. Joe estaba
preocupado por la reacción de Demi. Si algo había aprendido sobre ella en
aquellas semanas era que no tenía ninguna tendencia a dejarse llevar por el
pánico. La había visto reaccionar en varias situaciones de emergencia y siempre
lo había hecho con tranquila eficiencia. Pero en aquellos momentos parecía
totalmente ida, y era evidente que miraba por la ventanilla sin ver nada de lo
que pasaba ante sus ojos. Tal vez, si lograba hacerle hablar podría sacarla de
su letargo.
— ¿Qué has querido decir con que no
puedes volver a pasar por lo mismo? ¿Te referías al accidente de tu padre?
Demi asintió.
—Perdí a Dan al mismo tiempo —dijo, débilmente.
— ¿Dan?
Demi se volvió a mirar a Joe como si hasta ese momento no se
hubiera dado cuenta de que estaba con él en el todo terreno.
—Mi prometido.
Joe se quedó boquiabierto. ¿Demi había estado prometida? No se
lo había mencionado antes, y aquel dato no aparecía en el informe del
investigador.
Apretó los puños en torno al volante.
— ¿Qué pasó?
—Los vaqueros especializados en montar toros no solían utilizar
chalecos protectores como ahora —contestó ella en tono neutro—. Ese día papá
participaba en la cuadrilla que debía estar al quite. Hizo lo posible para
alejar al toro de Dan, pero resultó herido. Después, el toro arremetió contra
Dan. Murió en el ruedo.
Joe se sintió como si acabaran de golpearlo. No era de extrañar
que Demi estuviera conmocionada. Conocía demasiado bien aquella pesadilla.
Manteniendo el volante sujeto con una mano, pasó el otro brazo
por sus hombros y la atrajo hacia sí.
— ¿Dan Tyler? —preguntó.
Ella asintió.
—¿Lo conocías?
—No, pero recuerdo haber leído sobre su muerte. Sucedió en
Oklahoma City, ¿no?
—Sí —Demi se estremeció—. Por eso el dinero está en el banco de
Oklahoma.
Joe movió la cabeza, apesadumbrado.
—Y tú eras la beneficiarla del seguro —dijo, sintiéndose como un
miserable. El día anterior prácticamente la había acusado de haber ganado su
dinero vendiendo ganado robado.
Demi asintió.
—Pero nunca gastaré un centavo de ese dinero.
—¿Por qué dices eso?
—Lo último que quería era beneficiarme de su muerte —contestó
ella con voz apagada—. Quería a Dan, no su dinero.
El sentimiento de culpa de Joe se agudizó. A pesar de sí mismo,
sintió una punzada de celos al imaginar a Dan Tyler abrazando a Demi,
besándola. Pero cuanto más pensaba en ello, más valoraba que Demi le hubiera
ofrecido su virginidad. Había estado comprometida con un joven, pero lo había
elegido a él para hacer por primera vez el amor.
cio antes de que Demi
volviera a hablar.
—Cuando Cooper vino al rancho, me dijo que este iba a ser su
último rodeo —angustiada, enterró el rostro entre sus manos—. ¿Por qué no lo
dejó antes? ¿Por qué no llevaba puesto el chaleco protector?
—No puedo responder a eso, cariño —dijo
Joe, y la estrechó con fuerza contra su costado.
— ¿Creen que se recuperará? —el tono
de Demi reflejó su miedo.
—No lo han dicho.
Joe habría querido decirle que todo iba a ir bien, que Cooper se
recuperaría. Pero no podía hacerlo. Cuando habían llamado del hospital habían
dicho que estaba en estado crítico y que había que avisar de inmediato a sus
parientes más cercanos.
—Gracias por estar aquí conmigo.
—No querría estar en ningún otro
sitio, cariño.
Joe no quería dejar a Demi. Ella lo necesitaba. Y, fuera por su
sentimiento de culpabilidad, o porque sentía más por ella de lo que había
sentido nunca por otra mujer, necesitaba que ella lo necesitara.
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