El Día de San Valentín podría haber sido llamado el
día anti-Duff.
Quiero decir, ¿Qué otro día puede lastimar más la
autoestima de una chica? No era que importara. Odiaba el Día de San Valentín,
incluso antes de que estuviera consciente de mi estado Duff.
Honestamente, ni siquiera entendía por qué era un día de fiesta. En serio, era
sólo una excusa para que las chicas se quejaran de estar solas y para que los
chicos se arrastraran a su manera para acostarse con alguien. Me parecía
materialista, indulgente, y, con todos los chocolates, totalmente insalubre.
— ¡Es mi día favorito del año! — Exclamó Miley una
mañana mientras bailaba de camino por el pasillo hacia español. Era la primera
vez que la había visto verdaderamente saltar desde la partida de Sterling
dos días antes. — ¡Todo el rosa y rojo! ¡Y las flores y los dulces! ¿No es
divertido, Demi? —.
—Claro —.
Había pasado casi una semana desde el partido de
baloncesto, y ninguna de los dos había mencionado a la chica de primer año
desde que había salido del gimnasio aquella noche. Me pregunté si Miley ya
se habría olvidado de ello. Bien por ella. Yo no. No podía. Esa chica y yo
teníamos en común, una identidad compartida como Duffs, había estado acechando en el fondo
de mi mente desde entonces.
Pero desde luego no iba a hablar de ello. No con Miley.
Ni con nadie.
— Oh, solo desearía que Harrison me hubiera pedido que fuera su San Valentín — dijo.
— Eso hubiera sido perfecto, pero no siempre se puede conseguir lo que
queremos, ¿verdad?
— No —.
—Ya sabes, creo que este es el primer año que las
tres estamos libres —continuó Miley. —El año pasado, yo estaba saliendo con Terrence, y el año antes Selena estaba con Zack. Supongo que todas
podemos ser las San Valentín unas de otras. Sería muy divertido. Es nuestro
último día de San Valentín juntas antes de la universidad, y realmente no hemos
salido juntas últimamente. ¿Qué te parece? Podemos pasar el rato en mi casa
para celebrar —.
— Suena bien —.
Miley
echó un brazo alrededor de mis hombros. — ¡Feliz Día de San Valentín, Demi! —.
— Para ti también, Miley —. Sonreí a pesar de mí misma. No
podía evitarlo. Miley tenía una de esas sonrisas contagiosas que hacía
realmente difícil ser negativa cuando ella era tan malditamente burbujeante.
Llegamos a la puerta del aula y nos encontramos con
nuestra maestra esperándonos en el interior. Demi— dijo mientras yo entraba —Recibí un e-mail de una
de las secretarias de la recepción. Necesita que algunos estudiantes le ayuden
a distribuir las flores que las personas han enviado. Estás atrapada con todo
tú trabajo pero, ¿Te importaría hacer eso por mí? —.
— Um... bien —.
— ¡Oh, Qué divertido! — Miley
me soltó de su abrazo. — Tendrás la oportunidad de entregar las flores. Es casi
como si estuvieras jugando a ser Cupido—. Cierto. Qué divertido.
— Hasta luego — le dije a Miley,
mientras me daba vuelta y caminaba directo para salir de la habitación. Pasé a
través de las hordas de estudiantes, luchando contra la corriente para
dirigirme a la recepción. Las parejas parecían estar en todas partes,
demostrando su afecto — sosteniendo sus manos, los ojos parpadeando,
intercambiando regalos, besándose — para que la escuela entera los viera.
—Repugnante — murmuré.
Estaba a mitad de camino a la recepción, cuando una
mano fuerte se apoderó de mi codo.
—Hola, Duffy —.
— ¿Qué quieres?— Joseph me estaba sonriendo cuando me di la
vuelta para hacerle frente. — Sólo quería saber si planeas visitarme esta
noche, podría estar un poco ocupado. Siendo el día del amor, tengo una agenda
muy completa—. Ahora su voz sonaba como un prostituto profesional.
— Pero si estás desesperada por verme, debería estar
libre alrededor de las once en punto—.
—Creo que puedo sobrevivir una noche sin ti, Joseph-—dije.
— De hecho, puedo
sobrevivir una eternidad.
— Claro que puedes—. Soltó mi brazo y me guiñó un
ojo. — Te veré esta noche, Duffy
—. Y se fue, arrastrado por la marea de estudiantes
a punto de llegar tarde a sus clases.
—Patán— me quejé —Dios, lo odio —.
Unos minutos más tarde, me encontraba en la
recepción donde la secretaria, que parecía un manojo de nervios, me sonrió con
alivio. — ¿La señora Romalí te envió? Por aquí, por aquí. La mesa está aquí —.
Me llevó alrededor de la esquina e hizo un gesto a hacia una mesa cuadrada
plegada con una superficie verde vomitiva. — Ahí está. ¡Que te diviertas!
— No es probable —.
La mesa estaba cubierta — quiero decir cubierta —
con ramos de flores, jarrones, cajas en forma de corazón, y tarjetas de
Hallmark. Por lo menos cincuenta paquetes de rojo y rosa esperaban ser
entregados, y tendría el privilegio de ser la portadora de tremenda alegría.
Debatía por dónde empezar cuando escuché unos pasos
detrás de mí. Asumiendo que la secretaria había vuelto, le pregunté sin darme
la vuelta, — ¿Tiene una lista de las clases donde están estos chicos para saber
a dónde llevar los regalos? —.
—Sí, la tengo —.
Eso no sonó como la secretaria.
Me di la vuelta, sorprendida por la voz que había
respondido. Era una que conocía muy bien, a pesar de que nunca, ni una sola
vez, me había hablado directamente.
Logan Tucker sonrió. — Hola—.
—Oh. Pensé que eras otra persona —.
—No tuve intención de asustarte — dijo. — Así que te
tocó esto también, ¿eh? —.
— Um, sí —Sentí un gran alivio al descubrir que mis
cuerdas vocales no estaban en un estado de parálisis.
Como siempre, Logan llevaba una chaqueta un-poco-muy-formal-para-la-escuela,
y su cabello rubio caía alrededor de su rostro en ese corte de tazón pasado de
moda. Adorable. Único. Inteligente. Era la encarnación de todas las cosas que
quería en un hombre. Si creyera en cosas estúpidas como el destino, podría haber
pensado que era el destino que estuviéramos trabajando juntos el Día de San
Valentín.
—Aquí están las listas de las clases — dijo dándome
una carpeta verde. — Probablemente
deberíamos empezar, esto podría llevar un buen
tiempo —. Sus ojos recorrieron la mesa de regalos desde detrás de sus gafas
ovaladas. — No creo que jamás haya visto tanto rosa en un lugar —.
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