jueves, 6 de septiembre de 2012

Amor Desesperado


Prologo

Más que nada en el mundo Nick Nolan deseaba tener músculos.
Quería ser tan alto y tan fuerte que a los abusones del barrio ni siquiera se les ocurriera pegarle. Por muchas hamburguesas, patatas fritas y batidos que tomara, Nick sabía que era el chaval más debilucho del Club de los Chicos Malos. Estaba harto de recibir golpes, sobre todo del peor matón de la calle, Butch Polcenek.
Mientras los demás chicos del club jugaban al fútbol en el jardín de Ben Palmer, Nick estaba sentado en una esquina porque se había roto un dedo del pie en clase de gimnasia. Se colocó las gafas, que habían resbalado nariz abajo y, masticando un trozo de hierba, estudió con atención el anuncio que había en la última página del cómic. Quizá fuera la solución a sus problemas.

Ponte fuerte. Conviértete en un Hombre de Verdad, anunciaba Johnny Universo, Yo puedo enseñarte la fórmula secreta para que seas un hombre de «verdad», lo conseguirás con sólo doce minutos al día.
Tener los músculos de Johnny Universo sería hacer un sueño realidad. En vez de salir corriendo podría darle a Butch un puñetazo en la nariz.
Además, pensó, recibiría tres regalos y una medalla de Hombre de Verdad. Decidido, Nick sacó un bolígrafo del bolsillo y comenzó a rellenar sus datos en el cupón.
Sintió una sombra sobre él y levantó los ojos.
Miley Polcenek. A pesar de ser la hermana pequeña de Butch, era una chica agradable, aunque rara. Tenía siete años, todavía jugaba con muñecas y le gustaba cortarles el pelo.
Nick frunció los ojos al ver su flequillo irregular y sospechó que también había sufrido el ataque de sus tijeras. Miley, delgada como un poste, tenía grandes ojos oscuros, pelo fino y oscuro, y una marca de nacimiento en la frente, que la madre de Nick llamaba «mordisco de cigüeña». Su madre la obligaba a llevar vestidos y siempre tenía las rodillas magulladas, seguramente porque se pasaba la vida escapando del peor hermano del mundo.
Tenía una pinta tan rara que casi parecía fea. Hasta a la madre de Nick le parecía rara. Pero Olivia era agradable y a Nick le daba pena; Butch la atormentaba casi tanto como a él.
Ella frotó el dedo índice contra el pulgar varias veces y movió la cabeza de lado a lado, arrugando la frente.
—He practicado mucho, pero aún no puedo chasquear los dedos.
—Utiliza el dedo corazón con el pulgar —explicó Nick, chasqueándolos él—. Y hazlo con fuerza.
Ella se concentró, probó de nuevo sin éxito, y se dejó caer junto a él.
—Nunca lo conseguiré.
—Claro que sí. Todavía eres pequeña.
—No tanto —protestó ella. Se inclinó para mirar la portada del cómic Súper Comandos Guerreros. ¿Está bien?
A Miley le gustaban los cómics, incluso los de monstruos sangrientos. Otra cosa a su favor.
—Sí, el Malvado Rey del Submundo captura a los Súper Comandos Guerreros como rehenes. No pueden utilizar sus súper-poderes para escapar, así que tienen que engañarlo.
— ¿Puedo leerlo?
—Claro.
—Miley —se oyó la horrible voz de Butch, como una nube tormentosa en la soleada tarde primaveral—. Decidí que a tus Barbies le hacía falta otro corte de pelo.
Miley inspiró con pánico y se volvió para mirar a su hermano. Nick vio las muñecas, calvas y mutiladas, y movió la cabeza disgustado.
— ¡Mis Barbies! —gritó Miley con todas sus fuerzas, poniéndose en pie de un salto.
—Las usé para reconstruir la batalla de Pearl Harbour con mis Action Men —dijo Butch—. Las Barbies son las víctimas.
—Eres el peor hermano del mundo. Eres horrible, malo —gritó Miley, corriendo hacia Butch. Él la paró con el brazo y se rió de ella.
Indignado, Nick se levantó. Solía huir de Butch, pero esta vez no podía. Quizás esa fuera la manera de empezar a ser un hombre «de verdad». Irguió la barbilla con determinación.
—¿Cómo te atreves a fastidiar a una niña pequeña? A tu propia hermana.
—¿Y qué piensas hacer tú, Chico Malo? —gruñó Butch, volviéndose hacia Nick.
—Voy a decirte que pares —dijo Nick, sudando.
—Con la ayuda de ¿qué ejército? —preguntó Butch, acercándose a él.
—No necesito un ejército —dijo Nick, tragando saliva con miedo, y pensó que uno no le vendría nada mal.
Butch le sacaba diez centímetros de altura y unos veinte kilos de peso. Butch lo empujó y Nick retrocedió, tropezando. Se hizo daño en el dedo del pie, pero no echó a correr.
— ¡Para! —gritó Nick.
— ¡Párame tú! —dijo Butch empujándolo de nuevo, con más fuerza.
Miley se puso en medio y comenzó a dar saltos.
— ¡Déjalo en paz! Tienes envidia —le dijo a Butch—. Tienes envidia porque no te dejan jugar en su casa del árbol.
— ¡Boba! —Insultó Butch—. Es un blandengue.
—No. Es listo. Si no paras yo… yo…—Miley respiró profundamente y dio una patada contra el suelo—. Les diré a todos que ¡tienes lombrices!.
Butch rugió con ira, agarró a Miley por los hombros y comenzó a sacudirla. Nick hizo lo que tenía que hacer. No tuvo otra opción. Agachó la cabeza y arremetió con ella contra el costado de Butch, haciendo que la soltara.
Un resquicio de su mente escuchó los gritos de sus amigos.
— ¡Eh! ¿Qué hace Nick con Butch?
—Butch lo matará.
—Tenemos que ayudarlo.
Butch miró por encima del hombro de Nick y le lanzó un directo a la nariz. El dolor fue tan fuerte que lo cegó. Nick cayó el suelo, toda la cabeza le vibraba. Dolía tanto que tuvo miedo de echarse a llorar. Volvió a oír voces.
— ¡Butch tiene lombrices! ¡Butch tiene lombrices! —gritó Miley a voz en cuello.
— ¡Machácalos Nick, estás sangrando! —gimió Stan inclinándose sobre él.
Machácalos Nick, pensó él, mareado. Era su apodo en el Club de los Chicos Malos.
— ¡Uy! ¿Crees que está rota? —preguntó Ben agachándose.
— ¿Estás bien? —Joey le apretó el hombro.
Nick intentó asentir, pero notaba cañonazos dentro de la cabeza.
—Sí —mintió. Los demás lo rodearon y Nick decidió que más le valdría aprenderse la fórmula mágica de Johnny Universo, por si acaso se le volvía a ocurrir actuar como un Hombre de Verdad.

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