Prologo
Más que nada en el mundo Nick Nolan deseaba tener músculos.
Quería ser tan alto y tan fuerte que a los
abusones del barrio ni siquiera se les ocurriera pegarle. Por muchas
hamburguesas, patatas fritas y batidos que tomara, Nick sabía que era el chaval más
debilucho del Club de los Chicos Malos. Estaba harto de recibir golpes, sobre
todo del peor matón de la calle, Butch Polcenek.
Mientras los demás chicos del club jugaban al
fútbol en el jardín de Ben Palmer, Nick estaba
sentado en una esquina porque se había roto un dedo del pie en clase de
gimnasia. Se colocó las gafas, que habían resbalado nariz abajo y, masticando
un trozo de hierba, estudió con atención el anuncio que había en la última
página del cómic. Quizá fuera la solución a sus problemas.
Ponte fuerte. Conviértete en un Hombre de Verdad, anunciaba Johnny Universo, Yo puedo enseñarte la
fórmula secreta para que seas un hombre de «verdad»,
lo conseguirás con sólo doce minutos al día.
Tener los músculos de Johnny Universo sería hacer un sueño
realidad. En vez de salir corriendo podría darle a Butch un puñetazo en la
nariz.
Además, pensó, recibiría tres regalos y una
medalla de Hombre de Verdad. Decidido, Nick sacó un bolígrafo del bolsillo y comenzó a
rellenar sus datos en el cupón.
Sintió una sombra sobre él y levantó los
ojos.
Miley Polcenek. A pesar de ser la hermana
pequeña de Butch, era una chica agradable, aunque rara. Tenía siete años, todavía jugaba con
muñecas y le gustaba cortarles el pelo.
Nick frunció los ojos al ver su
flequillo irregular y sospechó que también había sufrido el ataque de sus
tijeras. Miley, delgada como un poste, tenía grandes ojos oscuros, pelo fino y
oscuro, y una marca de nacimiento en la frente, que la madre de Nick llamaba «mordisco de cigüeña».
Su madre la obligaba a llevar vestidos y siempre tenía las rodillas magulladas,
seguramente porque se pasaba la vida escapando del peor hermano del mundo.
Tenía una pinta tan rara que casi parecía
fea. Hasta a la madre de Nick le parecía rara. Pero Olivia era agradable y a Nick le daba pena; Butch la
atormentaba casi tanto como a él.
Ella frotó el dedo índice contra el pulgar
varias veces y movió la cabeza de lado a lado, arrugando la frente.
—He practicado mucho, pero aún no puedo
chasquear los dedos.
—Utiliza el dedo corazón con el pulgar
—explicó Nick, chasqueándolos
él—. Y hazlo con fuerza.
Ella se concentró, probó de nuevo sin éxito,
y se dejó caer junto a él.
—Nunca lo conseguiré.
—Claro que sí. Todavía eres pequeña.
—No tanto —protestó ella. Se inclinó para
mirar la portada del cómic Súper Comandos Guerreros. ¿Está bien?
A Miley le gustaban los cómics, incluso los
de monstruos sangrientos. Otra cosa a su favor.
—Sí, el Malvado Rey del Submundo captura a
los Súper Comandos
Guerreros como rehenes. No pueden utilizar sus súper-poderes para escapar, así
que tienen que engañarlo.
— ¿Puedo leerlo?
—Claro.
—Miley —se oyó la horrible voz de Butch, como
una nube tormentosa en la soleada tarde primaveral—. Decidí que a tus Barbies
le hacía falta otro corte
de pelo.
Miley inspiró con pánico y se volvió
para mirar a su hermano. Nick vio las muñecas, calvas y mutiladas, y movió la cabeza disgustado.
— ¡Mis Barbies! —gritó Miley con todas sus fuerzas,
poniéndose en pie de un salto.
—Las usé para reconstruir la batalla de Pearl
Harbour con mis Action
Men —dijo Butch—.
Las Barbies son las
víctimas.
—Eres el peor hermano del mundo. Eres
horrible, malo —gritó Miley, corriendo hacia Butch. Él la paró con el brazo y
se rió de ella.
Indignado, Nick se levantó. Solía huir de Butch, pero esta
vez no podía. Quizás esa fuera la manera de empezar a ser un hombre «de
verdad». Irguió la barbilla con determinación.
—¿Cómo te atreves a fastidiar a una niña
pequeña? A tu propia hermana.
—¿Y qué piensas hacer tú, Chico Malo? —gruñó
Butch, volviéndose hacia Nick.
—Voy a decirte que pares —dijo Nick, sudando.
—Con la ayuda de ¿qué ejército? —preguntó
Butch, acercándose a él.
—No necesito un ejército —dijo Nick, tragando saliva con miedo, y
pensó que uno no le vendría nada mal.
Butch le sacaba diez centímetros de altura y
unos veinte kilos de peso. Butch lo empujó y Nick retrocedió, tropezando. Se hizo daño en el
dedo del pie, pero no echó a correr.
— ¡Para! —gritó Nick.
— ¡Párame tú! —dijo Butch empujándolo de
nuevo, con más fuerza.
Miley se puso en medio y comenzó a dar
saltos.
— ¡Déjalo en paz! Tienes envidia —le dijo a
Butch—. Tienes envidia porque no te dejan jugar en su casa del árbol.
— ¡Boba! —Insultó Butch—. Es un blandengue.
—No. Es listo. Si no paras yo… yo…—Miley
respiró profundamente y dio una patada contra el suelo—. Les diré a todos que
¡tienes lombrices!.
Butch rugió con ira, agarró a Miley por los
hombros y comenzó a sacudirla. Nick hizo lo que tenía que hacer. No tuvo otra opción. Agachó la cabeza y
arremetió con ella contra el costado de Butch, haciendo que la soltara.
Un resquicio de su mente escuchó los gritos
de sus amigos.
— ¡Eh! ¿Qué hace Nick con Butch?
—Butch lo matará.
—Tenemos que ayudarlo.
Butch miró por encima del hombro de Nick
y le lanzó un directo a la
nariz. El dolor fue tan fuerte que lo cegó. Nick cayó el suelo, toda la cabeza le vibraba.
Dolía tanto que tuvo miedo de echarse a llorar. Volvió a oír voces.
— ¡Butch tiene lombrices! ¡Butch tiene
lombrices! —gritó Miley a voz en cuello.
— ¡Machácalos Nick, estás sangrando! —gimió Stan
inclinándose sobre él.
Machácalos Nick, pensó él, mareado. Era su apodo en el Club de
los Chicos Malos.
— ¡Uy! ¿Crees que está rota? —preguntó Ben
agachándose.
— ¿Estás bien? —Joey le apretó el hombro.
Nick intentó asentir, pero notaba
cañonazos dentro de la cabeza.
—Sí —mintió. Los demás lo rodearon y Nick
decidió que más le valdría
aprenderse la fórmula mágica de Johnny Universo, por si acaso se le volvía a ocurrir
actuar como un Hombre de Verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario