Si perdía a Cooper, se quedaría sin nadie, pensó Demi mientras
se detenía junto a la ventana de la sala de espera.
— ¿Te apetece un café? —Joe se colocó tras ella y la rodeó con
los brazos por la cintura.
Reconfortada por su calor, Demi trató de alejar aquellos
pesimistas pensamientos. No podía imaginar la vida sin su hermano. Cuando su
madre los dejó, su padre perdió el interés por la vida, y Cooper se ocupó de
ayudarla a superar las distintas fases del crecimiento.
El fantasma de una sonrisa tocó sus labios. Recordó la vez que
la llevó a una tienda y trataron de elegir entre los dos su primer sujetador.
Ninguno de los dos sabía exactamente qué buscar, pero lo hicieron lo mejor que
pudieron. Y Cooper no se burló ni una vez de ella por el hecho de que tuviera
que rellenar las copas. Un año después, incómodo e intensamente ruborizado,
hizo todo lo que un muchacho de diecisiete años podía hacer por explicarle los
cambios que estaba experimentando su cuerpo cuando tuvo su primer periodo.
Cooper también estaba con ella el día que su padre resultó
herido y Dan murió. Estuvo junto a ella mientras el mundo se desmoronaba a su
alrededor y la ayudó a superar los momentos difíciles que siguieron al funeral
de Dan y a la hospitalización de su padre.
En muchas ocasiones a lo largo de su vida, Cooper la había
ayudado a superar momentos difíciles. Y a pesar de que Demi sabía que le había
decepcionado que no quisiera verle participar en los rodeos, también sabía que
lo había comprendido.
¿Qué iba a hacer si le sucedía algo?
Joe la estrechó con fuerza entre sus brazos. Había escuchado el
sollozo que Demi había tratado de reprimir.
— ¿Por qué no nos sentamos, cariño? —preguntó con delicadeza. La
condujo hasta el sofá, hizo que se sentara junto a él y volvió a abrazarla.
Normalmente, Joe se alejaba lo más posible de una mujer llorosa.
Nunca sabía qué hacer o decir en aquellas circunstancias. Pero cada sollozo de Demi
desgarraba su corazón y sentía que su dolor le llegaba directamente al alma.
La retuvo contra sí mientras sus lágrimas le empapaban la
camisa.
— ¿Necesitas algo en especial, Demi?
—No. Solo abrázame. Por favor.
Joe la besó en la frente.
—No te preocupes. No te soltaré hasta que me pidas que lo haga.
Varias horas más tarde, un hombre vestido con una bata azul de
cirujano entró en la sala de espera.
— ¿Están aquí por el señor Adams?
— ¿Se va a recuperar mi hermano?
Joe trató de leer la expresión del médico, pero no logró deducir
nada. Preparándose para lo que tuviera que venir, tomó a Demi de la mano.
—El señor Lovato ha superado la operación —dijo el hombre
mientras se sentaba en una silla frente a ellos—. Soy el doctor Langston. Estoy
de guardia durante este fin de semana.
— ¿Cree que mi hermano saldrá adelante? —preguntó Demi. Aferró
la mano de Joe como si fuera una cuerda de salvamento.
—No estoy seguro —contestó Langston con sinceridad—. Ha sufrido
algunas heridas muy serias. Ha sido necesario extirparle el bazo debido a las
cornadas, y tiene varias costillas rotas. Una de ellas le ha atravesado el
pulmón y, debido a la compresión del corazón, hemos tenido que someterlo a
reanimación cardiopulmonar antes de llevarlo al quirófano.
Demi se llevó una mano a
la boca y Joe le pasó un brazo por los hombros.
— ¿Cuándo lo sabrán?
El doctor apoyó los antebrazos en las rodillas y lo miró
directamente a los ojos.
—Si el señor Lovato logra superar las siguientes veinticuatro
horas, creo que tiene bastantes posibilidades de conseguirlo. Es fuerte y está
en buenas condiciones físicas. También parece tener un gran empeño en seguir
vivo. De lo contrario, no sé si habría superado la operación.
— ¿Cuándo puedo verlo? —preguntó Demi, ansiosa.
—En cuanto lo lleven a la unidad de cuidados intensivos. Solo
podrán estar con él unos minutos cada varias horas. En estos momentos, lo más
importante es que descanse. Su cuerpo necesita tiempo para recuperarse del trauma
del accidente y comenzar el proceso de sanación.
Joe se levantó para
estrechar la mano del médico.
—Muchas gracias.
El doctor Langston sonrió mientras palmeaba el brazo de Joe.
—Enviaré a alguien en cuanto pueda para que los lleven a la UCL.
Media hora después, una enfermera se asomó a la sala de espera.
—¿Señorita Lovato? Su hermano está despierto y pregunta por
usted.
Demi apenas fue consciente de que Joe la seguía mientras entraba
en la habitación llena de aparatos que ocupaba Cooper. Acarició su pelo rubio
oscuro mientras miraba atentamente su rostro. Tenía varios moretones, y sus
ojos azules estaban ensombrecidos a causa del dolor pero, por lo demás, no
tenía mal aspecto dadas las circunstancias.
—Aún no me había llegado el turno, hermanita —dijo, débilmente—.
Voy a recuperarme. Lo prometo.
—Oh, Cooper. ¿Por qué no llevabas tu chaleco protector?
—He debido… perderlo. No estaba en mi bolsa.
Cuando Cooper alzó una mano para tomar la de Demi, ella no pudo
evitar que una lágrima se deslizara por su mejilla.
— ¿Te duele mucho?
—Suficiente —Cooper vio a Joe tras el hombro de Demi—. ¿Habéis…
estado aquí toda la noche?
Joe sonrió.
—No teníamos nada mejor que hacer.
— ¿No se te ocurre un lugar mejor para… pasar la noche con mi
hermana? —La voz de Cooper fue apenas un susurro—. No… no debes salir mucho por
ahí, Lovato.
Demi notó que su hermano estaba haciendo verdaderos esfuerzos
por mantener los ojos abiertos.
—Ahora descansa. Estaremos aquí cuando despiertes.
Cooper negó con la cabeza y miró directamente a Joe.
—Cuida de ella Jonas.
—Lo haré —prometió Joe mientras Cooper perdía el conocimiento.
Tras mirar cinco veces la misma página del cuaderno de
contabilidad sin enterarse de lo que decía, Joe lo apartó a un lado. Sus
pensamientos regresaron una semana atrás, cuando vio a Demi firmar un documento
en el hospital en el que asumía toda la responsabilidad económica por el
tratamiento de Cooper. Sin pensárselo dos veces, había dejado en suspenso sus
sueños para asegurarse de que su hermano recibiera las atenciones adecuadas.
Era capaz de hacer cualquier cosa por su hermano. ¿Sería capaz
de hacer lo mismo por él? ¿Estaría dispuesta a establecer su negocio de
adiestramiento de caballos en el Rocking M y a quedarse con él?
Cuando oyó que un vehículo se detenía en el sendero de entrada,
abandonó sus especulaciones. Una sonrisa distendió su rostro y su humor se
aligeró. Apagó la luz del escritorio y salió del estudio. Demi había vuelto del
hospital, y las interminables horas que había pasado tratando de hacer algo útil
sin conseguirlo habían pasado.
—Hola, cariño —saludó, estrechándola entre sus brazos—. ¿Cómo
está Cooper?
Demi sonrió y se acurrucó
contra él.
—Lo han sacado de la unidad de cuidados intensivos. El doctor
Langston ha dicho que si sigue mejorando a este ritmo le darán el alta en unos
días.
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