Selena
me miró preocupada y se preocupó más cuando me vio levantarme.
— ¿A dónde vas, D?
Todos en la mesa me miraron, y traté de parecer
convincente. —Acabo de recordar, —le dije— Que tengo que ir a hablar con Joseph
acerca de nuestro trabajo de inglés.
Quería evitarlo pero tenía una mejor idea.
— ¿No lo acabasteis el sábado? — Preguntó Miley.
—Lo empezamos pero no lo terminamos.
—Porque estaban muy ocupados con otras cosas. —
Bromeó Selena haciéndome
un guiño.
No luzcas culpable. No luzcas culpable.
— ¿No has oído? —Miley se echó a reír.- —Demi
está locamente enamorada de Joseph.
Fingí como si fuera a vomitar y todos rieron.
—Correcto —Le dije, asegurándome de que mi voz estaba llena de irritación y
asco.- No lo soporto. Dios, le he perdido el respeto desde que la señora
Perkins me hizo trabajar con él.
—Estaría en éxtasis, si yo fuera tú —Dijo Vikki,
sonando un poco amarga.
Jeanine y Ángela asintieron con la cabeza.
—Como sea— Me sentía un poco nerviosa. —Necesito
hablar con él acerca del trabajo. Nos vemos más tarde, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —Dijo Miley, riéndose.
Me di prisa en cruzar la cafetería llena de gente,
no paré hasta que estuve a unos pasos de la mesa de Joseph,
donde el único ocupante era Carlyle
Harrison. Entonces hizo una pausa de un segundo, de repente,
un poco vacilante. Una de las chicas, era una delgada rubia con los labios de
Angelina Jolie, estaba hablando acerca de unas vacaciones de mierda en Miami, y
Joseph
estaba escuchando con atención, obviamente, tratando de convencerla de su
simpatía.
La repugnancia borró mi inseguridad, y me aclaré la
garganta con fuerza, consiguiendo de todo el grupo un poco de atención. La
rubia estaba agitada y enojada, pero me centre en Joseph,
que me miró con indiferencia, como si fuera cualquier chica.
—Necesito hablar contigo acerca de nuestro trabajo
de inglés
— ¿Es necesario? —Preguntó Joseph
con un suspiro.
—Sí -dije—. Ahora mismo. Yo no voy a suspender por
tu pereza.
Puso los ojos en blanco y se levantó.
—Lo siento chicas, el deber me llama —Dijo a las
chicas afectadas— Os veré mañana, ¿me guardareis un sitio?
—Por supuesto que lo haremos —Chilló una pequeña
pelirroja.
Cuando Joseph y yo nos alejamos, oí decir a los
de los Labios Grandes: — Dios, esa chica es una perra.
Cuando llegamos al pasillo Joseph
preguntó: — ¿Cuál es el problema, Duffy? Te envié un correo electrónico con
el ensayo anoche, como me dijiste. ¿Y a dónde exactamente vamos? ¿A la
biblioteca?—
—Cállate y ven conmigo—.
Lo llevó por el pasillo, más allá de las aulas de
inglés. No me pregunten de dónde saqué esa idea, porque yo no podía
contestarla, pero sabía exactamente a dónde íbamos, y estaba segura de que esto
me podría hacer una puta. Pero cuando llegamos a la puerta del armario de la
limpieza, no tenía ningún sentimiento de vergüenza... todavía no, por lo menos.
Agarré el pomo de la puerta y vi los ojos de Joseph estrechados por sospecha. Abrí la
puerta, comprobé que nadie estaba mirando, e hizo un gesto para que él entrara.
Joseph
entró en el armario pequeño, y yo lo seguí, cerrando sigilosamente la puerta
detrás de nosotros.
—Algo me dice que no se trata de”La Letra
Escarlata”—Dijo, e incluso en la oscuridad, sabía que él estaba riendo.
—Cállate
Esta vez me encontró a mitad de camino. Sus manos se
enredaron en mi pelo y la mías se posaron en sus antebrazos. Nos besamos con
violencia, y nos estrellamos contra la pared. Oí un caer una fregona, o tal vez
una escoba, pero mi cerebro apenas registró el sonido cuando una de las manos de
Joseph
se trasladó a mi cadera, y me acercó más a él.
Él era mucho más alto que yo, se tenía que inclinar
para besarme. Sus labios se presionaban con fuerza contra los míos, y dejé que
mis manos exploraran sus bíceps. El olor de su colonia invadía el aire rancio
de la habitación y llenó mis sentidos. Sentí como su mano insistentemente
intentaba levantar el borde de mi camiseta. Con un suspiro, me aparte de él y
me agarró por la muñeca.
—No, no... Ahora.
—Entonces ¿cuándo? —Preguntó Joseph en
mi oído. Todavía me tenia sujeta contra la pared. Ni siquiera le faltaba el
aliento. Yo, en cambio, luchaba por recuperarlo.
—Más tarde.
—Se más específica.
Me deshice de sus brazos y me dirigí hacia la
puerta, casi tropecé con lo que parecía un cubo. Levanté una mano para
retocarme el pelo ondulado y sujeté el picaporte.
—Esta noche. Voy a estar en tu casa cerca a las
siete. ¿De acuerdo? —
Pero antes de que pudiera responder, salí del cuarto
y me apresuré por el pasillo, esperando que no luciera como el paseo de la
vergüenza.
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