Cuando el viernes, la noche de chicas estuvo
alrededor, yo estaba más que preparada para una buena y relajada tarde con mis
mejores amigas y el maravilloso escocés James McVoy, por supuesto. Había metido
la copia de Jane Austen que Miley
me había regalado por navidad, un par de pijamas que
apenas utilizaba —sí, duermo desnuda en casa, ¿y qué?—y mi cepillo de dientes
en la mochila.
Selena trajo
las palomitas y Miley nos prometió grande cuencos de helado de chocolate.
Como si mi culo no fuera lo suficientemente grande.
Pero, naturalmente, el día no podía ser del todo
bueno. La señora Perkins, mi profesora de inglés, se aseguró de ello durante el
cuarto bloque.
—Así que esto es La Letra Escarlata —dijo ella,
cerrando el libro—. ¿Os divirtió la clase?
Hubo quejas por lo bajo, en negativo, pero la señora
Perkins no pareció darse cuenta.
—Bueno, porque el trabajo de Hawthorne’s es tan
extraordinario y aplicable a la sociedad contemporánea, que quiero que cada uno
escriba un ensayo relacionado con la novela — ignoró los ruidosos suspiros—. El
ensayo puede ser sobre alguna parte del libro, un personaje, una escena, un
tema. Pero quiero que esté muy bien pensado. También se les permite trabajar en
pareja —la clase zumbó con excitación— que yo voy a asignar —le excitación
desapareció.
Yo sabía que estaba en problemas cuando la señora
Perkins sacó su hoja. Eso significaba que podía asignar parejas en orden
alfabético, y desde que no había chicos cuyos apellidos empezaran por Q en la
clase, mi pareja obligada era…
—Demetria
Lovato trabajará con Joseph Jonas.
Mierda.
Había conseguido mantenerme al margen de Joseph
por una semana y media —desde el día en que me había acosado después de la
escuela— pero la señora Perkins tenía que ir y decir eso.
Recitó los últimos nombres de la lista, antes de
decir:
—Espero que los informes sean de no menos de cinco
páginas de largo. La fuente es de doce puntos, a doble espacio, Vikki,
no use ese truco de nuevo.
Ella sonrió de buen humor.
—Ahora, quiero que las parejas trabajen juntas.
Ambos deben contribuir al reportaje. ¡Y sean creativos, gente! ¡Diviértanse!
—No es probable —susurré a Miley,
que estaba sentada en el siguiente pupitre al mío.
—Oh, yo creo que tienes suerte, Demi —dijo
ella—. Yo estaría encantada si Joseph
fuera mi pareja. Pero mi corazón pertenece a Harrison. Es tan injusto que Selena tenga que trabajar con él… —miró
hacia el sitio asignado a Selena, al final de la clase—. Probablemente, verá su casa,
su habitación, todo. ¿Crees que le dirá algo bueno sobre mí si le pregunta? Tal
vez ella va a ser mi cupido.
No me molesté en responder.
—El ensayo tiene que durar exactamente una semana
—anunció la señora Perkins por encima de las charlas—. Así que, por favor,
trabajen en ello este fin de semana.
La campana sonó y todos nos levantamos al mismo
tiempo. Lástima que la señora Perkins se escurriera a un lado para evitar ser
pisoteada por la estampida hacia la puerta. Miley y yo nos unimos a la multitud y Selena
nos atrapó cuando acabábamos de salir al pasillo.
—Esto es una mierda —siseó—. ¿Un ensayo sobre la
nada? No quiero elegir un tema. ¡Es su maldito trabajo! ¿Cuál es la cuestión de
esta maldita asignación que ni siquiera nos puede dar algo para escribir? Es
ridículo.
—Pero tú vas a trabajar con Harrison y…
—Por favor, Miley. No empieces con esa mierda Selena pestañeó—.
Él. Es Gay. No va a suceder, ¿de acuerdo?
—Nunca se sabe. Así que, ¿no vas a jugar a cupido
para mí?
—Te presentaré chicos en la cafetería —le dije,
volviéndome en dirección a mi taquilla— Necesito coger unas cosas primero—.
—Guay
—Selena agarró a Miley por la muñeca y tiró de ella hacia
el otro pasillo—. Nos encontraremos en la maquina de los snocks, ¿vale? Vamos, Miley
—y me dejaron sola en el pasillo lleno de gente. Vale, no realmente lleno.
Hamilton High tenía alrededor de cuatrocientos estudiantes o algo así, pero
considerando el bajo número, los pasillos parecían bastante más llenos esa
tarde. O quizá yo estaba estresada y volviéndome claustrofóbica. De todas
maneras, mis amigas se fueron, y yo me quedé entre las bestias.
Me abrí paso entre los atletas fuertes y las parejas
besándose —son tan desagradables— y me dirigí al pasillo de ciencias. Sólo me
tomé un minuto en mi taquilla que, como el resto del colegio, estaba pintada de
azul y naranja. Giré mi combinación y abrí la puerta de un tirón. Detrás de mí,
un grupo de animadora corría a través de los gritos.
— ¡Vamos, Panteras! ¡Panteras! ¡Panteras! —
Acababa de coger mi abrigo y mi mochila y cerrado la
puerta cuando él apareció.
Honestamente, lo había esperado más pronto.
—Parece ser que somos socios, Duffy.
Di una patada a la taquilla con un poco de excesiva
fuerza.
—Desafortunadamente, sí.
Joseph sonrió,
pasando los dedos por sus rizos oscuros mientras se apoyaba en la siguiente
taquilla a la mía.
—Bueno, ¿en tu casa o en la mía?
— ¿Qué?
—Para hacer la asignación este fin de semana —dijo
él, estrechando los ojos. No es ninguna de tus ideas, Duffy.
No te estoy persiguiendo. Sólo estoy siendo un buen estudiante. Joseph Jonas no persigue a las chicas, ellas…
—Te persiguen a ti. Sí, lo sé —me puse el abrigo
sobre la camiseta.
—Si tenemos que hacer esto, he estado pensando…
— ¡Joseph! —una flaca morena que no reconocí (parecía
estudiante de primer año) se arrojó sobre él. Lo miró fijamente, con sus
grandes ojos sensibleros—. ¿Bailarás conmigo en la fiesta esta noche?
—Por supuesto, Meghan —dijo, pasando la mano por su
espalda. Era tan alto como para mirar su escote sin ningún problema. Pervertido
bastardo —. Reservaré un baila para ti, ¿vale?
— ¿De verdad?
— ¿Podría mentir?
— ¡Oh, gracias, Joseph! —él se agachó y ella le dio un
rápido beso en la mejilla antes de irse corriendo, sin mirarme ninguna vez.
Joseph
volvió su atención hacia mí.
— ¿Qué estabas diciendo?
—Creo que tenemos que quedar en mi casa —gruñí,
apretando los dientes.
— ¿Qué problema hay con mi casa? —preguntó—. ¿Tienes
miedo de que te persiga, Duffy?
—Por supuesto que no. Sólo que prefiero trabajar en
mi casa. Dios sabe qué tipos de enfermedades podría coger poniendo un pie en tu
dormitorio —sacudí la cabeza—. Así que en mi casa, ¿de acuerdo? Mañana por la
tarde, como a las tres.
Llama antes de venir.
No le di oportunidad de que respondiera. Si tenía
algún problema con eso, me escribiría una nota. Así que, olvidando decirle
adiós a propósito, me fui, lanzándome entre los grupos de chicas cotilleando,
apresuradamente hacia la cafetería.
Encontré a Selena y a Miley esperándome en la vieja
máquina expendedora.
—No lo entiendo, Sel —estaba diciendo Miley.
Insertó un dólar en la única máquina que funcionaba y esperó que su Sunkist
cayera al fondo de la ranura.
— ¿No tienes que animar el partido?
—Nop. Les dije a las chicas que no podía hacerlo
esta noche, así que una de las suplentes, esa estudiante guapa de primer año,
ha tomado mi lugar. Ha estado queriendo animar todo el año, pero no ha habido
lugar para ella hasta ahora. Van a estar bien sin mí.
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