martes, 4 de septiembre de 2012

Errores Del Ayer Cap 27



—Estupendo —Joe dejó un rastro de besos desde su sien hasta su garganta—. Cooper puede usar la habitación de Whiskers, que está junto a la cocina. Así no tendrá que subir escaleras.
Demi se apartó un poco para mirarlo.
— ¿Lo dices en serio? ¿Quieres que Cooper venga a pasar aquí su convalecencia?
—Por supuesto —sosteniéndola entre sus brazos y aspirando su fragante aroma, Flint sintió que su cuerpo se tensaba—. Necesitará algún lugar en el que recuperarse, ¿y qué mejor sitio para hacerlo que el Rocking M? —Besó a Demi hasta que ambos tuvieron que recuperar el aliento—. Además, tú estarás aquí para cuidarlo —volvió a besarla—. Y yo estaré aquí para cuidar de ti.

Demi  dio un gritito ahogado cuando Joe la tomó en brazos y se encaminó hacia las escaleras. Sonrió y lo rodeó por el cuello con los brazos. Había sido tan maravilloso esos días, tan amoroso… Había entendido a la perfección su necesidad de acudir a diario al hospital y, a pesar de que no había podido acompañarla siempre a visitar a Cooper, no había habido una noche en que no la hubiera esperado despierto… y en que no hubieran hecho el amor.
Y esa noche, como las otras, Joe la llevó con sus besos y caricias más allá de los límites del placer, a un lugar que solo podían alcanzar los amantes cuando se entregaban plenamente, haciendo que sus cuerpos unidos y sus corazones latieran como uno solo.


Cuando Joe salió del todo terreno y avanzó hacia ella, Demi sonrió. Se había ido aquella mañana temprano a visitar a Ryan y a Whiskers en Oklahoma, y lo había echado de menos.
— ¿Has tenido un buen viaje?
—No tanto como si hubieras venido conmigo —dijo él, y la rodeó con sus brazos por la cintura.
—Ya sabes que no podía dejar solo a Cooper. Solo lleva tres días fuera del hospital.
La puerta trasera se cerró y Joe alzó la mirada.
—Hablando de tu hermano, será mejor que vayamos a comprobar si necesita ayuda.
Demi corrió hacia el porche al ver que Cooper estaba bajando las escaleras con un bastón en una mano y una silla plegable en la otra.
— ¿Por qué no has pedido ayuda?
— ¡Maldita sea, Demi! Puedo hacer algunas cosas solo. Apártate y deja de dar la lata —Cooper miró a Joe—. ¿No puedes encargarte de mantenerla ocupada, Jonas?
Joe sonrió y tomó la silla.
—Hago lo que puedo.
—Pues esfuérzate un poco más —dijo Cooper. Miró a su hermana—. Me pone nervioso.
—Tú sí que me pones nerviosa a mí —Demi observó a su hermano mientras este iba cojeando hacia el corral—. Solo llevas unos días fuera del hospital y el doctor dijo que debías tomártelo con calma.
Cooper frunció el ceño.
—Si me lo tomara con más calma empezaría a salirme moho en el trasero.
—El moho en el trasero es mejor que estar criando malvas.
Cooper gruñó y señaló un roble cercano al corral.
—Voy a sentarme ahí a verte trabajar con Satin.

Demi comprendía la inquietud de su hermano, su necesidad de estar al aire libre. Siempre había sido muy activo, y estar encerrado dos semanas lo había puesto de los nervios. Pero tenía que tomárselo con calma, y ella pensaba asegurarse de que así lo hiciera.

Una vez que Cooper se hubo instalado junto al árbol, ella fue a ensillar al semental, y para cuando Black Satin entró en el corral, tenía toda una audiencia aguardándola. Con la ayuda de Jed y Tom, Jim había utilizado sus muletas para ir hasta los barracones, y los tres se habían reunido con Joe y Cooper bajo el roble.

— ¿Te importa hacer una demostración para los heridos? —preguntó Jim, que se había sentado en la silla que le había llevado Tom.
—En absoluto. Satin necesita acostumbrarse a trabajar frente a una audiencia.
Demi montó al semental y, tras un breve calentamiento, pasó a realizar las figuras que tendría que ejecutar en las competiciones. Utilizando las riendas y la presión de las piernas, hizo que el caballo ejecutara una serie de giros espectaculares, que caminara de lado y hacia atrás, que doblara las patas delanteras y se mantuviera en vilo sobre las traseras.
—Ese semental no parece el mismo caballo —dijo Jed, incrédulo.
—Si no supiera que es imposible, juraría que alguien lo ha sustituido por un doble —añadió Tom.
Cooper sonrió, orgulloso.
—Aún no he visto un caballo que mi hermanita no pudiera adiestrar.
Satisfecha con la actuación de Satin, Demi palmeó cariñosamente su cuello y se acercó hacia el lado del corral en el que estaban los hombres.
—Parece que casi he terminado mi trabajo con el caballo.
Joe frunció el ceño.
—Muchachos, tengo que hablar con Demi. Jed, ayuda a Jim a volver al barracón. Tom, tú echa una mano a Cooper.
Hubo un murmullo de protesta generalizado, pero todos acabaron obedeciendo. Cuando se hubieron alejado lo suficiente, Joe se volvió hacia Demi.
— ¿Cuánto falta para que acabe la preparación de Satin?
Ella desmontó, retiró la silla del caballo y la dejó sobre lo alto de la valla.
—Un par de días.
— ¿Dónde tienes tu próximo trabajo?
Demi  comenzó a cepillar vigorosamente al caballo.
—De aquí vuelvo al rancho de Cal y luego voy a Fort Worth. ¿Por qué lo preguntas?
— ¿Qué te parecería entrenar aquí a tus caballos?
Demi  miró a Joe. Había notado cómo fruncía el ceño al oír que estaba a punto de terminar su trabajo, y una leve esperanza comenzó a surgir en su interior.
— ¿Qué quieres decir?
—Después de pagar la factura del hospital de Cooper, va a pasar un tiempo antes de que tengas dinero suficiente para comprar tu rancho —Joe tomó el cepillo de la mano de Demi y la estrechó entre sus brazos—. Además, no quiero que te vayas. Quiero que te quedes aquí, conmigo.
— ¿Por qué?
«Dilo, Joe. Di que me amas».

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