martes, 4 de septiembre de 2012

Errores Del Ayer Cap 24






Joe se volvió para gritar a sus hombres, pero la escena que se estaba desarrollando a unos metros de distancia lo dejó sin habla. Como en cámara lenta, vio que Demi caía al suelo bajo los cascos de una yegua aterrorizada.
Dejó caer la manguera que sostenía, llamó a Brad y a los otros hombres para que se hicieran cargo del animal y corrió a tomar a Demi en sus brazos. Cuando salió al exterior, el miedo atenazó sus entrañas. ¿La habría coceado la yegua? ¿Sufriría alguna herida interna?
Sosteniéndola con firmeza contra sí, corrió a la casa.
—Trae el botiquín de primeros auxilios —dijo a Whiskers mientras subía las escaleras de dos en dos.
Pasó de largo por la puerta del dormitorio de Demi y la llevó al suyo. Cuando la dejó en la cama, ella gimió.
—Demi, cariño, ¿puedes oírme?
Sus pestañas aletearon y abrió lentamente los ojos.
—Joe…
—Tranquila, tranquila. Ahora estás a salvo —rogando para no encontrar ninguna herida, Joe deslizó las manos por su cuerpo.
Tras comprobar que no tenía ningún hueso roto, se sentó junto a ella y apartó el pelo de su rostro. No había signos visibles de ninguna herida, pero lo que lo preocupaba era que hubiera sufrido algún daño interno.
Ryan entró en el dormitorio seguido de Whiskers.
— ¿Está herida? —preguntó el viejo cocinero.
—No lo sé —Joe pasó el paño húmedo que le había entregado Whiskers por el rostro de Demi—. Ve por un poco de agua.
—Por favor, papá, no la lleves al hospital —rogó Ryan con voz temblorosa—. La quiero. No quiero que se muera.
Demi tosió varias veces antes de poder hablar.
—Estoy… estoy bien, pequeño —tomó la mano de Ryan—. Te lo prometo —luego miró a Joe—. ¿Y la yegua?—Los hombres la han sacado.
—He llamado a Mac —dijo Whiskers a la vez que le entregaba a Joe un vaso—. Estará aquí en quince minutos.
Sabiendo que Ryan se sentía tan impotente como él, y no queriendo disgustarlo más de lo que ya lo estaba, Joe pasó un brazo por sus hombros.
—Necesito que hagas algo muy importante. ¿Puedes ir a la cocina a esperar al doctor McEvers? —sonrió al ver que su hijo asentía—. Bien. Tráelo aquí en cuanto llegue. ¿De acuerdo?
—De acuerdo, papá —dijo Ryan, ya camino de la puerta.
Joe se volvió para sujetar a Demi mientras ésta bebía un poco de agua.
—Descansa —dijo—. El rancho del doctor está solo a unas millas. Estará aquí enseguida.
—No es necesario —protestó ella con voz ronca—. Tengo la garganta un poco irritada, pero nada más.
—Quiero asegurarme.
Brad se asomó en ese momento al dormitorio.
— ¿Se encuentra bien Demi?
Joe asintió.
—Whiskers ha llamado al médico para asegurarnos.
—El establo de las yeguas se ha perdido —dijo el capataz—. Lo mejor que podemos hacer es evitar que el fuego se extienda a los demás edificios y dejar que acabe de quemarse.
Por la expresión de Brad, Joe supo que quería decirle algo más. Tomó la mano de Demi y la estrechó con delicadeza.
—Vuelvo enseguida.
Ella le devolvió un débil apretón.
—No te preocupes. Solo me he quedado sin aliento, pero ya estoy bien.
Joe la dejó al cuidado de Whiskers y siguió a Brad.
— ¿Qué sucede?
—Parece que nuestro misterioso enemigo acaba de asestarnos otro golpe —el capataz condujo a Joe hacia los establos—. El fuego no ha sido accidental —tras rodear uno de los barracones, señaló dos latas vacías—. Jed las ha encontrado cuando iba a apagar el fuego.Joe se agachó a comprobar de qué se trataba.—Queroseno.Brad asintió.
—He echado un vistazo en el cobertizo. Alguien ha estado hurgando en el suministro que guardamos para los calefactores del establo de los terneros.
Joe se puso en pie. Su rabia y frustración se multiplicaron por diez al sentir una vez más aquellos maliciosos ojos observándolo.


Demi abrió lentamente los ojos y vio que ya estaba atardeciendo. Por unos segundos se preguntó dónde estaba, y mientras los acontecimientos de la noche anterior volvían a su mente, miró a su alrededor. Estaba en el dormitorio de Joe.
En la mesilla de noche vio una foto de este y de Ryan y se levantó para verla mejor. Acarició el marco y sus ojos se llenaron de lágrimas. Los quería tanto… ¿Cómo iba a ser capaz de dejarlos?
Pero, después de las acusaciones de Joe, no le iba a quedar más remedio que irse en cuanto terminara de adiestrar a Black Satin. Entristecida por aquel pensamiento, hizo la cama y luego fue a su dormitorio a ducharse.
Veinte minutos después bajaba las escaleras. La casa estaba en completo silencio. Acababa de bajar el último escalón cuando vio que Joe salía de su estudio. Se miraron irnos momentos y Demi comprendió con pesar que aún sospechaba de ella.
—¿Cómo te sientes? —Preguntó él finalmente, rompiendo el tenso silencio—. Mac te dio algo para dormir. ¿Te has recuperado lo suficiente como para estar levantada?—Sí.
—El doctor dijo que habías sufrido algunas contusiones, pero que por lo demás estabas bien.
Demi asintió. No podía soportar la tensión ni un minuto más. Había llegado el momento de aclarar las cosas.
—Tenemos que hablar.
Joe la miró un largo e incómodo momento antes de apartarse para dejarla entrar en su despacho.
— ¿Por dónde quieres empezar? —preguntó una vez que estuvieron sentados.
Demi respiró profundamente.
—En primer lugar, aparte de por mera coincidencia, no puedo explicar por qué algunos de los ranchos en los que he trabajado han tenido problemas con cuatreros. Pero ambos sabemos que robar ganado siempre ha sido un negocio muy rentable. Dependiendo del mercado, un ladrón puede ganar cientos de dólares con cada animal.
Joe se apoyó contra el respaldo de su silla.—Has ganado mucho dinero en muy poco tiempo.Los ojos grises de Demi centellearon.— ¿De dónde has sacado información sobre mis asuntos financieros?—Hice que te investigaran.— ¿Por qué?—Como ya sabes, al principio quería rescindir nuestro contrato. Esperaba encontrar algo que demostrara que no eras apta para el trabajo.
Demi alzó una ceja.
— ¿Y ahora crees haberlo encontrado?
Joe la miró a los ojos y luego volvió la vista hacia la repisa en la que estaba el collar.
—No estoy seguro.
Claramente enfadada, Demi se echó hacia delante en su asiento.
—En ese caso, ¿por qué me trataste ayer por la noche como si hubiera cometido un delito? —Joe fue a responder, pero ella lo interrumpió—. Yo sé por qué. Asumiste que era responsable del robo del ganado y de haber guardado en el banco los beneficios, ¿no?
Joe no quería admitirlo, pero eso era exactamente lo que había pensado.
—Los hechos y los números no mienten. Las personas sí.

—En ese caso, deja que te aclare algo, Jonas. En primer lugar, yo no volvería a utilizar a ese investigador, porque es evidentemente incompetente. Si hubiera hecho bien su trabajo, los números habrían cuadrado. Ambos sabemos que cobro un precio bastante alto por entrenar caballos. Si quieres lo mejor, tienes que pagar por ello. Es así de sencillo. He adiestrado muchos caballos en los últimos seis años. Por eso parece que tengo mucho dinero ahorrado.—Pero…—Aún no he terminado —espetó Demi—. Tú heredaste este rancho, y eso me parece muy bien. No te envidio ni un acre de él. Pero yo nunca he contado con esa ventaja. He tenido que luchar muy duro para ganarme la vida, y he aprendido a valorar mucho lo que tengo. ¿Se te ha ocurrido pensar en algún momento que podría estar ahorrando mi dinero porque tengo un propósito? ¿Eres tan arrogante como para creer que eres el único que tiene planes? ¿El único que tiene sueños?—No —Joe empezaba a sentirse terriblemente culpable. Lo que Demi estaba diciendo se acercaba demasiado a la verdad—. Pero…Antes de que pudiera responder, Demi, se levantó y se puso a caminar de un lado a otro del despacho.

—Tú siempre has tenido un hogar, Joe. Yo nunca he contado con ese lujo. Lo creas o no, Daisy es el único lugar que he podido considerar un hogar. Por eso la conservo. Podría comprar una nueva furgoneta, pero no pienso hacerlo. Es lo único que me queda de mi padre —se volvió a mirar a Joe con gesto desafiante—. Y no te confundas conmigo. No me avergüenza en lo más mínimo mi pasado ni haber sido pobre casi toda mi vida. Pero quiero algo mejor. Quiero un hogar permanente y caballos propios. Para eso estoy trabajando. Para eso estoy ahorrando mi dinero. Nunca he robado nada a nadie y nunca he destruido las posesiones de otro —afirmó—. Todo lo que pido es una oportunidad para llevar adelante mis sueños.
Cuantas más explicaciones le daba, peor se sentía Joe consigo mismo.
— ¿Y por qué no has comprado ya lo que quieres? Tienes dinero de sobra para hacerlo.

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