Joe se volvió para gritar a sus hombres, pero la escena que se
estaba desarrollando a unos metros de distancia lo dejó sin habla. Como en
cámara lenta, vio que Demi caía al suelo bajo los cascos de una yegua
aterrorizada.
Dejó caer la manguera que sostenía, llamó a Brad y a los otros
hombres para que se hicieran cargo del animal y corrió a tomar a Demi en sus
brazos. Cuando salió al exterior, el miedo atenazó sus entrañas. ¿La habría
coceado la yegua? ¿Sufriría alguna herida interna?
Sosteniéndola con firmeza contra sí, corrió a la casa.
—Trae el botiquín de primeros auxilios —dijo a Whiskers mientras
subía las escaleras de dos en dos.
Pasó de largo por la puerta del dormitorio de Demi y la llevó al
suyo. Cuando la dejó en la cama, ella gimió.
—Demi, cariño, ¿puedes oírme?
Sus pestañas aletearon y abrió lentamente los ojos.
—Joe…
—Tranquila, tranquila. Ahora estás a salvo —rogando para no
encontrar ninguna herida, Joe deslizó las manos por su cuerpo.
Tras comprobar que no tenía ningún hueso roto, se sentó junto a
ella y apartó el pelo de su rostro. No había signos visibles de ninguna herida,
pero lo que lo preocupaba era que hubiera sufrido algún daño interno.
Ryan entró en el dormitorio seguido de Whiskers.
— ¿Está herida? —preguntó el viejo cocinero.
—No lo sé —Joe pasó el paño húmedo que le había entregado
Whiskers por el rostro de Demi—. Ve por un poco de agua.
—Por favor, papá, no la lleves al hospital —rogó Ryan con voz
temblorosa—. La quiero. No quiero que se muera.
Demi tosió varias veces antes de poder hablar.
—Estoy… estoy bien, pequeño —tomó la
mano de Ryan—. Te lo prometo —luego miró a Joe—. ¿Y la yegua?—Los hombres la han sacado.
—He llamado a Mac —dijo Whiskers a la
vez que le entregaba a Joe un vaso—. Estará aquí en quince minutos.
Sabiendo que Ryan se sentía tan
impotente como él, y no queriendo disgustarlo más de lo que ya lo estaba, Joe
pasó un brazo por sus hombros.
—Necesito que hagas algo muy
importante. ¿Puedes ir a la cocina a esperar al doctor McEvers? —sonrió al ver
que su hijo asentía—. Bien. Tráelo aquí en cuanto llegue. ¿De acuerdo?
—De acuerdo, papá —dijo Ryan, ya
camino de la puerta.
Joe se volvió para sujetar a Demi mientras ésta bebía un poco de
agua.
—Descansa —dijo—. El rancho del doctor
está solo a unas millas. Estará aquí enseguida.
—No es necesario —protestó ella con
voz ronca—. Tengo la garganta un poco irritada, pero nada más.
—Quiero asegurarme.
Brad se asomó en ese momento al
dormitorio.
— ¿Se encuentra bien Demi?
Joe asintió.
—Whiskers ha llamado al médico para
asegurarnos.
—El establo de las yeguas se ha perdido
—dijo el capataz—. Lo mejor que podemos hacer es evitar que el fuego se
extienda a los demás edificios y dejar que acabe de quemarse.
Por la expresión de Brad, Joe supo que
quería decirle algo más. Tomó la mano de Demi y la estrechó con delicadeza.
—Vuelvo enseguida.
Ella le devolvió un débil apretón.
—No te preocupes. Solo me he quedado
sin aliento, pero ya estoy bien.
Joe la dejó al cuidado de Whiskers y
siguió a Brad.
— ¿Qué sucede?
—Parece que nuestro misterioso enemigo
acaba de asestarnos otro golpe —el capataz condujo a Joe hacia los establos—.
El fuego no ha sido accidental —tras rodear uno de los barracones, señaló dos
latas vacías—. Jed las ha encontrado cuando iba a apagar el fuego.Joe se agachó a comprobar de qué se
trataba.—Queroseno.Brad asintió.
—He echado un vistazo en el cobertizo. Alguien ha estado
hurgando en el suministro que guardamos para los calefactores del establo de
los terneros.
Joe se puso en pie. Su rabia y frustración se multiplicaron por
diez al sentir una vez más aquellos maliciosos ojos observándolo.
Demi abrió lentamente los ojos y vio que ya estaba atardeciendo.
Por unos segundos se preguntó dónde estaba, y mientras los acontecimientos de
la noche anterior volvían a su mente, miró a su alrededor. Estaba en el dormitorio
de Joe.
En la mesilla de noche vio una foto de este y de Ryan y se
levantó para verla mejor. Acarició el marco y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Los quería tanto… ¿Cómo iba a ser capaz de dejarlos?
Pero, después de las acusaciones de Joe, no le iba a quedar más
remedio que irse en cuanto terminara de adiestrar a Black Satin. Entristecida
por aquel pensamiento, hizo la cama y luego fue a su dormitorio a ducharse.
Veinte minutos después bajaba las
escaleras. La casa estaba en completo silencio. Acababa de bajar el último
escalón cuando vio que Joe salía de su estudio. Se miraron irnos momentos y
Demi comprendió con pesar que aún sospechaba de ella.
—¿Cómo te sientes? —Preguntó él
finalmente, rompiendo el tenso silencio—. Mac te dio algo para dormir. ¿Te has
recuperado lo suficiente como para estar levantada?—Sí.
—El doctor dijo que habías sufrido
algunas contusiones, pero que por lo demás estabas bien.
Demi asintió. No podía soportar la tensión ni un minuto más.
Había llegado el momento de aclarar las cosas.
—Tenemos que hablar.
Joe la miró un largo e incómodo momento antes de apartarse para
dejarla entrar en su despacho.
— ¿Por dónde quieres empezar? —preguntó
una vez que estuvieron sentados.
Demi respiró profundamente.
—En primer lugar, aparte de por mera
coincidencia, no puedo explicar por qué algunos de los ranchos en los que he
trabajado han tenido problemas con cuatreros. Pero ambos sabemos que robar
ganado siempre ha sido un negocio muy rentable. Dependiendo del mercado, un
ladrón puede ganar cientos de dólares con cada animal.
Joe se apoyó contra el respaldo de su silla.—Has ganado mucho dinero en muy poco
tiempo.Los ojos grises de Demi centellearon.— ¿De dónde has sacado información
sobre mis asuntos financieros?—Hice que te investigaran.— ¿Por qué?—Como ya sabes, al principio quería
rescindir nuestro contrato. Esperaba encontrar algo que demostrara que no eras
apta para el trabajo.
Demi alzó una ceja.
— ¿Y ahora crees haberlo encontrado?
Joe la miró a los ojos y luego volvió la vista hacia la repisa
en la que estaba el collar.
—No estoy seguro.
Claramente enfadada, Demi se echó hacia delante en su asiento.
—En ese caso, ¿por qué me trataste ayer por la noche como si
hubiera cometido un delito? —Joe fue a responder, pero ella lo interrumpió—. Yo
sé por qué. Asumiste que era responsable del robo del ganado y de haber
guardado en el banco los beneficios, ¿no?
Joe no quería admitirlo, pero eso era exactamente lo que había
pensado.
—Los hechos y los números no mienten. Las personas sí.
—En ese caso, deja que te aclare algo, Jonas. En primer lugar,
yo no volvería a utilizar a ese investigador, porque es evidentemente
incompetente. Si hubiera hecho bien su trabajo, los números habrían cuadrado.
Ambos sabemos que cobro un precio bastante alto por entrenar caballos. Si
quieres lo mejor, tienes que pagar por ello. Es así de sencillo. He adiestrado
muchos caballos en los últimos seis años. Por eso parece que tengo mucho dinero
ahorrado.—Pero…—Aún no he terminado —espetó Demi—. Tú
heredaste este rancho, y eso me parece muy bien. No te envidio ni un acre de
él. Pero yo nunca he contado con esa ventaja. He tenido que luchar muy duro
para ganarme la vida, y he aprendido a valorar mucho lo que tengo. ¿Se te ha
ocurrido pensar en algún momento que podría estar ahorrando mi dinero porque
tengo un propósito? ¿Eres tan arrogante como para creer que eres el único que
tiene planes? ¿El único que tiene sueños?—No —Joe empezaba a sentirse
terriblemente culpable. Lo que Demi estaba diciendo se acercaba demasiado a la
verdad—. Pero…Antes de que pudiera responder, Demi, se
levantó y se puso a caminar de un lado a otro del despacho.
—Tú siempre has tenido un hogar, Joe. Yo nunca he contado con
ese lujo. Lo creas o no, Daisy es el único lugar que he podido considerar un hogar.
Por eso la conservo. Podría comprar una nueva furgoneta, pero no pienso
hacerlo. Es lo único que me queda de mi padre —se volvió a mirar a Joe con
gesto desafiante—. Y no te confundas conmigo. No me avergüenza en lo más mínimo
mi pasado ni haber sido pobre casi toda mi vida. Pero quiero algo mejor. Quiero
un hogar permanente y caballos propios. Para eso estoy trabajando. Para eso
estoy ahorrando mi dinero. Nunca he robado nada a nadie y nunca he destruido
las posesiones de otro —afirmó—. Todo lo que pido es una oportunidad para
llevar adelante mis sueños.
Cuantas más explicaciones le daba, peor se sentía Joe consigo
mismo.
— ¿Y por qué no has comprado ya lo que quieres? Tienes dinero de
sobra para hacerlo.
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