Cuando regresó, habló de todos los lugares que había
visto y la gente que había conocido. Supongo que tal vez eso fue lo que provocó
su adicción a viajar. Porque después de las vacaciones, mamá comenzó a reservar
eventos por todas partes. En Colorado y Nuevo Hampshire. Había hecho tours
enteros.
Sólo esta gira, en la que estaba ahora, había sido
la más larga. No había estado en casa en casi dos meses, y esta vez ni siquiera
estaba segura desde donde ella estaba hablando.
Obviamente por eso papá estaba enfadado. Debido a
que había estado ausente durante tanto tiempo.
—Maldita sea, Diana. ¿Cuándo vas a dejar de ser una niña
y volver a casa? ¿Cuándo vendrás a casa con nosotros... para quedarte? — La
forma en la voz de mi padre se quebró cuando pronunció la frase que casi me
hizo llorar. —Diana—, murmuró. —Diana, te amamos. Demi
y yo te echamos de menos, y queremos que vuelvas a casa.
Me apreté contra la pared que me separaba de papá,
mordiéndome los labios. Dios, esto solo era patético. Quiero decir, ¿por qué no
solo pedían un divorcio de mierda y ya? ¿Era yo la única que podía ver que las
cosas no iban bien aquí? ¿Cuál era el punto de estar casados si mamá se iba
siempre?
—Diana—, dijo mi padre, y pensé que sonaba como si
estuviera a punto de llorar.
Entonces le oí poner el teléfono en el mostrador. La
conversación había terminado.
Le di un par de minutos antes de entrar en la
cocina. —Oye papá, ¿Está todo bien?— —Sí, — dijo. Dios, era un mal mentiroso.
—Oh, está bien abejorro. Acabo de tener una charla con tu madre... y te envía
su amor—.
— ¿Desde dónde esta vez? —. —Um... del Condado de Orange−, dijo. —Ella está visitando a tu tía Leah
mientras habla en una escuela secundaria de allí. Guay, ¿eh? Puedes decirles a
tus amigos que tu madre está en OC ahora. Te gusta ese programa, ¿no? —Sí—,
dije —Me gustaba... pero fue cancelado hace unos años.
—Ah, bueno... Creo que estoy atrasado, abejorro—. Vi
sus ojos ir a la deriva hacia el mostrador, donde había dejado las llaves de su
coche, y los seguí. Se dio cuenta de esto y desvió la mirada rápidamente, antes
de que pudiera decir nada. — ¿Tienes planes para esta noche? —, me preguntó.
—Bueno, podría hacer algo, pero... — Me aclaré la
garganta, sin saber cómo decir la frase siguiente. Papá y yo realmente no
teníamos la costumbre de hablar el uno con el otro. — Podría quedarme en casa,
también. ¿Quieres que me quede aquí y, vea la televisión contigo o algo así?—
—Oh, no, abejorro—, dijo con una risa poco convincente.
—Ve a divertirte con tus amigos. Probablemente me
vaya a dormir temprano esta noche, de todos modos.
Le miré a los ojos, esperando que cambiara de
opinión.
Papá siempre se ponía muy deprimido después de sus
peleas con mamá. Estaba preocupada por él, pero no estaba muy segura de cómo
abordar el tema.
Y en el fondo de mi mente, había un pequeño temor.
Era una estupidez, de verdad, pero no lo podía dejar. Mi padre era un
alcohólico en recuperación. Quiero decir, lo dejó antes de que
yo naciera, y no había tocado una gota desde... pero a veces, cuando recibía
todos los pucheros de mamá, me asustaba. Tenía miedo a que pudiera coger las
llaves del coche e ir a la tienda de licor o algo así. Como he dicho, era
ridículo, pero el miedo no puede ser vencido.
Papá rompió nuestro contacto ocular y se movió
incómodo. Dio media vuelta y se dirigió hacia el fregadero, lavando el plato de
espaguetis que se había comido. Quería caminar hacia allí coger el plato —su
patética excusa para distraerse— y tirarlo al suelo.
Quería decirle como de estúpido era todo esto con
mamá. Quería que se diera cuenta de la pérdida de tiempo que eran estas tontas
depresiones y peleas y sólo admitir que las cosas no iban bien.
Pero, por supuesto, no podía. Lo único que pude
decir fue: —Papá... Él me enfrentó, sacudiendo la cabeza, con un trapo húmedo
colgando de su mano.
—Sal y diviértete—, dijo. —En serio, quiero que lo
hagas. Eres niña sólo una vez.
No hubo discusión. Esa fue su manera sutil de
decirme que quería estar solo.
—De acuerdo— dije. —Si estás seguro... Voy a llamar
a Selena—.
Caminé arriba hacia mi dormitorio. Tomé mi teléfono
móvil de encima de la cómoda y marqué el número de Selena.
Dos tonos y respondió.
—Hey, Selena. He cambiado de opinión sobre
Nest... y, eh, ¿crees que estaría bien si me quedo esta noche contigo? Te
contaré sobre esto más adelante, pero... no me quiero quedar en casa—.
Volví a doblar la ropa limpia del suelo en los pies
de mi cama antes de irme, pero no me ayudó tanto como lo solía hacer.
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