lunes, 15 de octubre de 2012

Caperucita y El Lobo Capitulo 3



Annette, es el señor Jonas.Joseph se ajusto el Iphone contra su oreja.
—Sí, ¿Señor Jonas?

—Dame todo lo que hay de Demi Lovato. Y me refiero a todo, los negocios y lo personal. Lo quiero todo. Debemos de tener sus números en el archivo junto con los de su abuela Ester. —Maldición él había ayudado a Ester con el archivo para el número de seguro social de la niña cuando él se había dado cuenta de que los padres de Demi no tenían uno. En aquel entonces no era automático.
— ¿Demi? La pequeña niña de la…
—Todo, Annette.

—Sí, señor Jonas.
Joseph pulsó el botón de desconexión con el pulgar y se metió el teléfono ancho en su bolsillo. Miró por la oscura ventana privada de su limusina a la nada, mientras salían de la clínica, de la casa de asilo. Dios, todavía no podía creer que era ella. Ella había cambiado tanto, madurado... maravillosamente. Sin embargo, su olor era el mismo, exactamente el mismo, a pesar de haber tomado un segundo para colocarlo. Veintiún años era mucho tiempo, incluso para él.

Joseph movió la cabeza, se frotó el cansancio de los ojos con ambas manos. Tal vez lo estaba imaginando, el olor de los árboles rotos, savia, gasolina y goma quemada. Todavía podía oler la sangre en el aire a su alrededor, la tierra y la lluvia. Todavía notaba las lágrimas, las suyas, y de los suyos.

Tenía que estar imaginando. Su sentido olfativo era bueno, pero no tan bueno como veintiún años. Sin embargo, ver a Demi Lovato ahora le demostró que había tomado la decisión correcta de todos estos años. Los recuerdos lo inundaron como arenas movedizas, tirando de él tanto que apenas podía respirar.

En aquel entonces, se habría matado. Él tenía derecho de pedir a su abuela, Ester, que la mantuviera lejos, al menos impedir que se aventurara en su territorio del bosque. Sólo que no podía soportar su olor, el olor de la muerte. Le dijeron que se limitara a los caminos, y él las evitó. Había trabajado en eso. Hasta hoy.

Joseph arrebató el periódico de la bolsa en la pared del coche. Se inclinó hacia atrás, desplegándolo y replegándolo con un quebradizo ruido. La tinta aún estaba húmeda, no tanto como el olor de los seres humanos, pero lo sentía en los dedos. Era una buena sensación, un olor bueno, mundano. Inofensivo.
Se volvió a la sección de bienes raíces de primera clase de compra-venta. Los negocios más importantes en sus pensamientos, Demi Lovato podía desaparecer en los oscuros recovecos de su mente donde quisiera. Echó un vistazo a la lista.

Canela. Los otros olores estaban allí, o no, pero él había olido canela eso era seguro. Y el chocolate. Ester siempre había tenido un sándwich de mantequilla de maní a la espera de él, su favorito, o más bien su obligación. Pero por otra parte le habría ofrecido algún tipo de delicioso pastel o una galleta para el postre.
Se había dado cuenta de que Demi tenía una de esas cestas de mimbre pintorescas con doble asa, rojo y blanco, con un forro a cuadros. ¿Era proveedora de la pastelería de Ester? Ester nunca había mencionado las visitas de Demi, o por qué la había traído.
¿Por qué iba a hacerlo? Ester sabía cómo se sentía. Lo había dejado perfectamente claro hace tantos años y Ester fue una verdadera amiga comprensiva.
Lo que había de muestra de dulces azucarados, sin embargo, fue celestial. Mejor que la mayoría de los chefs profesionales que conocía. ¿Horneaba Demi por diversión o beneficio? Él quería saberlo.

¿Dulce musgo de turba, que le está tomando a Annette tanto tiempo? La pared de árboles a lo largo de la carretera se rompió en un campo abierto y se dibujó en su mirada. Miró fijamente, sólo a la mitad notó el montón de vacas, el granero y los silos de maíz en la distancia. Su mente vagaba demasiado rápido en el pelo rojo y largas piernas de seda.

Demi parecía lo suficientemente buena para comer. Sabía que su pelo era rojo.
Lo había recordado en gran parte. Sin embargo, la luminosidad, el espesor. ¡Dios, no había tenido la menor idea! El color le recordaba a las hojas de otoño, las que habían en el bosque parecía que estuviera ardiendo con el fuego frío. Y con los bloques de espesor que caían por el camino hasta la curva superior de su trasero, parecía más como una capa de pelo.
Joseph trató de abrir y cerrar la visión de su mente y se centró de nuevo en el periódico. Encontró el nombre que había estado buscando por segundos.

Anthony Cadwick, maldito viejo—. Sin duda el hombre estaba ocupado.
Acosando a Ester por la mañana, y por la tarde para cerrando un importante acuerdo de bienes raíces. Intimidaba fuertemente a los propietarios de viviendas y los manipulaba con las leyes de dominio eminente, lo cual era su especialidad.

Cadwick era cada pedacito del lobo estereotipado que Ester le había descrito.
Joseph sólo esperaba que Ester pudiera mantener su juicio, cuando él volviera otra vez. No podía permitir que Cadwick pusiera sus manos en la tierra de los Lovato.
Sólo la idea de la evolución de viviendas y los supermercados de descuento, estuvieran tan cerca de su bosque, hizo que sus bolas se encogieran.
Joseph supo sin mirar, el momento en que llegaron a la carretera. La suspensión de la limusina fue superior, pero la diferencia entre los caminos rurales y la carretera era como la de los lisos adoquines con el vidrio.

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