Eran casi las ocho cuando yo luchaba por bajar las
escaleras con mis sandalias de plataforma, arriesgando mi seguridad por el bien
de verme más alta. Tuve cuidado de apartar mis ojos cuando pasé por la cocina
porque papá, obviamente pensando que las rosas eran de parte de Logan,
había puesto el buqué en un jarrón antiguo en la mesa del comedor anoche. Era
un gesto dulce, pero ver las brillantes rosas rojas solo me traía de vuelta las
preguntas fastidiosas.
Así que llegué a la sala y me dejé caer en el sofá para
esperar por mi cita, prometiéndome que iba a resolver mi desastre romántico en
algún momento del fin de semana. Por falta de nada mejor que hacer, agarré la
copia de la guía de programas de televisión que reposaba sobre la mesa de café
y comencé a ojear la agenda de programas. Una nota amarilla que se mantenía
entre las páginas llamó mi atención y salté a la sección que estaba señalando.
Papá había resaltado un maratón de Lazos de Familia para el próximo sábado en
la noche, usando la pequeña hoja de papel como marca libros. Sonreí y saqué un
bolígrafo de mi cartera, garabateando, —Yo haré las
palomitas de maíz, —en el papel amarillo. Papá lo
vería cuando regresara a casa de su reunión.
Justo cuando puse la revista de vuelta a la mesa, el
timbre de la puerta sonó. Me levanté tan rápido como pude sin caerme y caminé
hacia la puerta, esperando ser saludada con una gran sonrisa inmerecida de Logan.
Pero la sonrisa que deslumbraba frente a mí, mientras era brillante y blanca,
pertenecía a alguien completamente diferente.
— ¿Mamá? —Prácticamente jadeé la palabra, sonando
como una chica en una telenovela quien apenas se ha enterado de que su hermana
gemela malvada todavía estaba viva o algo. Avergonzada, aclaré mi garganta y
dije—, ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas en Tennessee.
—Lo estaba, pero vine a visitarte, por supuesto,
—respondió mi madre, ladeando su cabeza hacia un lado con su estilo de estrella
de cine. Su pelo rubio platino fue agarrado en limpio en un clip por la parte
posterior de la cabeza, llevaba un vestido rojo y negro que le llegaba hasta
las rodillas. Típica Mamá.
—Pero está, como a, siete horas de camino —Dije.
—Oh, créeme, lo sé. —Suspiró dramáticamente—. Siete
horas y medias en un tráfico terrible. Así que... ¿vas a invitarme a entrar o
no? Me di cuenta por la forma en que sus manos retorcían la correa de su bolso
que estaba nerviosa de estar de vuelta en esta casa.
—Um, sí, —dije, apartándome del camino—. Entra.
Disculpa. Pero, uh, papá no está aquí.
—Lo sé. —Ella estaba mirando alrededor de la sala de
estar de una forma que me hacía sentir ansiosa por ella. Ella miró el sillón y
el sofá que le había pertenecido a ella como debatiendo si tenía permitido
sentarse allí o no—. Tiene sus reuniones de A.A los viernes. Él me lo dijo.
— ¿Hablaste con él? —Esto era noticia para mí. Hasta
lo que yo sabía, mis padres habían estado evitando el contacto desde la
reaparición de mi madre el mes pasado.
—Hemos hablado por el teléfono dos veces. —Quitó sus
ojos de los muebles y los concentró en mí. Se sintieron como pesos pesados en
mis hombros—. Demi, dulzura...— Su voz era suave y triste. Dolorosa de
escuchar—. ¿Por qué no me dijiste que estaba bebiendo de nuevo?
Me moví, tratando de deslizarme por debajo de su
mirada. —No sé, —murmuré—. Supongo que esperaba que pasara. No quería que te
preocuparas por nada.
—Entiendo, pero Demi esto es un asunto
serio, —dijo ella—. Lo sabes ahora, espero. Si alguna vez sucede de nuevo, no
te lo guardes para ti. Tienes que decírmelo. ¿Entiendes?
Asentí.
—Bien. —Suspiró, viéndose inmensamente aliviada.
—De cualquier manera, eso no es por lo que estoy
aquí.
— ¿Por qué estás aquí?
—Porque tu padre también me dijo algo más, —ella se
burló—. Algo acerca de un chico llamado Logan Tucker.
— ¿Condujiste siete horas y media porque tengo una
cita?
—Tengo otras razones para estar en Hamilton, —dijo
ella—. Pero esta es la más importante. Así que, ¿es verdad que mi bebé tiene un
novio?
—Um, sí, —dije, encogiéndome de hombros—. Supongo.
—Bueno, háblame acerca de él, —instó mamá,
finalmente decidiéndose por sentarse en el sofá—. ¿Cómo es?
—Es bueno, —digo—. ¿Cómo está el abuelo?
Sus ojos se redujeron con sospecha. —Está bien. ¿Qué
pasa? Estás tomando la píldora, ¿verdad?
—Dios, madre, sí, —gruñí—. Ese no es el tema.
—Gracias a Dios. Estoy muy joven y sexy como para
ser una abuela.
No bromees, pensé, recordando a Vikki.
—Entonces, ¿cuál es el problema? —presionó ella—.
Vine porque escuché que tenías una cita caliente esta noche y quería tener ese
momento especial de Mamá. Pero si estás teniendo problemas, tengo que derramar
algún consejo de Mamá también. ¿Es como una visita dos por una, cierto? Hace
que el tiempo del viaje valga la pena.
—Gracias, —me quejé.
—Oh, dulzura, bromeó. ¿Qué sucede? ¿Qué sucede con
ese chico?
—Nada. Es absolutamente perfecto. Es listo y bueno y
totalmente correcto para mí. Solo que hay otro chico...—Sacudo mi cabeza—. Es
estúpido. Estoy siendo una idiota. Solo necesito un poco de tiempo para pensar
las cosas. Eso es todo.
—Bueno, —dijo mamá levantándose—. Solo recuerda
hacer lo que te haga feliz, ¿de acuerdo? No te mientas a ti misma porque piensas
que es más seguro. La realidad no funciona de esa manera...creo que te dije eso
antes.
Lo había hecho.
Pero había estado corriendo por tanto tiempo que ya
no estaba segura de lo que quería.
—Aunque, —continuó mamá–. Te traje algo para tu cita
y puede que te ayude mientras piensas las cosas.
Vi con leve horror mientras sacaba una caja rosa y
amarilla de su bolso. Cualquier objeto que iba envuelto en esos colores no
podía ser una cosa buena. — ¿Qué es? —Pregunté mientras colocaba la caja en mi
mano extendida.
—Ábrelo y descúbrelo, tonta.
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