miércoles, 3 de octubre de 2012

The Duff Capitulo 44






Estaba bastante segura que Joseph no se me acercaría en el instituto. ¿Porqué iba a hacerlo? No era que me extrañara... o como si yo, realmente, realmente lo deseara. Él no perdía nada. Había un montón de chicas lista de reemplazo y dispuestas a llenar cualquier vacío que pudiera haber dejado en su agenda. Así que no había necesidad de un plan de evasión la mañana del lunes. Sólo que no quería verlo. Si tuviera que verlo día tras día, nunca podría aspirar a olvidarlo. Nunca podría aspirar a seguir adelante. 

Por esta situación, era necesario tener un plan, y tenía varios en fila. Paso uno: Mantenerme distraída en el pasillo en caso de que pasara. Paso dos: Estar ocupada en Inglés y nunca buscarlo en las aulas. Paso tres: Ir deprisa hacia el aparcamiento y no correr hacia él. Papá hizo los tres pasos posibles arreglando mi coche el domingo, así que estaba segura que podía dejar de ver a Joseph. En cuestión de semanas, sería capaz de superar nuestra relación, o la falta de ella. 

Si no, bueno, nos graduábamos en mayo y nunca más tendría que mirar esa sonrisa arrogante. Esa era la teoría, de todos modos. Pero en el momento en que la campana sonó el lunes, supe que mi plan se iba a arruinar. No ver a Joseph no necesariamente significaba no pensar en Joseph. De hecho, pasé la mayor parte de mi día pensando en no mirarlo. Entonces pensé en todos las razones por las que no debía pensar en él. ¡Nunca malditamente iba a terminar! no tenia nada que pareciera distraerme. Hasta ayer por la tarde. Yo estaba de camino a la cafetería después de un tiempo insoportable en la clase de gobierno AP cuando sucedió algo que me dio la distracción que necesitaba. Algo increíble e impactante. Algo muy, muy impresionante. Logan se puso a caminar 

conmigo en el pasillo. —Oye—, dijo. —Hola—. Hice mi mejor esfuerzo para parecer al menos algo agradable. — ¿Qué pasa, muchacho de Harvard?
Logan sonrió y miró hacia abajo, arrastrando los pies. —No mucho —, dijo. —Sólo se trata de decidir sobre qué escribir para la tarea de redacción. El Sr. Chaucer no fue muy específico. ¿Sobre qué vas a escribir tú? —No estoy segura—, admití. —Estoy pensando en hacerlo sobre el matrimonio gay. — ¿En apoyo o en contra? —Oh, definitivamente en apoyo. Quiero decir, el gobierno no tiene derecho a decidir quién puede y no puede declarar públicamente su amor el uno por el otro. —Qué romántico por tu parte, — dijo Logan. Solté un bufido. —No lo creo. No soy romántica en absoluto, pero es lógico. Negar a los homosexuales el derecho al matrimonio infringe su libertad e igualdad. Ya están bastante jodidos. —Mis pensamientos son ésos exactamente, 

—acordó Logan. —Parece que tenemos mucho en común. —Creo que lo tenemos. Caminamos un par de segundos en silencio antes de que preguntara: —Entonces, ¿Tienes algún plan para la fiesta de graduación? — No — le dije —. —No voy a ir. ¿Por qué pagar doscientos dólares por un vestido, treinta y uno por una entrada, cuarenta por el peinado y maquillaje, y un puñado más por la cena, donde lo único que puedes comer es una ensalada sin aderezo porque hay que evitar ensuciarte el elegante vestido? Es un poco ridículo.

 —Ya veo, —dijo Logan. —Eso es un poco lamentable... Tenía la esperanza de que fueras conmigo. Bueno, no lo había visto así. Para nada. Nunca. Logan Tucker, el chico al que había seguido durante años, ¿Quería pedirme que lo acompañara al baile de graduación? Oh, Dios mío. Oh, Dios mío. Y había criticado totalmente la institución del baile de la escuela secundaria como una obstinada idiota. Prácticamente lo había rechazado sin siquiera quererlo. Oh, mierda. 

Era un idiota. Una completa idiota. Y ahora estaba sin palabras. ¿Qué había dicho? Me disculparía o me arrepentiría de lo que había dicho o... —Pero está bien si te sientes de esa manera, —dijo Logan. —Siempre he pensado que el baile era un rito sin sentido, así que estamos en la misma onda. —Eh, sí— Dije sin convicción. Oh, mierda ¡Que alguien me ayudara ahora mismo!—Pero— Logan presionó — ¿Te opones a otra clase de citas? ¿Las que no incluyen vestidos elegantes o ensaladas de mierda? —No. No tengo ningún problema con ellas. La cabeza me daba vueltas. Logan quería que saliera con él. ¡En una cita! No había estado en una cita real, ya que... infiernos, nunca me habían invitado a una cita real. A menos que cuente la de Sterling en la parte posterior de una sala de cine como una cita. No había tenido ninguna. Pero ¿por qué? ¿Por qué a Logan le gustaría salir conmigo? Yo era la Duff. Las Duffs no tienen citas.

 No de verdad. Sin embargo, Logan estaba desafiando las probabilidades. Tal vez era un hombre más maduro que la mayoría. Al igual que yo siempre lo imaginé en mis estúpidos, femeninos, sueños de clase media. No poco profundo. No vanidoso. No engreído o banal. Sino un perfecto caballero. —Eso es bueno, —dijo. —En ese caso...- Me di cuenta que estaba nervioso. Sus mejillas se volvieron de color rosa, y estaba mirando sus zapatos y jugando con sus gafas. 

— ¿El viernes? ¿Te gustaría salir conmigo la noche del viernes? — —Me gustaría... Entonces sucedió lo inevitable. Pensé en el ser despreciable. En el playboy. En el mujeriego. En la única persona que podía arruinar este momento para mí. Sí, me había enamorado de Logan Tucker. ¿Cómo no iba a hacerlo? Era dulce y encantador e inteligente... pero mis sentimientos por Joseph iban mucho más allá de eso. Había saltado la piscina para chicos y saltado directo a las profundidad, infestada de tiburones del océano de emociones. Y, si me perdonan la dramática metáfora, era una pésima nadadora. Pero Selena había dicho que debía seguir adelante, y aquí estaba Logan, lanzándome un flotador y ofreciéndose para salvarme de morir ahogada. Sería muy estúpida al no aceptar. 

Sólo Dios sabía cuánto tiempo podría pasar antes de que otro grupo de rescate llegara. Y, vamos, Logan era adorable. —Me gustaría —Dije, esperando que mi pausa no lo había asustado demasiado. —Genial—. Pareció aliviado. —Te recogeré a las siete el viernes. —Bien. Nos separamos en la cafetería, y creo que salté — Sí, salté como una pequeña niña, mi mal estado de ánimo estaba totalmente olvidado. Y se quedó olvidado. Para el resto de esa semana, no pensaba en como no debía estar pensando en Joseph

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