-Muy bien, nena.
Joe le acarició dulcemente la
mejilla con el dorso de la mano, y, por un momento, Demi deseó que aquel afecto fuera real.
Joe Jonas era todo un actorazo. Llevaba
la interpretación en la sangre, ya que su madre había sido actriz de Hollywood.
Mientras buscaban sus butacas, Demi pensó que tal vez debería contarle que había alquilado una película en
la que intervenía su madre. La había visto tres veces, conmovida por la
belleza de aquella mujer. Joe había heredado sus pómulos, su
natural sensualidad, su sonrisa seductora. Era, sin ningún género de dudas,
hijo de Danielle
Jonas.
Y luego estaba, por supuesto,
su escandaloso romance con Tara Shaw. Demi se imaginaba que ella también habría
contribuido a moldear a Joe para
convertirlo en lo que era.
Demi se giró para mirarlo y de
pronto la asaltó un pensamiento. ¿Habría sido de verdad amante de Tara, o su relación había sido un
truco publicitario, un montaje para impulsar la carrera de la ya madura
actriz? Conociendo a Joe, todo
podía tratarse de una mentira.
Quince minutos más tarde, el
teatro se había llenado. Cuando bajaron las luces y se abrió el telón, Demi se concentró en el escenario.
La primera escena dejó al público
impresionado. Una mujer joven comenzó a desvestirse frente a un espejo. Cuando
se quedó completamente desnuda, cerró los ojos y procedió a pellizcarse
suavemente los pezones mientras susurraba un nombre.
El escenario se llenó de humo
y apareció un hombre. Demi se
dio cuenta de que se trataba de una secuencia onírica, pero aquello no impidió
que el hombre del sueño tomara entre sus brazos a la mujer de carne y hueso que
tenía delante.
Y comenzara a besarla y a
acariciarla.
Demi sabía que estaban actuando,
pero aun así su interpretación la impresionó. Experimentó un calor entre las
piernas mientras un escalofrío erótico le recorría la espina dorsal. Sentía lo
que la actriz estaba sintiendo: fuego, deseo... el preludio del acto sexual.
Y cuando Joe se le acercó más, supo que a
él también lo estaba excitando la escena.
De pronto, el escenario se
oscureció. Ya no había luz: sólo los suspiros del acto amoroso, los susurros
de la pasión.
En la oscuridad, Joe comenzó a acariciar el brazo
desnudo de Demi, la
plenitud de su seno...
Ella giró la cabeza y él la
besó.
Apasionadamente.
Tan apasionadamente que Demi estuvo a punto de quedarse
sin respiración.
La actriz estaba alcanzando el
orgasmo, y emitía pequeños gemidos. Las luces se encendían y se apagaban intermitentemente,
mostrando rápidas imágenes de los actores desnudos, pero Joe seguía besando a Demi, hundiendo las manos en su
cabello para atraerla más hacia sí.
La lengua de Joe se introdujo con fuerza en su
boca, exigiendo, insistiendo, provocando en Demi un deseo enloquecido, convirtiéndola en
parte misma de su ser.
Abrumada por el placer, Demi lo besó a su vez, descubriendo
un deleite tan sabroso y prohibido que quería más y más.
Al instante siguiente, el
escenario volvió a iluminarse y la mujer estaba de nuevo sola.
Demi se apartó y miró fijamente a Joe. Observó su rostro entre las
sombras, y supo que era el hombre de sus sueños. Su fantasía. El actor que
desaparecería cuando su escándalo terminara.
Que el cielo la ayudara.
Estaba atrapada en un romance tórrido que ni siquiera era ,real.
Joe contempló a través del
ventanal del salón de Demi el
North End de Boston. Acababan de regresar del teatro, y le estaba resultando
difícil recuperar el control de sus emociones.
-¿Qué deberíamos hacer ahora?
-preguntó Demi.
«Besarnos», pensó él.
«Acariciarnos. Hacer el amor». De pronto, Joe deseaba que aquel romance fuera real.
Quería acostarse con Demi, tener
una aventura apasionada y salvaje con la princesa de hielo y volverla loca.
-Nada -dijo Joe-. No tenemos que hacer nada.
-¿Quieres que prepare una
infusión? Es tarde, así que podríamos tomarnos una manzanilla, por ejemplo.
Joe se dio la vuelta para
mirarla. Seguía llevando aquel vestido blanco que mostraba su espalda
desnuda. Se habían besado una y otra vez durante la representación y durante el intermedio, haciendo todo un escándalo público. ¿Y
a Demi sólo
se le ocurría ofrecerle una infusión?
-Se supone que deberíamos
estar revoleándonos como locos, Demi, matándonos de pasión.
-No pagues conmigo tu
frustración sexual -respondió ella sonrojándose.
Joe le sostuvo la mirada. Sabía
que su boca sabía tan dulce como parecía, y, de algún modo, aquello sólo
sirvió para enfadarlo aún más.
-¿Por qué no? Tú la has provocado.
-Y tú eres un hombre rudo y sin sentimientos.
¿Sin sentimientos? Joe la deseaba. La deseaba tanto que apenas
podía respirar.
-Tengo muchos sentimientos.
«Demasiados», pensó para sí.
-Esto tampoco es fácil para mí
—aseguró Demi
pasándose la mano
por los rizos-. Me siento atraída por ti, Joe. Pero no voy a acostarme contigo. No pienso
convertir esto en un romance de verdad.
-¿Y quién te ha dicho que eso
es lo que yo busco? -respondió él a la defensiva, metiéndose las manos en los
bolsillos.
-Nadie, pero pensé que tomar
una infusión nos tranquilizaría, mantendría nuestra mente ocupada -dijo Demi clavando la vista en el
suelo-. Pero tal vez deberías irte a casa.
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