Dos días más tarde, Demi entró por la puerta del
impresionante edificio que albergaba la empresa Jonas Marketing, una agencia global de
publicidad, relaciones públicas y marketing.
Joe la había llamado por la
mañana, solicitando una reunión. Demi había tratado de convencerlo para que acudiera él a su despacho, pero
se había negado. Por alguna inexplicable razón, quería que ella se acercara a
sus dominios.
Demi sospechaba que él había
ideado el escándalo y pretendía hacerle algún tipo de presentación del mismo.
Llamó al botón del ascensor
principal y, una vez dentro, pulsó la tecla correspondiente y dejó escapar un
suspiro nervioso. No se sentía cómoda volviendo a ver a Joe, especialmente después de
aquella cena «de trabajo» tan extraña.
Se habían pasado media noche
mirándose fijamente el uno al otro como dos adolescentes ávidos de sexo en su
primera cita. Demi había
odiado cada minuto de aquel sentimiento de arrobo, y había tratado de luchar
contra él durante toda la cena. Pero la comida se fundía en su boca como un no
deseado afrodisíaco, y Joe no
había dejado de sonreírle ni de bromear con ella con aquella manera suya tan
particular, lo que había servido únicamente para ponerla más nerviosa.
El ascensor se detuvo en el
sexto piso, y Demi se
bajó, tratando de contenerla ansiedad. Se estiró la
chaqueta y se dijo a sí misma que tenía que relajarse. No pensaba permitir que Joe la mirara del
mismo modo que lo había hecho en el restaurante. Aquel día se había puesto un
traje de chaqueta marrón, jersey de cuello vuelto y botas clásicas. Sin
contar con la cara y las manos, llevaba todo el cuerpo cubierto. Era imposible
que aquel atuendo lo excitara.
Dispuesta a librar batalla, Demi entró en la oficina, y se
quedó parada observando la inmensa área de recepción. Había antigüedades de
todos los rincones del mundo, mezcladas con obras de arte moderno. Ella supo al
instante que Joe había
trabajado codo a codo con el decorador.
-¿Es usted Demi Lovato? -le preguntó una joven
elegante acercándose con la mano extendida-. Soy Kerry Landau, la asistente de Joe.
-Encantada de conocerla.
Cuando Demi se dio la vuelta para saludar
a la joven vio a Joe.
Había aparecido de la nada, y estaba apoyado en el marco de la puerta de su
despacho con la cabeza levemente ladeada.
-Está aquí la señorita Lovato -anunció
Kerry.
-Ya lo veo.
Joe deslizó la mirada sobre el
cuerpo cuidadosamente cubierto de Demi, y ella se sintió de pronto tan desnuda como una estatua. E igual de
vulnerable.
-¿Estás lista? -preguntó él.
¿Para entrar en la guarida
privada del lobo? No, no estaba en absoluto preparada.
-Por supuesto.
-Bien.
Joe la acompañó
por un pequeño pasillo bien iluminado hasta su despacho. Le ofreció asiento en
una zona elegante y sin embargo confortable. No había escatimado recursos para
decorar sus dominios, y Demi sospechó que su familia sería tan rica como la suya propia. Pero allí
acababan sus similitudes.
Joe era hijo único. El príncipe,
el heredero del trono Jonas.
Por su parte, Demi luchaba
contra su posición de hija mediana, aquella a la que los padres casi no veían,
aquella que tenía que trabajar el doble para que se fijaran en ella.
-Bueno -dijo Demi removiendo el té que Joe acababa de servirle en una
taza de plata-. ¿Cuál es el motivo de esta reunión? ¿Has ideado ya algún
escándalo?
-Sí.
-¿Y? -preguntó ella tras dar
un sorbo delicado.
-Creo que tú y yo deberíamos
tener una aventura.
Demi estuvo a punto de derramar el
té, y Joe
soltó una
carcajada.
-No una aventura de verdad
-aclaró.
-A ver si lo he entendido
-dijo ella colocando la taza sobre la mesa mientras trataba de aparentar
tranquilidad-. ¿Estás sugiriendo que finjamos un romance?
-Eso es. Un romance apasionado
y una ruptura sonada.
-No puedes estar hablando en
serio -dijo ella soltando el aire con fuerza.
-Claro que sí. Tu familia ya
ha sido blanco de la prensa sensacionalista, así que tú atraerás mucha
atención. Y yo también, teniendo en cuenta que ya he estado en el ojo del huracán.
Así era, había sido el blanco
de todas las miradas por su relación con una estrella de cine.
-Hazme caso. Funcionará.
Imagínate los titulares:
«El príncipe de las
relaciones públicas derrite a la princesa del helado». Será todo un éxito.
-Pero si ni siquiera nos
caemos bien... -objetó ella sacudiendo la cabeza.
-¿Y qué? Esto es un montaje.
Tres semanas de citas románticas, luego una ruptura pública y saldré de tu
vida -dijo Joe mientras
se quitaba la chaqueta y se aflojaba la corbata-. Cuando saltemos a la prensa,
ya nadie se acordará de la pimienta en el helado ni de las maldiciones de familia.
Vamos, no tienes nada que perder -aseguró él mirándola directamente a los ojos.
«Sólo la cabeza», pensó ella.
—Entre nosotros hay mucha
química, Demi.
Joe se acercó al sillón en el que
ella estaba sentada y la tomó de la mano. Cuando sus dedos se rozaron, Demi sintió una descarga eléctrica
que le recorrió el brazo.
-No puedes negarlo. Sé que la
sientes.
Joe se llevó su mano a la boca y
le rozó los nudillos con los labios. Luego, bromeando, le dio un breve
mordisco.
Demi notó cómo se le calentaba la
sangre desde la cabeza hasta los pies. Sintió un golpe de calor entre las
piernas, y los pezones se le pusieron duros.
Pero cuando él le dedicó una
de sus sonrisas lentas y sensuales, ella retiró la mano.
Por supuesto, Joe tenía razón. Aquel montaje
podía funcionar. La prensa sensacionalista se alimentaría de aquella tensión
sexual que él pretendía crear. Las revistas se dedicarían a escarbar en su
aventura en lugar de arrojar basura sobre Lovato.
-Entonces, ¿qué me dices?
-preguntó Joe.
«Sí. No. Tal vez», pensó Demi. La cabeza le daba vueltas y
tenía el corazón acelerado.
-No sé. Yo...
-Oye, si lo que te preocupa es
tu imagen, relájate. Ya he pensado en ello.
-¿De qué estás hablando?
-preguntó ella parpadeando.
-De ese modo de ser tuyo tan
estirado -respondió Joe
acercándose hasta el mueble bar-. Sabes tan bien como yo que no sirve, Demi. Te hace parecer antipática.
-¿De veras? -preguntó ella
mirándolo molesta.
-Sí —aseguró él abriendo una
lata de soda y dando un gran trago-. Pero ya me he enfrentado a casos parecidos
con anterioridad. Soy el tipo adecuado para proporcionarte una imagen que
cautivará a los medios de comunicación, seducirá al público y hará que los
hombres caigan rendidos a tus pies.
-No necesito que organices mi
vida personal -replicó Demi
ofendida, levantando la barbilla.
-No es eso -aseguró Joe colocando la lata sobre la
mesa—. Tienes mucha sensualidad, pero no sabes cómo utilizarla.
-¿Y crees que una relación
falsa contigo me convertirá en una mujer fatal?
-Puedes estar segura de ello
-respondió él con su característica sonrisa.
-Vete al diablo, Joe.-Vamos, no te pongas así. Esto
es sólo trabajo.
En aquel momento, a Demi no le importaba. Negándose a
escuchar una palabra más de su discurso de asesor, se puso en pie y se dirigió
hacia la puerta, dejando a Joe maldiciendo a su espalda.
El salón comunitario de la
casa de piedra era cómodo y al mismo tiempo elegante. Estaba decorado con plantas
de grandes hojas, muebles de color marrón y un buen número de cojines azul
claro. Pero la atmósfera familiar no sirvió para mejorar el humor de Demi.
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