La confusión se desvaneció, los brillantes ojos azules de su
abuela se volvieron acero con determinación—. ¿Necesitas dinero, querida? Dile
a tu abuelita. Tengo un poco en la lata de café en la parte superior de la
nevera. Toma lo que tú necesites, Caperucita Roja. Es por eso que estás aquí.
Demi apretó la mano de la Abuela, suavemente, con cuidado de no dañar los huesos
quebradizos o moretones en su piel suave.
—No, abuela. Estoy bien. La panadería finalmente ha dado muchos
beneficios este año.
Era una verdad a medias. La panadería que había abierto hace dos
años,
“Panadería Caperucita Roja” (un juego de palabras por su apodo que
se debía a su pelo del color del fuego), tenía ahora las finanzas en su mayoría
en negro. Las finanzas personales de Demi sin embargo, eran de un color rojo brillante como su pelo.
Los asilos de ancianos, los mejores, no eran baratos.
En un mundo perfecto Demi habría mantenido a su abuelita con ella y la habría cuidado ella
misma. El mundo estaba lejos de ser perfecto sin embargo, las necesidades
médicas de la Abuela,
su odio por la ciudad y las exigencias de tiempo de su nuevo negocio hicieron
de una residencia de ancianos la mejor y única opción para ambas.
Por supuesto que no, se detuvo brutalmente Demi con culpabilidad. Ella se arruinaría
a sí misma, y a la panadería, si fuera necesario, para hacer que la abuelita
estuviera segura y con la mejor atención. Con suerte, el banco aprobaría su
solicitud de préstamo y nada de esto sería una preocupación nunca más. La verdad
era que la venta de la casa en la que había crecido y las ciento y tres hectáreas
resolverían muchos problemas.
— ¿Cuándo fue la última vez que alguien comprobó la casa? — Demi se preguntó.
— ¡Oh!, mi lobo de plata hermoso la comprobó el otro día. Todo
está bien. Él explicó que había puesto violetas frescas en el jarrón del
alféizar. Son mis favoritas, ¿Sabes? —La sonrisa de la Abuela agrupó el exceso de
piel en sus mejillas, un rubor de color haciéndola parecer diez años más joven.
Demi silbó un juramento en voz
baja. Justo así, la abuela había perdido su memoria de nuevo. Al menos Demi lo sabía. Este lobo, el lobo
de plata grande de la Abuela,
había sido una parte de su infancia, un personaje de sus historias antes de
acostarse. La abuela parecía olvidar que sólo era un invento a veces.
Demi podía seguirle la corriente
y aún tener una visita relativamente sana con su abuela.
— ¿Qué más dijo tu lobo de plata? ¿No ventiló el lugar por
casualidad? Tal vez comprobó los canales y el sótano, asegurándose de que no
hubiera ninguna criatura dentro.
Demi no había tenido tiempo para
pasar por ahí y comprobar el viejo lugar, por meses.
Rodeada por cientos de Acres y con vecinos de cuatrocientas
hectáreas, la pequeña casa con chimenea se encontraba en lo profundo del denso
bosque.
Todo tipo de cosas salvajes podían asumir el control en cualquier
momento.
La abuela asintió con la cabeza, su sonrisa nunca vaciló—. Sí,
querida. Vio todo.
Mi lobo de plata grande sabe lo importante que es ese lugar para mí.
Dice que lo mantiene como lo dejé para cuando vuelva.
Demi tragó el repentino nudo en
su garganta. Ella no tenía idea de que la abuelita creía que volvería a casa
algún día—. Abuela...
—Relájate, querida. Podrías soplar un fusible. Las dos sabemos que
vivir en esa casa es demasiado para mí como esto. Apenas puedo tomar un
tintineo por mi cuenta. Es sólo una broma, es todo. Es una tentación para mí.
Me gusta. Me hace reír.
—Te hace reír, ¿Eh? Siempre me dijiste que era un lobo feroz. Me
daban pesadillas con las historias de cómo me comería si jugaba demasiado en lo
profundo del bosque. Me contabas todo acerca de sus grandes orejas y afilados
dientes...
—Oh, eso. Bueno, supongo que pudo haberte confundido con un
cervatillo sabroso o un zorro o algo, pero sobre todo yo no quería que vagaras
demasiado lejos y molestaras al pobre.
— ¿Así que fue una táctica de crianza de tus hijos? Agradable. Demi
le dio un guiño juguetón a la abuelita—. Tal vez me vaya por ahí para ver qué
tiene de especial este lobo de plata apuesto, con el que tú aterrorizabas mi
infancia para protegerlo.
—No, no, yo no creo que sea sabio. Es digno y cortés, pero todavía
hay una fiera en él. No olvidéis nunca que, a Caperucita Roja… No. Es mejor que
lo dejes en paz. Además, tú no viviste tu infancia con terror. Eras una de las
niñas más valientes que yo hubiera conocido. Peor que tu padre. No puedo pensar
en nada que pudiera sacudirte, excepto...
El corazón de Demi tartamudeó. Las dos se quedaron en silencio. Sabía que los pensamientos
de su Abuela se habían ido, al igual que los suyos. La noche de la muerte de
sus padres. El accidente de coche. La mirada inquietante de un verde luminoso
en el parabrisas. Allí y después nada. Estaba demasiado oscuro, llovía demasiado.
Su padre no podía ver, no pudo frenar a tiempo.
Él se desvió, pero era demasiado tarde. El despliegue vicioso por
el terraplén era inevitable, imparable.
¿Cómo había sobrevivido? Ella no lo sabía. No podía
recordar. Pero recordó esos ojos.
Demi aún los podía ver, mucho
después de que la imagen se hubiera desvanecido, el cuerpo roto de un lobo
atrapado bajo el coche, sus padres en el asiento delantero, sus rostros y
cuerpos cortados y maltratados más allá del reconocimiento, en todas partes
había vidrio, metal retorcido, el olor de goma quemada y gasolina, el sabor
cobrizo de su propia sangre en la boca. Los ojos verdes salvajes la habían
atormentado durante años. Dios, odiaba a ese lobo.
—Sí, bien. Eso fue hace mucho tiempo. —Y Demi no quería recordar más.
—Sí, fue horrible. Has llegado tan lejos desde entonces.
Demi le dio una sonrisa forzada y
dirigió el tema lejos de los oscuros recuerdos—.
Y aquí seguimos hablando de que el lobo de plata misterioso viene
aquí, te hace reír, que tentador. Vamos, Abuela ¿Qué hay de tentador en él? ¿Es
algo que me hará sonrojar?
La Abuela no se inmutó—. Convertirme en uno de ellos, por supuesto. Esa es
la única forma de que este viejo cuerpo puede regresar a la casa. ¿No?
— ¿Uno de ellos?
—Sí, cariño, un licántropo. Un cambiante de forma. —Ella suspiró
por la confusión de Demi—. Un hombre lobo, hija. Un hombre lobo.
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